La noche de los desahuciados: cuando casi 7.000 jóvenes se juegan quedarse en casa sin poder estudiar

Más de 5.000 adolescentes se quedan sin poder aprender un oficio en la educación pública

Los padres de Ana junto a ella, de espaldas, en las puertas del instituto Federica Montseny.Víctor Sainz

La noche de los desahuciados empezó con mal presagio en Madrid. Si había que guardar cola a la intemperie, del cielo caía un aguacero acompañado de rayos y truenos. Pero, para muchas familias, el objetivo valía la pena: conseguir que su hijo pudiera tener derecho a una plaza para estudiar un curso de Grado Medio en la Formación Profesional. Para que aprenda un oficio. Para que no se quede un año en blanco convertid...

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La noche de los desahuciados empezó con mal presagio en Madrid. Si había que guardar cola a la intemperie, del cielo caía un aguacero acompañado de rayos y truenos. Pero, para muchas familias, el objetivo valía la pena: conseguir que su hijo pudiera tener derecho a una plaza para estudiar un curso de Grado Medio en la Formación Profesional. Para que aprenda un oficio. Para que no se quede un año en blanco convertido en alguien sin aspiraciones siendo un adolescente. El pasado mes de julio, 6.938 jóvenes se quedaron sin plaza en la educación pública. El 1 de septiembre era la última oportunidad.

El sistema para acceder a unos estudios era ahora muy simple: las plazas disponibles se otorgaban por riguroso orden de llegada una vez se abriera la ventanilla del centro educativo. Así que el escenario era el previsto: hacer cola de madrugada para asegurarse la plaza, justo lo que hizo la familia de Ana, una chica de 17 años de Fuenlabrada, que a pesar de las lluvias torrenciales decidió pasar la noche en la puerta del instituto para asegurarse el primer puesto de la cola. Tuvo suerte y se quedó con la única plaza que quedaba. Pero son pocas las Anas. Las 2.816 plazas disponibles dejaban fuera del sistema a más de 5.000 adolescentes cuya única perspectiva sería perder un año, lamentarse, deprimirse o preguntarse por qué el sistema público les obliga a renunciar a otro tipo de futuro, salvo que pase por taquilla y abone un centro privado. ¿La diferencia? El público en el grado medio no cuesta prácticamente nada (en el superior unos 400 euros al año) y el privado depende de la especialidad, pero puede llegar hasta los 7.000 o 10.000 euros.

Las historias de estos chavales que quieren estudiar y no pueden por falta de plazas mezclan la angustia personal y la de sus padres, un primer paso para reflexionar sobre lo complicado que se está poniendo su futuro. El lunes que viene habrá otra carrera similar para acceder a un curso del Grado Superior. Serán entonces unos 18.000 los que buscarán colarse en el sistema y conseguir una de las 2.218 plazas libres que quedaron en julio. La mayoría de las vacantes corresponden a profesiones relacionadas con la industria, la mecánica o los servicios de producción, las menos solicitadas.

La historia positiva. Es la de Ana, que en realidad no se llama así pero sus padres prefieren mantener su nombre en el anonimato. Cuando formalizaron ayer la matrícula descansaron por fin, aliviados. Había tenido que esperar a que llegara septiembre para encontrar plaza en el ciclo de Gestión Administrativa de un Grado Medio. En julio formó parte de los “desahuciados de la pública” y su vida se congeló. “Me puse a llorar sin parar”, reconoce ahora. Con una media de siete en Educación Secundaria Obligatoria (ESO), la adolescente no se imaginaba un año en blanco. Y se lo tomó como un verdadero drama.

La Comunidad de Madrid insiste en que ha aumentado las vacantes en la pública pese a que CC OO le acusa de haber suprimido un 22% en la última década. La Administración se defiende con los datos de los dos últimos cursos académicos para sacar pecho y asegura que la oferta general (en el Grado Básico, Medio y Superior) ha aumentado un 7,60% y un 11,50% respectivamente.

Pero volvemos a la noche de Ana. Eran tantos los fantasmas en la cabeza de la adolescente que había tenido que espantar durante el verano, que sus padres querían asegurarse que con la luz del día llegaría el momento de estampar la rúbrica de la matrícula.

Por eso se adentraron en la madrugada, aunque la noche se convirtiera en un infierno para la familia, que llegó a las doce de la noche para ponerse la primera de la cola. Truenos, rayos y un diluvio casi universal cayeron durante horas mientras se refugiaban en el coche, que decidieron aparcar en la misma puerta del IES Federica Montseny, subido a la acera, para que quedara claro que en caso de formarse una cola, habían llegado los primeros.

Ana iba escoltada por su madre, E. T, de 46 años, y su padre, M. S., de 52. Llevaron mantas, almohadas y el móvil para entretenerse. “Está frita en el asiento trasero”, escribió la mujer en el momento en que el agua más arreaba contra los cristales. Eran las 5.53 de la mañana. Todavía quedaba un rato para las 8.30, momento en que la secretaría del centro abriría sus puertas.

Otra familia esperaba justo detrás, en otro coche. No estaban solos, pensaron. Ni locos tampoco. Si no hubieran ido tan pronto, Ana hoy no sabría qué hacer con su vida.

El esfuerzo de Ana tenía un origen claro. A los 15 años asistió a una charla en el instituto sobre el grado de márketing y publicidad en FP. “Era un señor que había colaborado con L’Oreal y con otras marcas y me atrapó lo que contaba y su trabajo”, recuerda. Ana preguntó todo lo que se le ocurrió y salió de aquella charla “iluminada”. “Lo tuve claro, se me despejaron todas las dudas y supe que quería hacer eso”.

