Las librerías especializadas de Madrid, salvadas por la fidelidad de sus clientes
La particularidad de la oferta de estos establecimientos, dedicados a un nicho concreto de la literatura, les ha ayudado a sobrevivir durante los largos meses de pandemia
“Un libro como regalo es algo que se queda con uno y que genera una memoria. Crea un vínculo especial que se logra a través del arte, y regalar literatura es una de las formas más bellas de hacerlo”. Así resume Charlotte Delattre lo que para ella significa recurrir a ella en estas fechas llenas de agasajos. Copropietaria de Desperate Literature, una tienda especializada en títulos de segunda mano en inglés que se encuentra a unos pasos de la plaza Santo Domingo y la Gran Vía, esta librera francesa no es la única que piensa así.
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“Un libro como regalo es algo que se queda con uno y que genera una memoria. Crea un vínculo especial que se logra a través del arte, y regalar literatura es una de las formas más bellas de hacerlo”. Así resume Charlotte Delattre lo que para ella significa recurrir a ella en estas fechas llenas de agasajos. Copropietaria de Desperate Literature, una tienda especializada en títulos de segunda mano en inglés que se encuentra a unos pasos de la plaza Santo Domingo y la Gran Vía, esta librera francesa no es la única que piensa así.
Los apasionados que trabajan en estos establecimientos enfocados a un nicho específico recuerdan que los lectores pueden presentarse a sus negocios y preguntar, pues en sus estanterías siempre habrá el tomo ideal, sea por la historia que cuentan o por el valor del objeto en sí. Es la fidelidad des sus clientes, en busca de tesoros concretos, los que les ha ayudado a sortear esta crisis del 2020. Ya en enero, antes del confinamiento, el Gremio de Librerías de Madrid (GLM) confirmaba que, desde el año 2000, en Madrid se han cerrado el doble de librerías (209) de las que se han abierto (108).
Si bien cualquiera puede ir y escoger una novedad del escaparate de una librería, el trabajo previo de un librero es indispensable para facilitar esa tarea. En la Librería Rafael Alberti, local especializado en narrativa, ciencias humanas y con una relevante sección infantil, la directora, Lola Larumbe, no titubea en afirmar que allí “el oficio del librero es la piedra de toque del funcionamiento de este lugar”. Tras 41 años trabajando en el icónico local del barrio de Argüelles revestido de cerámica blanca y azul y diseñado por el propio Alberti en 1975, Larumbe ha forjado una relación con los libros inquebrantable. “Yo me considero como un libro más y pienso que una vida sin tener un libro a mano es más fría, tienes el riesgo de sentirte más solo”. Por eso, tras un año particularmente solitario, “estas Navidades regalar un libro es entregar compañía”.
La filosofía de la Alberti es precisamente promover “toda la vida que tiene la literatura fuera de las páginas de un libro”. La pandemia ha hecho de eso un reto mayúsculo. Al ser un local independiente, con una clientela más limitada, la librería pretende ser también una especie de centro cultural para afianzar la continuidad de los compradores. Con el confinamiento se vieron obligados a pasar sus actividades a la web, con transmisiones en directo a través de Instagram o Facebook que les mantuvieron conectados con sus clientes. Esta presencia virtual, que se complementa con la tienda online, les permitió mantener las ventas, dice con alivio Larumbe, que añade que, de hecho, ha notado a la gente más dispuesta a gastar en libros; tal vez al ver también que podían servir de compañía.
Algo que nunca cambia, sin embargo, es que recomendar libros no es tarea fácil, solamente por la cantidad de ejemplares que hay, señala la experimentada librera. Aun así, asegura que España es un lugar privilegiado para hacer la búsqueda del libro ideal, por la riqueza de su mundo editorial. Entre las novedades apiladas y expuestas entre altas estanterías que albergan decenas de miles de títulos, la directora destaca como regalos infalibles por el cuidado y la belleza de las ediciones Estampas 1936, una novela gráfica de Miguel Navia sobre los inicios de la Guerra Civil, publicado por la editorial Norma; una edición ilustrada de Ariel, de Sylvia Plath, de la editorial madrileña Nórdica; o, en narrativa, El libro de las lágrimas, de Heather Christie traducido y publicado por la joven editorial Tránsito.
