El origen del fenómeno de Ayuso en los bares: “Si fuera de Podemos, la habría votado igual”
Cerca de 270.000 familias viven de la hostelería en la capital. “Aquí se han salvado 11.000 empleos por sus políticas”, cuenta Juan José Blardony, el representante de los bares madrileños
No es una iglesia. La Parroquia es un bar de unos 30 metros cuadrados que se ubica en los alrededores de la calle de Ponzano, donde en apenas un kilómetro se juntan 72 tascas que abren de lunes a domingo. “Es la calle más efervescente de la capital”, según Lonely Planet, la mayor editora de viajes del mundo. La Parroquia es un bodegón madrileño de pura cepa. Aquí se come de rechupete. Jamón de bellota a 24 euros, perdices escabechadas a 17, coquinas de Huelva a 15. Todo es de España, como la decoración...
No es una iglesia. La Parroquia es un bar de unos 30 metros cuadrados que se ubica en los alrededores de la calle de Ponzano, donde en apenas un kilómetro se juntan 72 tascas que abren de lunes a domingo. “Es la calle más efervescente de la capital”, según Lonely Planet, la mayor editora de viajes del mundo. La Parroquia es un bodegón madrileño de pura cepa. Aquí se come de rechupete. Jamón de bellota a 24 euros, perdices escabechadas a 17, coquinas de Huelva a 15. Todo es de España, como la decoración: más de 20 banderas y banderines rojigualdos, barriles nacionales, bufandas de la selección... Hay también un retrato del mítico madrileño Lucio, la institución en mayúsculas de los huevos rotos: “Para Pablo, que le gusta comer como Dios manda”. Pablo Gallego es el jefe de La Parroquia. Sirve cañas tras la barra con una mascarilla que, por supuesto, incluye un pin de España:
― No hay duda de que usted es español.
― Como tiene que ser.
Gallego sorprendió a sus clientes el pasado 10 de marzo. Este zamorano de 50 años, que sirve tapas en Madrid desde los 90, subió a su casa aquella mañana, encendió el ordenador, se metió en el perfil de Facebook de Isabel Díaz Ayuso, imprimió dos fotos suyas a tamaño folio y las estampó tras la barra del bar. “Lo hice tras escuchar que adelantaba las elecciones”, cuenta. “A esta señora le debo estar abierto con el coronavirus. Sobrevivo gracias a ella, es así de sencillo y por eso puse sus fotos”. Los comensales y bares de alrededor creen que este fue el primer bar de la zona en lanzar al mundo este ayusismo hostelero. Tras él, una docena de negocios han seguido sus pasos con pegatinas en las puertas: “Ayuso somos todos. ¡Gracias por cuidarnos!”. Algunos, según cuentan los dueños de los locales, fueron promovidos por clientes afines al PP.
Esta mezcla de fanatismo y admiración hacia la presidenta crece cada día en Madrid gracias al eco de los medios de comunicación. En la céntrica plaza de Cascorro se han inventado hasta el plato Papas a lo Ayuso como agradecimiento. “Lleva muchos huevos”, explica Paco Garrido, el dueño. Otra pizzería del centro ha inventado la pizza Madonna Ayuso, que incluye mozzarella de búfala. ¿Es Ayuso la nueva reina de los bares?
Tirar una caña en Madrid es una cuestión política desde el inicio de la pandemia. La hostelería es uno de los sectores que más empleos ha generado en España en los últimos años. En la capital son cerca de 270.000 familias las que viven gracias a este negocio, que aporta el 4,6% del PIB a la ciudad. El equipo de Ayuso apostó por ellos desde el pasado mayo como antagonismo al zarpazo del coronavirus en la ciudad. Si el resto de comunidades los cierra, Madrid los abre. Siempre.
“Gracias a vosotros no perdemos la identidad”, les dice a los hosteleros a menudo. Por prometer, Ayuso les prometió hasta la vacuna antes que nadie. “Hemos analizado la posibilidad”, dijo en febrero. La realidad es que esta decisión no depende de ella, sino del Ministerio de Sanidad, pero el engranaje propagandístico de la Comunidad desliza lo que todos los camareros quieren escuchar. “Ayuso ha levantado Madrid”, observa el camarero del Museo don Jamón de la Plaza Mayor, Eusebio Mejía. “La última vez no voté, pero ahora sí”, recuerda este mostoleño de 43 años. “De aquí —apunta con la mirada al negocio― comemos todos. Mi hija vota ahora por primera vez y ya me ha dicho que también va a votarla”. En la treintena de bares y las asociaciones de hosteleros de barrios consultados, el voto está decidido: “Ayuso, claro”.
