“Ganaré el Nobel en 2034 por un coche de hidrógeno que cuesta 500 euros”

Veintitrés estudiantes de doctorado de las cinco universidades públicas compiten ante un público general en el concurso ‘Tesis en tres minutos’

Carmen Martínez explica su investigación doctoral de química computacional en la final del concurso 'Tesis en Tres minutos', en Madrid.Santi Burgos

Carmen Martínez, una burgalesa de 26 años, tiene un curriculum académico más que interesante, pero ha llegado un momento en su vida en el que debe enfrentarse a un auditorio no especializado y solo dispone de tres minutos para explicar en qué consiste la tesis doctoral que está desarrollando. Debe cautivar y convencer si quiere ganar. Así que empieza fuerte y propone un viaje. “Buenos días a todos y bienvenidos al futuro”.

Carmen invita a un viaje en el tiempo. Hasta 2034. Y hace una apuesta muy alta, que reclama toda la atención: ella acaba de recibir el premio Nobel por descubrir una ...

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Carmen Martínez, una burgalesa de 26 años, tiene un curriculum académico más que interesante, pero ha llegado un momento en su vida en el que debe enfrentarse a un auditorio no especializado y solo dispone de tres minutos para explicar en qué consiste la tesis doctoral que está desarrollando. Debe cautivar y convencer si quiere ganar. Así que empieza fuerte y propone un viaje. “Buenos días a todos y bienvenidos al futuro”.

Carmen invita a un viaje en el tiempo. Hasta 2034. Y hace una apuesta muy alta, que reclama toda la atención: ella acaba de recibir el premio Nobel por descubrir una aleación química que permite la creación de un coche ecológico y económico a base de hidrógeno. Detrás, una diapositiva muestra la portada de The New York Times de un día de octubre del 2034 dando cuenta del suceso mundial: “La Comunidad de Madrid gana el premio Nobel por un coche de hidrógeno que cuesta 500 euros”.

Estamos en la final regional de la octava edición del concurso Tesis en 3 minutos, que ha reunido a 23 doctorandos de cinco universidades públicas de Madrid para diseccionar sus trabajos finales frente a un auditorio genérico, en un intento por acercar la ciencia a la ciudadanía y por curtir a los investigadores en el terreno de la divulgación. Los ganadores han mostrado sus dotes para explicarse a través de la metáfora, los ejemplos cotidianos y el abandono del tecnicismo. La inclusión social, el feminismo y la transparencia han sido las motivaciones implícitas de quienes se han llevado los premios.

Y uno de los cinco premiados ha sido Carmen Martínez Alonso, en el área de Ciencias. Es estudiante de doctorado en Química Avanzada de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Esta burgalesa de 26 años ha sido estudiante de Erasmus, máster en alta especialización en plásticos y caucho y becada por el programa FPU del Gobierno central para su doctorado en Madrid. En 2022, fue residente de investigación por seis meses en la Universidad de Stanford, en el corazón de Silicon Valley, tras ser merecedora de una de las siete becas Fulbright, entregadas por los Gobiernos de Estados Unidos y España. ¿Llegará a ser premio Nobel? Habrá que esperar 10 años, pero de momento se lleva los 500 euros en por el premio que acaba de ganar.

Traducir un trabajo de química computacional a un público sin conocimiento en el área, explica Martínez, implica “no centrarse en las fórmulas cuánticas, quitar detalles, quitar nombres raros y hablar con palabras que todo el mundo entiende”. Así lo hizo y en menos de dos minutos y medio, en los que explicó que el problema de los coches de hidrógeno es que el único catalizador existente es el platino, un elemento “que está entre los 10 materiales más caros del mundo”. O al menos así fue hasta “antes de que nosotros ganáramos el Nobel”, continúa la expositora con la analogía.

La conclusión es evidente: Martínez quiere lograr “sustituir el platino de las baterías por otro metal o aleación tan eficiente como el platino, pero más barato”. El método que está experimentando es un sistema de inteligencia artificial que predice las aleaciones de la tabla periódica, mucho más rápido y económico que hacerlo en un laboratorio. Un público atónito se negaba a parpadear durante la intervención.