La mañana de ayer, por tanto, no pudo ir mejor para ella. “Mis padres no se podían permitir una privada”, lamentaba. Tuvo suerte y la buscó. Solo había 2.816 plazas para los 6.938 estudiantes que se quedaron en el limbo y una se la quedó ella.

La historia negativa. Alba Martínez, de 23 años, tuvo sensaciones parecidas a las de Ana en otro punto de la región, en Vallecas, en el sur de Madrid, cuando en julio vio de nuevo cómo le cerraban la puerta ante las narices. Su vida no llegó a congelarse porque tiene un trabajo de recepcionista por el que cobra 700 euros y con el que debe pagar el alquiler de su casa. Así que siguió yendo al centro cultural a descolgar el teléfono mientras intentaba asumir que volvía a quedarse sin futuro.

El no retumba en su cabeza cada vez que lo piensa y ha optado por pensarlo cada vez un poco menos. Ella lleva cuatro años intentando conseguir una plaza en el ciclo de Auxiliar de Enfermería y los cuatro se ha quedado fuera. “En la FP privada, imposible. No me lo puedo permitir. Mi madre y yo vivimos de mi sueldo”, lamenta.

Alba tuvo claro desde que era pequeña que quería dedicarse a algo relacionado con la rama sanitaria. Estuvo ingresada mucho tiempo en el hospital debido a complicaciones con una diabetes que sufre desde niña y supo lo que le gustaba. Pero se ha topado con un sistema que la rechaza una y otra vez a pesar de que la Administración asegura que invierte en plazas públicas en función de la oferta y la demanda.

Lo cierto es que Alba es de las que más difícil lo tiene. Los datos revelan que las familias profesionales con mayor déficit de plazas son, curiosamente, las que mayor demanda han tenido en plena pandemia: cuidados auxiliares de enfermería, emergencias sanitarias y farmacia.

Ayer lo intentó de nuevo, en la carrera del “sálvese quien pueda”. Pero volvió a irse a casa sin nada. “No sé qué hacer ya, la verdad. Igual hago un curso para prepararme un examen para acceder al grado superior, pero me da que están igual. Al final, parece que estoy destinada a vivir siempre con 700 euros”.

Una furgoneta anuncia cursos privados de FP en Leganés.

La historia del interrogante. A Nacho Lobato, de 20 años, le tocará lidiar el lunes que viene desde Aranjuez, al sur de Madrid, con la pelea por llegar antes a un centro que un contrincante que quiera su misma plaza. Es lo que contaban ayer varias personas que madrugaron para tentar a la suerte. Se habían convertido en rivales. La tensión se palpaba en el ambiente y algunos, los más adelantados en las colas, notaban las miradas fijas de los que habían llegado más tarde, como si les acusaran a ellos de que no hubiera plazas suficientes para todos.

Nacho prefiere no hablar sobre el tema. Cree que hay poco que hacer y que nada va a solucionar lo que pasa. Su madre, Yolanda Martínez, lo define como un chico tímido, reservado y que se hunde fácilmente. “Estoy como en medio de un mar. ¿Hacia dónde tiro? ¿Qué hago?”, le pregunta a ella, que no sabe qué responderle. A pesar de todo está orgullosa de que tenga las ideas claras. Quiere hacer el ciclo de Integración Social porque cuando estudió el grado medio realizó unas prácticas con personas con discapacidad y ancianos de una residencia y descubrió que le gusta echar una mano. Por eso se niega a encaminar su vida hacia trabajos basura que le hagan tremendamente infeliz. “Lo que me parece la leche es que este sistema sea así, como la jungla. Todos a correr. Es como en las películas cuando echan una moneda y todos los pobres se pelean por ella”, comparte Yolanda, la cabeza de una familia monoparental con tres hijos. Recepcionista en residencias de ancianos, anteayer se quedó en paro, así que la opción de la privada le provoca risa.

El pasado 26 de mayo, el Consejero de Educación, Enrique Ossorio, anunció que destinaría 18,5 millones de euros en becas para que los alumnos que quieran tengan acceso a la privada. El problema, explicó después Luis García, vicepresidente de la asociación de directores Adimad, es que las becas oscilan entre los 400 y los 3.000.

Por eso ayer a varias familias de Leganés no les sentó bien que justo cuando estaban peleándose por una plaza en la pública, una furgoneta con publicidad para la FP privada estuviera aparcada allí, en la calle Maestro, a un minuto de la Dirección de Área Territorial Sur, el Servicio de Atención Educativa y muy cerca del IES Pablo Neruda, donde se vieron varias escenas de nervios. Allí estaba quieta, con imágenes de jóvenes sonrientes, como captando a los restos de un sistema que no les admite y les expulsa.

García: "Hay que anunciar sobre lo menos demandado"

Que para conseguir plaza en septiembre se deba participar en una carrera tiene sus defensores y sus detractores. Luis García, vicepresidente de Adimad y director del instituto de FP Puerta Bonita, explica que se ha hecho así toda la vida y la explicación está en una cuestión muy sencilla: quedan “los restos”, por lo general las plazas que nadie quiere y lo más fácil para el sistema es hacerlo de esta manera. Lo que sí hay que hacer, recuerda, es ampliar la oferta educativa de una formación que cada vez tiene más adeptos y que, además, tiene excelentes salidas profesionales. Para rematar, dice, la Administración debería invertir “en informar mejor sobre las especialidades menos demandadas”.

Entre ayer y hoy, los alumnos de Grado Superior que se matricularon erróneamente por un fallo del sistema —al hacerse telemáticamente se produjeron muchas solicitudes duplicadas— serán reubicados y llamados para que se matriculen mañana. Los que no reciban la llamada, tendrán que llegar el lunes los primeros a la cola.

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