La historia de cómo un meteorólogo encuentra la estatua de una Virgen medieval perdida hace 70 años
Mario Cuéllar, físico que trabaja en Reino Unido, investiga en su tiempo libre cómo recuperar los objetos perdidos del Montasterio Santa María de la Real de Valdeiglesias, situado en Pelayos de Presa
Lo había imaginado de muchas maneras, probablemente con su amiga Concha. La idea era entrar en la finca de El Alamín, en Santa Cruz de Retamar (Toledo), buscar, ver y celebrar. Pero no fue así. Concha había muerto unos meses antes y, al final, Mario Cuéllar entró por las imponentes puertas de esa dehesa de unas 1.400 hectáreas de terreno, sinónimo de la opulencia, la caza y refugio de grandes fortunas, con dos agentes de la Unidad Central Operativa de Patrimonio Histórico de la Guardia Civil (U...
Lo había imaginado de muchas maneras, probablemente con su amiga Concha. La idea era entrar en la finca de El Alamín, en Santa Cruz de Retamar (Toledo), buscar, ver y celebrar. Pero no fue así. Concha había muerto unos meses antes y, al final, Mario Cuéllar entró por las imponentes puertas de esa dehesa de unas 1.400 hectáreas de terreno, sinónimo de la opulencia, la caza y refugio de grandes fortunas, con dos agentes de la Unidad Central Operativa de Patrimonio Histórico de la Guardia Civil (UCO) con los que ya había establecido cierta confianza tras tres años de intercambio de mensajes. Cuenta que buscaba una estatua medieval perdida de todo registro desde hacía 70 años y que estaba convencido de que se encontraba entre esas paredes. La dueña, una señora de buena familia venezolana, les abrió amablemente las puertas de su paraíso toledano el pasado septiembre y, según recuerda, le dijo: “Sí, me suena que trajeron varias cosas de un monasterio de Madrid hace tiempo”. Primera pista confirmada. Entraron, buscaron y, en los jardines, rodeada de plantas, se encontraba la Virgen de la Asunción, una estatua de casi dos metros de alto, probablemente del siglo XVI, símbolo del monasterio más antiguo de Madrid.
- Pero no la voy a devolver, eh.
La advertencia no empañó la emoción del momento. Mario, de 47 años, llevaba tiempo buscándola, con una pasión casi desesperante. “A pesar de haber recibido algún impacto por arma de fuego, la estatua se encontraba en un casi perfecto estado de conservación y había sido limpiada. El pie de la estatua no era un simple soporte, era un anillo formado por ángeles y la virgen conservaba íntegros los brazos y las manos”, recuerda. Había rastreado libros, películas antiguas, inventarios de obras de artes, y solo con que estuviera sana y salva le valía, así que se dedicó a hacer fotos y a disfrutar del momento. Los agentes de la UCO le habían avisado de que no podían hacer nada más. El expolio del monasterio Santa María de la Real de Valdeiglesias, situado en Pelayos de Presa, al suroeste de Madrid, había empezado un siglo atrás, antes de que existiera la ley de patrimonio histórico de 1985, por lo que en aquel momento no era delito llevarse objetos de allí porque, además, pertenecía a manos privadas, y ahora poco podían hacer salvo ayudarle a localizarla.
Mario lleva años dedicado a continuar un trabajo que empezó Mariano García Benito, un arquitecto que compró el monasterio en 1974 y se encargó de rehabilitar y recuperar parte del legado de este monumento olvidado que creció con diferentes estilos. Desde el románico, el románico-mudéjar y el románico-cisterciense pasando por el gótico, el plateresco, el renacimiento hasta llegar al barroco. Una belleza imponente que se ha ido cayendo de manera heterogénea a lo largo del tiempo sin que nadie hiciera nada para evitarlo. Tuvo que llegar primero García Benito y después él, un físico que vive a 15 kilómetros de Londres (Inglaterra) y se gana la vida elaborando pronósticos del tiempo y de las carreteras para empresas como la BBC, para poner el foco en Toledo y encontrar uno de sus tesoros más preciados. Lleva en Reino Unido ocho años, pero nunca se ha desvinculado de todo de Pelayos de la Presa, donde es, además, concejal por Unidas Podemos.
Aunque esta no es una historia de política. Es la de varias personas empeñadas en devolverle el esplendor a un monasterio cuyo documento más antiguo, el de su fundación, está datado en el año 1150. Mario, madrileño de nacimiento, cuenta que lo conoce bien porque allí ha pasado todos los veranos desde que tiene uso de razón. Su familia paterna tiene fuertes vínculos con la zona y él conoció el despertar de la pubertad entre los muros de aquel lugar que ahora trata de proteger a toda costa.
Pero el declive del monasterio empezó mucho antes de esa época, concretamente con la desamortización de Mendizábal, en 1835. Los monjes abandonaron el lugar y gran parte de sus objetos se trasladaron al convento de la Trinidad, en la plaza de Benavente, donde ahora los madrileños disfrutan de los cines Ideal. De aquel templo, solo queda una pequeña puerta convertida en comedor social y todos sus tesoros acabaron repartidos en diferentes museos, como del Prado -que acogió las pinturas de Juan Correa de Vivar- o en la catedral de Murcia -donde Isabel II envió la sillería del monasterio para sustituir los destrozos de un incendio-. El monasterio quedó mangoneado por el destino y por diferentes manos privadas. Las escrituras muestran que primero perteneció al Marqués de Valdeiglesias y los descendientes de este lo vendieron al Marqués de Comillas.
