Las chicas reclaman un espacio propio para patinar
Una nueva generación reivindica el derecho a salir con la tabla a las calles de la capital, donde cada vez hay más interés por este deporte
Una decena de jóvenes se reúne en Moncloa para recorrer las calles de Madrid sobre sus tablas. Empiezan con un juego. Cada una hace un truco que las demás deben repetir. Si alguna falla, suma una de las letras de la palabra skate, el deporte que las unió hace dos años. Es el turno de Violeta Mirón, de 21 años. La madrileña constituyó lo que considera su segunda familia, el colectivo Shojo. Esta plataforma ofrece visibilidad y apoyo a mujeres y queer que quieren aprender a patinar o llevan años en la escena sin el reconocimiento que merecen. Cuando se conocieron eran pocas las que...
Una decena de jóvenes se reúne en Moncloa para recorrer las calles de Madrid sobre sus tablas. Empiezan con un juego. Cada una hace un truco que las demás deben repetir. Si alguna falla, suma una de las letras de la palabra skate, el deporte que las unió hace dos años. Es el turno de Violeta Mirón, de 21 años. La madrileña constituyó lo que considera su segunda familia, el colectivo Shojo. Esta plataforma ofrece visibilidad y apoyo a mujeres y queer que quieren aprender a patinar o llevan años en la escena sin el reconocimiento que merecen. Cuando se conocieron eran pocas las que se atrevían a ir solas en un parque. Ahora cada vez son más las que se animan a dar el paso: “Hay un boom. Nos escriben muchas chicas que quieren empezar a patinar, pero les da miedo o no saben cómo hacerlo”.
Este grupo representa a una nueva generación feminista e inclusiva de patinadoras que comparten la pasión por la tabla y conservan el espíritu callejero. ¿Qué es ser skater? Las chicas de Shojo lo tienen claro: “Skater es cualquiera que patine”. Sin embargo, según Macarena Magaña, de 22 años, “sigue habiendo gente que se cree que seguimos viviendo en los noventa, que no te cede el turno, te corta, o decide quién es de la escena y quién no”.
Inseguras, cohibidas o impactadas. Así se sentían ellas la primera vez que pisaron un parque rodeadas de chicos a toda velocidad. “Impone mucho al principio cuando eres la única chica. Me monté en la tabla y no sabía ni siquiera subir y bajar de la rampa. Me frustré y me fui”, rememora Mara Agüero. Al estilo de los 2000, con trenzas de colores, pantalones anchos y una camiseta ajustada, se sube a la tabla para probar un nuevo truco. La joven reivindica la importancia de acabar con los estereotipos que desacreditan a las mujeres patinadoras. “Para ser chica patinas muy bien”, recuerda que le dijo un chico en un parque en Legazpi. Su repuesta fue inmediata: “¿Qué pasa, que por ser chica no puedo patinar bien?”.
El grupo ofrece clases colectivas gratuitas a cualquiera que quiera aprender. A Mina Nogueira, de 21 años, la consideran la entrenadora del grupo, porque aprendió a patinar hace cuatro años en las calles de la cuna del skate, California. La joven autodidacta recuerda las dificultades como principiante en Estados Unidos: “Allí son bastante sectarios. Me daba pánico ir al parque, así que entrenaba en el garaje o me levantaba a las seis de la mañana para ir cuando no había nadie”. Cuando regresó a España, conoció a otras chicas con las mismas inquietudes que ella, aunque confiesa que hace unos años encontrarlas en los parques era insólito y se enorgullece de que se estén haciendo un hueco.
Aunque la mayoría de los parques para el skate están en la periferia, como en Tres Cantos o Torrejón de Ardoz, las chicas suelen reunirse en la capital, en lugares como el Arco de Moncloa o la plaza de Santo Domingo. Para la más pequeña del grupo, Agua, de 15 años, la afición va más allá del disfrute. Ha mitigado su sentimiento de soledad, gracias al apoyo de sus compañeras: “Ahora si voy a un sitio puedo tener mi turno para hacer un truco en el bordillo”. Y defiende que ha sido gracias a la mayor presencia de mujeres patinadoras: “Me parece muy triste que tengamos que ganarnos el derecho a tener un espacio”, afirma. “Creo que nos lo deberían dar porque yo a un chico o a otra persona se lo doy”.
La comunidad crece también en las redes sociales. En su perfil de Instagram publican vídeos, fotografías y cuestionarios que comparten con 1.900 seguidores. Sus grabaciones, que apenas duran unos segundos, son el resultado de decenas de intentos hasta capturar una pirueta impecable. El skate se puso de moda entre los jóvenes que subían vídeos virales a Tik Tok durante la cuarentena. “Cuando salimos del confinamiento todo el mundo patinaba”, cuenta Marta Loter, de 20 años.
La patinadora Karla Imbert, de 26 años, tiene una teoría que explica que muchas chicas empezaran a familiarizarse con la tabla durante el encierro: “Tenías un espacio muerto y aprendías a patinar porque así al salir a la calle ya tenías un mínimo nivel con el que te veías más segura”. La joven se queja de que, durante mucho tiempo, las chicas eran señaladas por hacer “postureo para sacarse fotos”. La vasca, afincada en Madrid, pertenece al colectivo Rollitgirl, una iniciativa que nació en Bilbao y que acaba de constituir un grupo de 60 chicas en la capital.
“Si eres un chico te aceptan porque tienes nivel y tienes las mismas referencias. Si eres chica y estás empezando es más complicado”, comenta Magaña. La madrileña explica que la mayoría de ellas empieza a aprender a patinar más tarde que ellos, pero reconoce que esto está cambiando. “Ahora hay colectivos como nosotras por todo el mundo y más mujeres y personas LGTBIQ+ que se dedican a ello profesionalmente”, comenta orgullosa la joven.
Según los datos proporcionados por la Federación Madrileña de Patinaje, de las 12 licencias de deportistas en la temporada pasada, cuatro fueron femeninas. Además, señalan que es un deporte en auge desde que se incluyó como deporte olímpico en los Juegos de Tokio de 2021. Gracias a una comunidad de patinadoras que luchan por crear una escena más inclusiva, cada vez son más las jóvenes que deciden montarse encima de la tabla.
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