El gran año de la solidaridad vecinal en Madrid
La crisis por las consecuencias del virus seguirá golpeando en 2021 y los grupos vecinales improvisados durante la pandemia luchan por seguir ayudando a los más vulnerables
“A nivel profesional me siento mejor que nunca”. Irene Aragón Castilla cierra el año satisfecha porque ha conseguido trabajo de lo que más le gusta, de maestra de infantil en un colegio público, Los Castillos de Alcorcón. Esta joven de 29 años fue una de las miles de víctimas de los ERTE que se lanzó a colaborar como voluntaria en las despensas solidarias que frente a la pandemia se improvisaron en la capital. EL PAÍS estuvo con ella en mayo en la asociación de vecinos del barrio de Lucero, en el ...
“A nivel profesional me siento mejor que nunca”. Irene Aragón Castilla cierra el año satisfecha porque ha conseguido trabajo de lo que más le gusta, de maestra de infantil en un colegio público, Los Castillos de Alcorcón. Esta joven de 29 años fue una de las miles de víctimas de los ERTE que se lanzó a colaborar como voluntaria en las despensas solidarias que frente a la pandemia se improvisaron en la capital. EL PAÍS estuvo con ella en mayo en la asociación de vecinos del barrio de Lucero, en el distrito de Latina, pocas semanas después de que dejara de trabajar en la empresa que lleva las salas infantiles de los centros comerciales de Carrefour. El contrato en el colegio supone un lastre para las tareas de voluntaria, pero trata de seguir colaborando esporádicamente. Estos días ha vuelto para ayudar en la campaña de recogida de juguetes destinada a mantener la ilusión de los niños del barrio durante las fiestas. El balance, pese a todo, es algo “agridulce” porque sus antiguas compañeras siguen sin recuperar el empleo y ella, como gaditana, sufre el distanciamiento de su familia por las restricciones.
El problema no son solo los niños y sus juguetes. Son muchos los que tratan de salvar el menú de los más vulnerables para los días más especiales pese a las restricciones que hay para reunirse. “Nos han donado 40 corderos, entonces hemos hecho cajitas de Navidad para las familias con otros productos y una notita deseándoles lo mejor y recordando que tienen todo nuestro apoyo”, explica Marta Carrascal, de Pick Up Solidaridad, una asociación que nació de la mano de cinco amigos. La Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid (Fravm) entregará 4.000 raciones de cocido a 20 redes vecinales. Serán repartirlas directamente a las familias el 24 y el 25 de diciembre en paquetes preparados al vacío para que sean calentados en casa.
El golpe económico que supuso el confinamiento para muchas familias que dejaron de ingresar de repente causó una explosión de solidaridad en la capital madrileña, convertida en epicentro de la pandemia. El apoyo entre ciudadanos dio el salto a la calle de inmediato, antes incluso de la primera declaración del estado de alarma. Pronto los portales de las casas, los grupos de Whatsapp o las redes sociales se convirtieron en un gran panel de anuncios en el que se ofrecía ayuda a los que llevaban peor lo de no poder salir de casa. En pocos días se pasó de las redes para realizar recados para personas mayores, impedidas o de riesgo a las recolectas de material o productos básicos. Era el origen de la gran explosión del voluntariado pandémico para arropar a los que vivían al día y habían sido atropellados por la crisis.
El sociólogo Pérez Quintana destaca las redes surgidas de la crisis de 2008 y del 15-M, que facilitaron una respuesta tan rápida tras la declaración del estado de alarma
El verano llegó con más de 60 despensas vecinales funcionando en la capital y más de 80 en la Comunidad, según datos de la federación de vecinos. En aquel momento abastecían a casi 46.000 personas. En abril existían apenas 37 despensas para la mitad de personas. Los servicios sociales del Ayuntamiento, por su parte, atendían a 88.000 ciudadanos en los primeros días de junio, 7.000 más que en abril.
La crisis de 2008 como germen
A pesar de la evidente multiplicación de las redes de apoyo, el sociólogo de la federación vecinal Vicente Pérez Quintana sitúa el germen de esta ola de colaboración en la crisis de 2008. “Desde los inicios de la crisis de 2008 existen diversas redes de ayuda mutua. Después del 15-M en 2011, se multiplicaron y diversificaron. Sin embargo, en los últimos años, buena parte de estas redes fueron desapareciendo”. Gracias a esos cimientos, entiende, fue posible que empezaran a funcionar tan rápidamente tras la declaración del estado de alarma y pudieran llegar a hacer frente a un golpe que los servicios oficiales no estaban preparados para atender.
“En la primera semana, cuando empezaron a llegar peticiones de socorro de familias que literalmente no tenían comida ni dinero para comprarla, la respuesta inicial fue derivar las peticiones a los bancos de alimentos, parroquias y redes existentes. Pero unas y otras ya estaban desbordadas también, por lo que se empezó a recaudar dinero, comprar alimentos y otros artículos y atender las solicitudes directamente”. La descentralización de las redes de apoyo directa, y la incorporación de donaciones de mayor calado por parte de tiendas, restaurantes o empresas, al igual que la repartición de comidas preparadas, señala Pérez, fue lo que dio lugar a que se hiciesen visibles las colas del hambre.
Pero con el verano no desaparecían las familias vulnerables aunque sí el fuelle con el que avivaban las llamas de la solidaridad desde esas despensas improvisadas. Una parte de los ciudadanos, como le ocurrió a Irene Aragón con su contrato escolar, tuvo contrato, otros se fueron de vacaciones y algunos retornaron a las actividades en la economía sumergida que les permiten tener unos ingresos. Al menor número de voluntarios resultante se unión el descenso en las donaciones. En el momento más bajo, en julio y agosto, había solo 20 despensas en funcionamiento, según la Fravm.