No hay semana sin que la presidenta entre a un bar, suba a una foto a sus redes, se reúna con el sector o lance guiños a los camareros. El 26 de marzo fue el culmen. Ayuso colgó un vídeo de 54 segundos en sus redes sociales. Las imágenes mostraban un auténtico anuncio castizo de colesterol: huevos, churros, patatas, cervezas. Camareros y cocineros se plantaron frente al objetivo: “Juntos saldremos adelante”. “Estamos más vivos que nunca”. El vídeo llevaba una frase de eslogan: “Madrid es libertad”.
El PP se ha apropiado de lleno de la palabra libertad y la ha llevado a su eslogan de campaña. La equipara a algo tan sencillo y español ―pero prohibido en muchas comunidades― como tomarse una caña en una terraza. Venden las ganas y la ilusión de vivir de la era prepandémica. Y sin embargo, Madrid es la única región que no ha impulsado ayudas directas a los hosteleros. Ayuso les ofrece usar la terraza y el interior que ya todos tienen, simplemente.
El escritor Xoan Tallón recuerda en el libro de crónicas Mientras haya bares: “Un pueblo que pierde la capacidad para convocar una reunión alrededor de la barra de un bar es un pueblo muerto. Da igual que aún tenga habitantes. Como pueblo, es un cadáver”. Madrid es el anhelo del resto de las provincias. Una pica en Flandes. Sirva como ejemplo que El Diario de Burgos llevó a su portada hace unos meses una foto de un camarero de la ciudad que portaba una pancarta: “¡Ayuso presidenta!”.
La región es el bastión de la hostelería en España. La patronal está encantada con ella. “Ha apoyado a la hostelería como nadie”, dice el presidente nacional de los hosteleros, José Luiz Yzuel. El representante de los bares madrileños, Juan Luis Blardony, cuenta que “se han salvado 11.000 empleos por sus políticas”. Y añade: “No ha habido ayudas, pero es que la mejor ayuda es que estemos abiertos. Lo de los carteles a su favor es algo humano. Hay que ponerse en la piel de un empresario que tiene a muchos trabajadores en el ERTE”.
Los datos están ahí. El impacto de la hostelería en Madrid es descomunal. Si el presupuesto de toda la región ronda los 20.000 millones de euros, la facturación hostelera recaudó en 2019 cerca de 16.500. Dos años después, la pandemia ha hundido las ventas a la mitad. Uno de cada tres trabajadores que está en ERTE en la comunidad son de la hostelería y uno de cada cinco restaurantes, casi 7.000 de los 19.300 que existen, han cerrado desde el inicio de la pandemia. Y muchos negocios del centro consultados se quejan de la licencia de terrazas, donde, según datos del sector, solo cuatro de cada diez disponen de una.
En Chamberí, el barrio donde vive la presidenta y donde el PP sacó casi un 40% de los votos en las pasadas elecciones, Jaqueline regenta el bar Vagalume. Dominicana de 41 años con nacionalidad española, acudirá a votar por primera vez el 4 de mayo. “Es la primera vez en mi vida que yo me aprendo el nombre de la presidenta de la Comunidad de Madrid”, ríe. “Cuando estuvimos cerrados tres meses, me jodí viva. Tuve que pedir un préstamo. Yo no quiero ayudas, quiero trabajar”. José Nieto, de 56 años, tiene cinco locales en la calle de Ponzano: “Si mañana esta chica se hubiera presentado por Podemos, la hubiera votado igual. No es el PP, es ella”.
Es muy difícil encontrar bares que se salgan de la corriente ayusista. “¿Sabías que gracias al capricho de convocar elecciones se han frenado 600 millones de ayudas?”, pregunta el dueño del bar La Lata Daniel Carames, de 42 años. “Es una hartura ver cómo la han proclamado la patronal de los bares. ¡Y no ha hecho nada!”. Carames colocó tres carteles en el cristal de su negocio de La Latina hace 10 días: “Lo sentimos... si en algo nos equivocamos, la culpa es de Ayuso”. La respuesta se viralizó de inmediato. Vecinos de izquierdas, medios de comunicación y nuevos clientes han peregrinado estos días al local como si fuera La Meca del antiayusismo.
A cinco minutos de aquí, el sevillano Manuel Moreno es el dueño de la cervecería La Carpa, donde es muy asiduo su vecino Joaquín Sabina. “Ayuso es una tía que está haciendo muchas cosas”, explica a sus 73 años mientras ordena una comanda de tres cañas. “Claro que la voy a votar, pero no sé si mi hijo hará lo mismo porque me ha salido raro”.
— ¿Comunista?
— No hombre, tanto como eso no.
— Pues Ayuso quiere la vacuna de Putin…
— ¡Pues yo no me pongo esa ni loco!