“En esta casa vivió entre 1797 y 1803 el músico Luigi Boccherini y en ella compuso su zarzuela Clementina”. Me paro en el número 26 de la calle de la Madera, atentamente leo la placa, con su oso y su madroño coronándola. Ahora la puerta está llena de grafitis molones, quedan restos de las guirnaldas que decoraban el confinamiento en Malasaña y en los minúsculos balcones se acumulan algunas mesitas y hasta escaleras de mano.
¿Qué compondría esta noche Boccherini? Material no le faltaría. Ese Madrid que a ...
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“En esta casa vivió entre 1797 y 1803 el músico Luigi Boccherini y en ella compuso su zarzuela Clementina”. Me paro en el número 26 de la calle de la Madera, atentamente leo la placa, con su oso y su madroño coronándola. Ahora la puerta está llena de grafitis molones, quedan restos de las guirnaldas que decoraban el confinamiento en Malasaña y en los minúsculos balcones se acumulan algunas mesitas y hasta escaleras de mano.
¿Qué compondría esta noche Boccherini? Material no le faltaría. Ese Madrid que a Ayuso le suena mucho a Depeche Mode, INXS y Pet Shop Boys. A Ángel Gabilondo le han colocado los suyos propios lo de “soso, serio y formal” de Loquillo. Él sonríe y le echa swing. Ay, Edmundo Bal también se inspira en este roquero y se pone a toda mecha En las calles de Madrid. Al de Cs le han quitado su moto estos días y su equipo le obliga a ir en furgoneta. Cuando pocos le ven, se planta su chupa de cuero y su camiseta de los Rolling, sin olvidarse de Metallica y Elvis Presley. Esto va de sonidos potentes, y Pablo Iglesias mete caña para inspirarse con canciones de Reincidentes. Un, dos, tres, ¡va! A Mónica García se le van los pies con Racalmuto y le pirra Como yo te amo, versión de Niños Mutantes.
De placa en placa, esa fascinante anatomía residencial. En el número 20 de la Gran Vía estampó otra el Ayuntamiento: “En esta casa estuvo de 1939 a 1990 el estudio-museo Alfonso, sede de grandes fotógrafos de la vida madrileña”. Hoy sus carretes reventarían revelando imágenes como la de Ayuso mirando a un maniquí en el hospital 12 de Octubre o la de la vecina en Vallecas y su pancarta ‘emoji’ detrás de Santiago Abascal. No faltarían los retratos ‘astrazenequeros’ a las puertas del Wanda y del Zendal.
A sus espaldas, entre las calles Clavel y Reina, nadie repara en otra de las placas, escondida entre vallas de obra. Reza: “En este lugar estuvo el palacio Masserano, donde vivió Víctor Hugo entre 1811 y 1812”. Tampoco quedan tan lejos Los miserables del Madrid de hoy. Seguro que al genio francés lo hubieran contratado para idear eslóganes, aunque no sabemos si habría tenido esa idea de “comunismo o libertad”. Un momento: ahora en el cartel se ha quedado solo la “libertad”. Que esto va de polarización.
Unos pasos más allá, en la calle Alcalá, aguarda otra placa que ilustra: “Aquí estuvo la iglesia del convento de San Hermenegildo donde Lope de Vega cantó misa en 1614”. Qué maravillas habría hecho con los secundarios que pueblan la campaña estos días, cada uno a su estilo, de Toni Cantó a Alejandra Jacinto pasando por César Zafra, Eduardo Rubiño y Hana Jalloul. Apunten, apunten este último nombre, no paran de repetirlo en Moncloa y Ferraz de cara al futuro. Placa a placa, siguiendo las huellas de la ciudad. Las de hoy son todavía cicatrices.