Ahora, cerrando el año, y con dos olas de contagio detrás, las redes de apoyo vecinal han vuelto a niveles cercanos a los de antes de la pandemia. A 15 de diciembre, se contabilizan 39 despensas vecinales en funcionamiento, y se estima que la cantidad de personas atendidas ha disminuido a alrededor de la mitad que en el pico de junio. Más allá de esos repartos de las asociaciones vecinales, en Madrid también reparten comida parroquias, fundaciones, ONG o particulares, por lo que llegar a cuantificar de manera exacta la solidaridad de manera precisa es una tarea casi imposible. Las redes son a veces difusas, se entremezclan y se extienden de forma variable.
“Todos los meses llega más gente que quiere ayudar y nosotros apenas estamos aprendiendo a gestionar el alcance que tenemos”Marta Carrascal, profesora y voluntaria en Pick Up Solidaridad
“Cuando la gente se fue de veraneo de pronto se nos vinieron abajo las donaciones y empezamos a trabajar más con empresas y haciendo recogidas en supermercados. Ahora hacemos esto siempre además de las donaciones particulares. La última recogida alcanzamos 10 toneladas”. Así resume lo ocurrido Marta Carrascal de Pick Up Solidaridad, que surgió en las primeras semanas del confinamiento. Hacen colectas mensuales que luego entregan a la parroquia de San Juan de Dios en Vallecas y otras fundaciones que lo reparten directamente a las familias. Decidieron operar así porque, tras una primera experiencia repartiendo personalmente, vieron que era una tarea mucho más complicada de lo que parece ya que hay que filtrar a las familias, recoger datos, mantener cuentas y más gestiones administrativas que no estaban preparados para hacer. “Todos los meses llega más gente que quiere ayudar y nosotros apenas estamos aprendiendo a gestionar el alcance que tenemos”, comenta Carrascal, profesora de infantil de 24 años. En 2021 piensan seguir con su labor.
Generar lazos de comunidad
También lo va a intentar en el barrio de Adelfas, en el distrito de Retiro, la Asociación Cultural Hacenderas que mantiene un reparto semanal a 60 familias de las 160 que llegó a atender. Ahora buscan explotar la red que surgió durante la pandemia y ampliar su acción para generar lazos de comunidad. “A raíz del trabajo de despensa que empezamos a hacer en la pandemia nos dimos cuenta que la labor y la comida eran un punto de encuentro muy bonito porque compartir nos daba un sentido; entonces quisimos explorar eso más”, detalla Ángela León, una de sus voluntarias de Hacenderas.
El producto de esta búsqueda fue la publicación de cuatro fanzines en torno a la comida durante los meses de junio y julio. Editados por León, que es ilustradora, los pequeños libritos se hicieron con la colaboración de las familias beneficiadas y voluntarios, y se incluían en las cestas repartidas o también se podían recoger de manera gratuita en distintos puntos del barrio. En las cuatro entregas que se lograron se incluyeron poemas, dibujos de niños del barrio, anécdotas de habitantes de la zona y reseñas a algunos pequeños comercios locales, así como recetas de diferentes partes del mundo, como una manera de aportar a una integración mayor en un barrio, que vieron que era más diverso de lo que inicialmente pensaban.
A lo largo del año Hacenderas colaboró con diversos grupos del barrio como el huerto comunitario o el Espacio de Igualdad de Retiro para ampliar su red y capacidad de acción más allá de la despensa. En este momento, cuenta León, están en un proceso de reflexión tras un año de trabajo intenso y agotador aunque satisfactorio. “Lo último que hemos hecho ha sido una campaña de Navidad de recolección de juguetes para repartir a las 60 familias a las que ayudamos. Después de eso vamos a descansar un poco y ver cómo podemos mantener nuestra red activa y en servicio de la cohesión social, pues consideramos que hay un punto en el que nuestra capacidad de abastecer las necesidades del barrio se agota”.
“Estaremos siempre agradecidos a esas iniciativas”
El Ayuntamiento de Madrid reconoce que ha de apoyarse en las asociaciones de vecinos, las parroquias, empresas y otras entidades para hacer frente a la emergencia social y que en 2021 deberán seguir trabajando “codo con codo”. Así lo entiende Pepe Aniorte, responsable del área de Familias, Igualdad y Bienestar Social. Destaca sobre todo el esfuerzo que ha hecho durante los meses de pandemia aumentando la plantilla de Servicios Sociales, con hasta 264 trabajadores más y con herramientas como la ayuda expres para agilizar las ayudas o el reparto ya Tarjetas Familias (lo cifra en 950) para tratar de hacer frente a las colas del hambre. Desde el Consistorio, según las cifras ofrecidas por el delegado, se ha ayudado a un total de 255.000 personas en la capital bien sea con alimentos o con otro tipo de colaboración.
Aniorte insiste en que deben ser ellos los que encabecen la atención integral a los ciudadanos pero al mismo tiempo da las gracias a los que dan soporte más allá del entramado oficial. “Madrid ha demostrado en estos momentos complicados que es una ciudad solidaria” y “los madrileños se volcaron en una demostración preciosa de apoyo”, añade el delegado de Familias. “Estaremos siempre agradecidos a esas iniciativas altruistas, pero es cierto que el Ayuntamiento ha liderado la respuesta” a la crisis.