Su buen desempeño como expositora está relacionado con su formación paralela como filóloga, que la ha moldeado como una amante de las letras tanto como de la ciencia. De hecho, escribe poesía y acude a tertulias literarias desde los 14 años.

Martínez confiesa que siempre se ha interesado por difundir lo que se cuece en los laboratorios e incluso se ha inscrito a cursos de divulgación, aunque en su opinión es algo que “se ve en la comunidad científica como una pérdida de tiempo y a veces de falta de rigor”. “Lo vivo mal porque al final tengo que desdoblarme: si no me dejan que lo haga en mi horario de trabajo, lo hago en mi tiempo libre”, confiesa esta investigadora, que ironiza con el hecho de que agregar “dos colores raros” en una presentación para un congreso científico es motivo suficiente para que ser tomado por “un hippie”.

Ganadores del concurso 'Tesis en 3 minutos", celebrado en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, el 14 de junio de 2024.Santi Burgos

Carmen Martínez protagonizó uno de los grandes momentos. Pero hubo un segundo protagonista, Iván Vázquez Millán, convertido hace pocos días en el octavo doctor sordomudo en la historia de España. Se llevó el premio en el área de Artes y Humanidades por la explicación de su tesis sobre los estereotipos que pesan sobre la comunidad sorda, que recuerda datos como que más del 90% de los materiales en todas las etapas educativas no están adaptadas a la lengua de signos.

Su presentación en lengua de señas envolvió a la sala un silencio viscoso. El público miró dubitativo durante los primeros segundos, antes de que una voz tradujera desde algún punto del auditorio.

―¿Qué pasa, no me estáis escuchando? No me oís. Bueno, pues estáis experimentando lo que viven las personas sordas dentro del ámbito educativo. Ese es el título de mi tesis: Identificación de los estereotipos y prejuicios hacia la comunidad sorda y la lengua de signos: barreras en el ámbito educativo.

Al terminar su participación, el público lo ovacionó en silencio, sacudiendo las muñecas en el aire, tal como él lo pidió por coincidir su participación con el décimo aniversario del Día Nacional de las Lenguas de Signos. Mónica Salomone, periodista de ciencia y una de las integrantes del jurado, ha precisado al finalizar el concurso: “Una cosa que valoramos es la capacidad de generar empatía y vínculo con el público, porque la emoción en el fondo es un atajo para transmitir la información muy rápidamente”.

El jurado estaba formado por profesionales de la comunicación científica, quienes también han puntuado la expresión corporal, la fluidez y la sencillez de la diapositiva de fondo. Fernando Gascón, director de la escuela de doctorados de la UCM —anfitriona de este año—, ha resaltado que el concurso tiene un doble propósito: “Sirve para que la sociedad vea lo que hacemos [las universidades] y, luego, a los propios doctorandos les resulta muy formativo, porque los sacas de su micromundo superespecializado y los obligas a ponerse en el pellejo de un divulgador”.

Estas palabras las avala Jorge Francisco García-Sanmartín, ganador del concurso en el área de Arquitectura e Ingeniería. Este estudiante de 26 años defiende que la divulgación también es un deber deontológico, teniendo en cuenta la financiación pública que mantiene operativos los centros de estudio. “Cualquier investigador tiene la obligación de contar lo que hace para que las personas sepan en qué se invierte su dinero; es un tema de transparencia”.

La iniciativa Tesis en 3 minutos nació en 2008 en la Universidad de Queensland, en Australia, y ha sido replicada en cientos de campus en diferentes rincones del mundo. En Madrid participan las universidades Complutense, Autónoma, Politécnica, Alcalá de Henares y Rey Juan Carlos. Los concursantes han sido segmentados en cinco áreas de conocimiento: artes y humanidades; ciencias sociales y jurídicas; ciencias experimentales; ciencias de la salud; e ingenierías y arquitectura.

En la fase inicial, cada universidad abre un concurso interno en el que los doctorandos compiten por un único cupo para cada una de las categorías. Los ganadores en cada Facultad, pasan a la final regional con sus pares del resto de Universidades. El ganador se lleva 500 euros, los otros cuatro ganadores se llevan 100 cada uno, aunque el dinero parece que es lo que menos importa.

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