El bolso de lujo que nació de un maletín para violines
Luis Negri, argentino afincado en Madrid, ha creado una empresa de baúles y bolsos de lujo a partir de su experiencia musical
Ha vivido por medio mundo. Ha viajado por el otro medio. Ha hecho negocios en las dos partes. Pero dice Luis Negri (Argentina, 53 años) que la decisión de asentarse en Madrid le sale directamente del corazón. “Porque no hay sitio para vivir como Madrid”, cuenta con los ojos brillantes este hoy creador de bolsos de lujo, sentado ante un café en una mullida butaca del luminoso patio central del hotel Palace. Llevará solo cuatro años en la capital, pero está claro que se...
Ha vivido por medio mundo. Ha viajado por el otro medio. Ha hecho negocios en las dos partes. Pero dice Luis Negri (Argentina, 53 años) que la decisión de asentarse en Madrid le sale directamente del corazón. “Porque no hay sitio para vivir como Madrid”, cuenta con los ojos brillantes este hoy creador de bolsos de lujo, sentado ante un café en una mullida butaca del luminoso patio central del hotel Palace. Llevará solo cuatro años en la capital, pero está claro que se ha hecho con lo mejor de ella rápidamente.
La de Negri es una vida insólita que ha dado como fruto una profesión insólita de raíces artesanas. Nacido cerca de Dusseldorf, Alemania, donde su padre acudió a realizar unas prácticas con un prestigioso médico, con nueve meses volvió a la Argentina de sus progenitores. “Hoy ya soy un poco de todos lados”, sonríe este hombre tranquilo y hablador, que asegura que una de las cosas que más le gusta de su vida y de su oficio es “conocer gente nueva y aprender de ella”: “Alguno me ha cambiado la vida, me permite absorber cosas y aprendo una visión fuera de mí mismo”.
Lo que realmente le cambió la vida fue una profesión que eligió. Luis Negri es malletier, es decir, maestro fabricante de maletas y baúles. Estudió Economía, pero sabía que solo era la base para algo más. “De niño aprendí a tocar el violín y aún lo estudio”, explica. La música estaba muy presente en su casa: su hermano es violinista profesional. Y cuando estudiaba, de forma casual, le llegó la inspiración. “En las típicas conversaciones de chicos de 17, 18 años de ‘a ver cómo puedo buscarme la vida’. Mi hermano había venido de París de estudiar y había traído un estuche francés. En Argentina no había nada así y me dijo que por qué no lo hacía. Ahí empecé”. La cosa no se dio mal, pero quedó en un experimento. Pero entonces él decidió seguir a su hermano, que estaba en un conservatorio profesional en Lübeck, Alemania. “Me fui allí con 22, 23 años. No hablaba alemán. Buscándome la vida, porque no me daban trabajo en ningún lado, me dije: ‘Voy a hacer un estuche de violín”. Empezó a dar clases de español para sobrevivir y con un puñado de dólares convertido en marcos alemanes fabricó un estuche. Tardó más de tres meses porque hizo todos los moldes con sus propias manos y el textil lo remendó con una máquina de coser familiar. Un alumno del conservatorio se lo compró y, aunque bien pagado, a él no dejó de darle cierta pena. “Me quedé mirando los billetes y a mi baby que se iba con él... Me rearmé y pensé en invertirlo y hacer dos más”, rememora.
Esas dos muestras que hizo con lo ganado logró colocarlas en una prestigiosa tienda de Londres gracias a un contacto del conservatorio. “En dos semanas me llamaron, que habían vendido uno a un cliente árabe por 3.000 euros. ¡De pronto era rico! Con ese dinero me compré mi primera máquina de coser industrial y ya armé mi pequeño taller”, explica. “Todo ese bagaje es el que hace hoy que seas profesional, es decir, poder dominar los materiales con los que trabajas”.
Cuenta Negri que a él le hubiera “encantado trabajar con un fabricante profesional”. “Pero me lo tuve que experimentar todo solo”. Eso le hizo abrir un primer taller en Alemania, pasar por Valencia, volver a su Argentina natal, residir un tiempo en Cremona (Italia) —cuna de los stradivarius—, vivir una temporada en Vigo... hasta establecerse en Madrid. “Lamento no haber conocido antes España”, reconoce. Fue en Buenos Aires cuando le llegaron los primeros pasos en la moda: sus estuches para violines reconvertidos en fundas para botellas de vino. A partir de ahí llegaron los encargos y la idea de reconvertirlos en bolsos.
“En la funda de violín, la estrella es el violín. Pero el bolso en sí es mágico. Permite una libertad creativa sin límites”, explica. Los suyos son pequeñas cajas, micromaletines, forrados de las más suntuosas pieles venidas de todo el mundo y con detalles como un espejo dentro de la tapa, herrajes muy cuidados o esquineras doradas. Sus cuidadísimos baulettos, como los denomina, son ligeros, pesan apenas 400 gramos (aunque también fabrica un formato más grande) y en ellos cabe lo necesario. Los precios oscilan de los 475 a los más de 8.500 euros. Él, más que por temporadas, ha preferido crear por temáticas, lo que le aporta más libertad creativa. “La obligación de hacer colecciones merma la calidad y también la imaginación, falta profundidad”, afirma. La próxima, por ejemplo, se basará en Luis XIV, con luz para salir de esta oscuridad: “necesito plumas, brillos, rojo, dorado, blanco”. Negri tiene tres hijos de 15, 14 y siete años de los que la mayor quiere seguir sus pasos, aunque él les ve más encaminados “a la gestión o la creatividad”. “Pero no a la artesanía: eso va a morir conmigo”.
Cuando su negocio se consolidó, el argentino decidió abrir una tienda en Claudio Coello, cerca de Ortega y Gasset, con una fábrica artesanal abajo donde organizaba talleres con amigas y clientas. Aquello fue a finales de 2017. En marzo de 2020, como el contrato expiraba y la pandemia acechaba, decidió cerrarla. En estos meses ha visto que el negocio por internet se asentaba, que la gente le perdía el miedo a comprar lujo. Pero ya le tiene echado el ojo a un par de locales para volver a abrir, “aunque hay que esperar el momento justo”. Por eso por ahora tiene oficinas en Las Tablas y una nave en Alcorcón que le sirve “como taller, salón, oficina...”. Además, en sus planes de los próximos cinco años prevé tiendas en Londres o Nueva York junto a socios locales. Pero su base seguiría en Madrid: “Es difícil encontrar un sitio mejor para vivir”.