El peligro de normalizar el discurso del odio
Cuando un político o tertuliano dice públicamente maricón, moro de mierda o feminazi, está alimentando ese monstruo que culminará en violencia física
En 1948, tras dos guerras mundiales que supusieron la pérdida de millones de vidas, la humanidad decidió dotarse, a través de una carta fundamental, firmada y ratificada sin el voto en contra de ningún país, de una Declaración Universal de Derechos Humanos que deberían hacer que la vida entre los hombres y mujeres de este planeta fuese más cordial y se desarrollase en paz.
Hoy, más que nunca, se hace necesario recordar esta carta Fundamental de Derechos Humanos y la importancia de toda acción que pueda redundar ...
Regístrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
En 1948, tras dos guerras mundiales que supusieron la pérdida de millones de vidas, la humanidad decidió dotarse, a través de una carta fundamental, firmada y ratificada sin el voto en contra de ningún país, de una Declaración Universal de Derechos Humanos que deberían hacer que la vida entre los hombres y mujeres de este planeta fuese más cordial y se desarrollase en paz.
Hoy, más que nunca, se hace necesario recordar esta carta Fundamental de Derechos Humanos y la importancia de toda acción que pueda redundar en el beneficio común de la sociedad en la que vivimos y en la que, gracias a los medios de comunicación y a las redes sociales, se puede saber y conocer al detalle lo que sucede en cualquier ciudad del mundo, creando sociedades interrelacionadas.
El ser humano es capaz de ser solidario e inclusivo, pero a la vez puede cometer actos de injusticia. Ambas caras forman parte de la misma persona, pero queremos que la cara de la solidaridad sea fortalecida y la del extremismo y las injusticias sea erradicada y para conseguir este objetivo, es necesario el trabajo en red, la colaboración entre personas e instituciones y la solidaridad.
Uno de nuestros principales retos es afrontar que la normalización del discurso del odio está provocando una normalización del extremismo que refuerza el odio al “diferente” y desencadenan en violencia.
Las agresiones y asesinatos que se están llevando a cabo contra las mujeres, el colectivo LGTBI y las personas de origen extranjero, no son casos aislados ni surgen de manera espontánea o casual.
España ha alcanzado un nivel preocupante de discurso del odio. Desde algunos programas de televisión y desde la tribuna de muchos ayuntamientos, parlamentos autonómicos y del Congreso se lanzan discursos y proclamas de odio al diferente sin que seamos conscientes de que ese discurso no solo afecta al diferente, sino que socava profundamente los valores democráticos sobre los que se sostiene nuestra sociedad.
Alarmante es la situación de Madrid, con un aumento de un 50% de delitos de odio desde 2016, y donde la presidenta Ayuso no ha sido capaz de hacer nada, ni siquiera una reunión
Alarmante es la situación de Madrid, con un aumento de un 50% de delitos de odio desde 2016, y donde la presidenta Ayuso no ha sido capaz de hacer nada, ni siquiera una reunión.
El discurso del odio tiene repercusiones más allá de las inminentes que se puedan dar en el insulto o la agresión. La acción de odio no se limita a ese instante, sino que también va creando un poso en el resto de la sociedad que provoca que algunas personas no consideren al otro como un igual, sino como un culpable, un chivo expiatorio y al que poco a poco se le va deshumanizando para no sentir empatía ni remordimiento ante los ataques que pueda sufrir.
Cuando un político o tertuliano dice públicamente maricón, moro de mierda o feminazi, está alimentando ese monstruo que culminara en violencia física.
A lo largo de toda la historia hemos podido comprobar que la suerte de los minoritarios fue un indicio revelador de un problema más extenso que afecta a todos los ciudadanos de un país y a todos los aspectos de su vida social y política y si seguimos permitiendo que en nuestra sociedad se normalice el discurso del odio y las minorías sean agredidas, padezcan discriminación y persecución, veremos cómo todo se corrompe, se pervierte y nuestra sociedad empeora.
Si tenemos en cuenta esta posibilidad de prever la violencia, atajando inicialmente el discurso de odio y posteriormente con la intervención social, podremos alcanzar un equilibrio en unas sociedades diversas y prosperar más con la riqueza de la diversidad que las conforma.
Por ello, tanto instituciones, como partidos políticos y sociedad civil, debemos atender estos retos con la máxima celeridad. Por Younes, por Samuel y por todas las víctimas de delitos de odio.
Mohammed Azahaf es coordinador Federal Sectorial Participación y Diversidad del PSOE.
Suscríbete aquí a nuestra newsletter diaria sobre Madrid.