La selección tiene tanto que ver con el contenido literario como con su valor como objeto, que cobra un protagonismo particular cuando se trata de un regalo. En el céntrico barrio de Chueca, Ingrid Acebal, fundadora de la librería especializada en ilustración Panta Rhei, lleva 21 años vendiendo libros que muchas veces terminarán siendo regalos, por lo que su criterio de elección sigue los mismos patrones. “Casi todos nuestros libros tienen un elemento gráfico importante, tenemos mucho libro-objeto”. Por suerte, el coronavirus y el confinamiento no afectó demasiado sus canales de abastecimiento que ya están establecidos tras dos décadas y a lo largo del año pudieron renovar el stock con novedades.
Además, al igual que en la librería Rafael Alberti, Acebal agradece que sus clientes habituales hayan mantenido su fidelidad incluso durante el confinamiento, cuando se dispararon las ventas a través de su página web. Al ser una librería de nicho, esos compradores son claves para el balance del negocio, que también ofrece talleres de creatividad y manualidades en una sala multiusos que tienen en el sótano. Sin embargo, Acebal admite que la actividad que tienen en Navidad es incomparable al resto del año, pues su oferta se presta mucho para ser un obsequio. Para estos Reyes rescata de sus coloridas estanterías El Jardín Secreto de Virginia Woolf, una “preciosa” biografía ilustrada de la escritora británica, y las ediciones de Katsumi Komagata, un artesano del papel japonés “impresionante”, que fabrica a mano cada ejemplar de sus libros para niños y adultos: “un regalo maravilloso”.
En el mundo de los libros de segunda mano también tienen muy en cuenta el factor “objetual”. Pepe Olona, fundador y director de Arrebato Libros, especializada en este tipo de publicaciones y en poesía, lo comenta sin tapujos. “Se eligen los libros o bien por las portadas, por los traductores, por los diseñadores, y por los autores también, obviamente; pero buscamos esa parte objetual del libro, que el libro en sí mismo tenga un valor”. Así ha ido armando un fondo de alrededor de 13.000 ejemplares para que los clientes sepan que allí “los libros que hay están bien por mil razones”.
En medio del segundo espacio de su pequeña librería en Malasaña, que cuenta con un piano antiguo entre su también cuidadosamente seleccionada decoración, Olona señala un libro al azar, por dar un ejemplo. “Ese es muy de regalo. Es un libro de cuentos de América con una portada curiosa, y aunque no sabes nada de ese libro, seguro que es un regalo muy bonito. Buscamos un poco ese tipo, más especial; y por supuesto tenemos primeras ediciones, libros firmados, libros dedicados, libros raros”. Sin embargo, no se atreve a recomendar ninguno, pues “puede que al día siguiente ya se lo hayan llevado”.
El hecho de que sean objetos únicos, y que tengan una historia propia que se puede descifrar en sus cicatrices de hojas marcadas, lomos gastados, dedicaciones o algún recuerdo extraviado entre sus páginas, es lo que hace de un libro de segunda mano un pequeño tesoro al alcance de todos, según Charlotte Delattre. “Cuando abro una de las cajas que nos envía nuestro compañero desde Nueva York pienso en la historia detrás de cada uno de los libros, ¿cómo es que llegó esto a mis manos?”, cuenta la librera para explicar la fascinación, y valor agregado, que puede generar la “vida” pasada de los libros. Cuando se obsequia uno, entonces, puede comenzar ese trayecto vital, la historia paralela del objeto, o darle continuación a su relato inacabado. “Al final, lo más importante es que sea algo que luego recuerde a ese momento en particular cuando recibiste el regalo, con quien estabas o cuáles eran tus sueños; el libro pasa a representar eso”.