Mucho tiempo después Mariano García Benito cogió el testigo y, antes de morir en 2012, consiguió recuperar algunos objetos, elaborar el plano del lugar o perfilar diferentes teorías sobre lo desaparecido. En ese contexto aparece en escena Mario, amigo de Concha Velasco (que compartía nombre y apellidos con la actriz) que a su vez era íntima de Mariano. Tres cerebros dedicados al arte de Pelayos. “Pero él salvó el monasterio”, recuerda Mario, que con el carnet de investigador de arte en la mano, rastreó y confeccionó una hoja Excel con todos aquellos tesoros sin encontrar. Los órganos, las campanas, otras estatuas más pequeñas (“hay una de San Martín y otra de San Esteban, que llegaron al convento de la Trinidad y nunca más se supo”), 60 pinturas (“que, probablemente, gran parte de ellas estén en el Museo del Prado, pero sin catalogar”), el arco carpanel, el claustro plateresco, dos altos relieves de madera (ya localizados en el museo del Prado)...y la estatua de la Virgen, que da nombre al monasterio, quizá, la que más valor simbólico tenía.
¿Cuándo pudo desaparecer? Responder a esa pregunta se convirtió en la clave. El monasterio ha sido escenario de varias películas antiguas como 100 Rifles (con Raquel Welch y Burt Reynolds), Los que tocan el piano (con Concha Velasco, Alfredo Landa y Tony Leblanc) o La noche de Walpurgis (con Paul Naschy y Gaby Fuchs), y también ha sido cantera de piedras, donde los vecinos entraban sin pudor a llevarse elementos para las construcciones de sus casas. Pero hubo algo que llamó la atención del investigador: la época en la que el Marqués de Comillas fue dueño del monasterio. En esa década, entre 1945 y 1954, también poseía entre sus bienes la finca de El Alamín, en Toledo, y rastreando las noticias de la hemeroteca Mario encontró una en el diario ABC de 1954 en la que se hablaba de la boda de un hijo del marqués “en la capilla, bajo la advocación de la Inmaculada Concepción”. Sus sospechas las ratificó poco después gracias a un documental del NODO que encontró de 1958 sobre el río Alberche, donde en las imágenes del monasterio ya no se veía a la estatua de la Virgen desaparecida. “Viendo los planos aéreos de la zona comprobé que en la finca se había construido una portada renacentista entera como la del monasterio, que fue desmontada piedra a piedra y se la llevó. Posteriormente, se llevó la Virgen”.
Lo que vino después ya es historia. El monasterio pasó a manos del Ayuntamiento de Pelayos en 2003 gracias a la donación del arquitecto, su último propietario, y se creó la Fundación del Monasterio. Concha y Mario se dedicaron a honrar su historia. Juntos intentaron entrar en la finca toledana en el verano de 2017, sin suerte. Meses después, cuando Concha había fallecido, Mario encontró un artículo en Interviú de 2013 sobre Gerardo Díaz Ferrán, el exdueño del imperio Marsans y expresidente de CEOE. Hablaba de los años de esplendor del empresario, cuando recibía al rey emérito y personas de la alta sociedad que acudían a su finca a cazar. Se trataba, efectivamente, de la de El Alamín, que en los años 2000 era de su propiedad. Ya no tenía ninguna duda. Escribió rápidamente a la periodista, Ana María Pascual, le contó la historia y, rebuscando en el archivo de la revista…se apareció la virgen: tenían imágenes de la estatua guardadas. Con esas pruebas, los agentes de la UCO decidieron acompañarle a certificar el hallazgo.
Lo hicieron, por fin, en septiembre pasado. Y allí estaba, en el mismo lugar al que la trasladaron, pero con otros dueños, un grupo de inversores venezolanos que ganaron la subasta del terreno de Díaz Ferrán tras ofrecer 24 millones de euros en 2012. “A mí me encantaría que volviera al monasterio, pero eso ya no está en mis manos”, admite Mario. “Por lo menos puedo tachar un tesoro de la lista de Excel: la virgen ha aparecido y está bien cuidada”.
Un legado para el pueblo
“La idea es continuar con su legado, sin prisa pero sin pausa”, añade. Ahora se han empezado a hacer eventos, pero “todos alejados de la política”, porque lo ideal, explica, “es no depender de nadie” y que el monasterio pertenezca a todos por igual. “Todo lo que tenga que ver con la cultura, bienvenido sea”, matiza. El siguiente plan, para primavera, será volver a abrir al público con un guía “maravilloso que tenemos” y hacer un museo donde se puedan contemplar los azulejos mudéjares o talaveranos, las piedras, las estatuas… “¿Y la Virgen? Bueno, hay que dejar claro que no la tienen de forma ilegal, les pertenece porque compraron una finca donde estaba y esa es la verdad. Les invitaremos a ver el monasterio y que hagan lo que consideren, sin ningún problema”.