Una ‘mirona’ de átomos que hizo desaparecer dientes negros de Etiopía

Isabel Díaz es la química que ideó una tecnología capaz de limpiar el agua llena de fluoruro que bebían miles de personas en el valle del Rift

Isabel Díaz, química e investigadora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que ideó una nueva tecnología que potabiliza agua en Etiopía.César Hernández

Cuando la química Isabel Díaz (Zaragoza, 48 años) vio aquellos dientes negros por primera vez, en tantas personas en un mismo lugar, entendió que había un problema. También se cruzó con niños con las piernas dobladas y mujeres con la espalda convertida en un ángulo de 90 grados. Era 2005 y visitaba por primera vez los pueblos que se ubican en el valle del Rift, en Etiopía. La causa de todos los males provenía del mismo sitio: el agua. Esta investigadora, que había pasado toda la vida con los ojos pegados a un microscopio, tenía la solución.

“Los pozos de esa zona están contaminados de f...

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Cuando la química Isabel Díaz (Zaragoza, 48 años) vio aquellos dientes negros por primera vez, en tantas personas en un mismo lugar, entendió que había un problema. También se cruzó con niños con las piernas dobladas y mujeres con la espalda convertida en un ángulo de 90 grados. Era 2005 y visitaba por primera vez los pueblos que se ubican en el valle del Rift, en Etiopía. La causa de todos los males provenía del mismo sitio: el agua. Esta investigadora, que había pasado toda la vida con los ojos pegados a un microscopio, tenía la solución.

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“Los pozos de esa zona están contaminados de fluoruro que causa graves afecciones en los huesos y en los dientes, perjudica sobre todo a las mujeres que además son las que se tienen que hacer cargo de los discapacitados”, explica la científica del Consejo Superior de Investigaciones Cientificas (CSIC) al teléfono. En aquel primer viaje a Etiopía se dedicó a hacer lo que ella llama “turismo científico” y recaló en la Universidad de Adis Abeba. Allí conoció a un catedrático y se propuso colaborar con él en una solución para el problema de la flurosis, la enfermedad que causa la presencia de esa sustancia. “Yo había aprendido mucho viendo átomos toda mi vida, desde Japón hasta Estados Unidos, pero no había encontrado el modo de ayudar a la sociedad. Así que me pateé los pueblos en los que azotaba la fluorosis”, relata.

Tras años de investigaciones entre ambos países, en 2010 decidió embarcar a su marido y sus dos hijos e instalarse en Etiopía. “Me di cuenta de que si yo quería hacer algo útil, había que hacerlo en primera persona”, sentencia. En esta zona, el 41% de las fuentes de agua tiene una concentración de fluoruro que excede el límite establecido por la Organización Mundial de la Salud (OMS). “La gente normalmente se va a Harvard para avanzar en su carrera, yo decidí irme a Adis Abeba”, bromea ahora, cuando el tiempo le ha mostrado que fue una decisión correcta. “He llegado a la conclusión de que lo que realmente puedes hacer por la sociedad es precisamente lo que sabes hacer. No hace falta necesariamente un voluntariado”.

Ya en terreno, concluyó que la solución al problema también estaba en las rocas. Se llamaba zeolitas, un mineral abundante en la zona que no se había explotado hasta entonces. “Los filtros hechos con este material atrapan el fluoruro y el agua deja de ser tóxica”, explica la científica, formada en la Universidad Autónoma de Madrid. Su equipo en Madrid y el de Etiopía utilizaron nanotecnología para modificar químicamente las zeolitas y que cumplieran su cometido. Y el resultado fue positivo.

Esta se convirtió en la primera patente de la Universida de Adis Abeba, compartida con el CSIC. Su trabajo ya estaba hecho, pero quiso ir más allá y llevar el resultado de las investigaciones al país en el que había nacido todo. El siguiente paso para que eso se materializara sucedió en 2013, cuando una empresa de Canarias, donde también está presente está enfermedad que ya ha obligado a cerrar varios pozos, leyó la noticia de EL PAÍS en la que anunciaban la patente de la solución. Tagua S.L. adquirió los derechos de explotación y comenzó con la fabricación comercial de estos filtros.

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En 2019 se inauguraron por fin las dos plantas potabilizadoras gracias a la ONG Amigos de Silva. Del mantenimiento se encargan los padres salesianos italianos que cuentan con proyectos en la zona. “A cada paso que hemos dado, se han involucrado más actores para conseguir que esto sea sostenible”, apunta Díaz. Estaba previsto que las dos plantas abastecieran en un principio a 3.000 personas. Pero cada día consumen agua potabilizada gracias a ellas unas 6.000. “Se extendió la voz y empezaron a llegar vecinos de más pueblos”, indica la científica.

El camino ha sido largo. “La parte científica es casi la más sencilla, lo más complicado es cuidar tu salud mental para poder levantarte cada vez que algo sale mal y seguir luchando”, asegura la química. En cuanto se relajaron las restricciones de viaje, en abril de este año, Díaz se metió en un avión y viajó de nuevo a Etiopía. Le aguarda el siguiente nivel: renovar los filtros y reutilizar las zeolitas que han atrapado el fluoruro. “Vamos a demostrar que se pueden aprovechar para acondicionar los suelos agrícolas porque es un buen amortiguador de la humedad”, puntualiza. Y aún va más allá: “Aspiro a que esto llegue a países como India y México”. Ambos proyectos están en marcha.

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