Llegar a una ciudad que está en silencio
Ricardo Luis Alfonsín se hizo cargo de la Embajada de Argentina en septiembre
Ricardo Luis Alfonsín, el actual embajador de Argentina en España, se resistió a la llamada de su presidente, Alberto Fernández. El hijo del expresidente entre 1983 y 1989 no estaba convencido de que su puesto estuviera al frente de una de las más importantes legaciones diplomáticas para su país. Fernández le tuvo que llamar en varias ocasiones, en este caso cuando se encontraba de vi...
Ricardo Luis Alfonsín, el actual embajador de Argentina en España, se resistió a la llamada de su presidente, Alberto Fernández. El hijo del expresidente entre 1983 y 1989 no estaba convencido de que su puesto estuviera al frente de una de las más importantes legaciones diplomáticas para su país. Fernández le tuvo que llamar en varias ocasiones, en este caso cuando se encontraba de viaje oficial en Alemania, hasta que Alfonsín aceptó el pasado mes de febrero. La pandemia y la consiguiente paralización de los viajes transfronterizos motivaron que Alfonsín no pudiera viajar a España hasta finales de septiembre.
El nuevo embajador (Chascomús, Buenos Aires, 69 años) reside en una vistosa residencia, en pleno centro de la capital, cerca de la plaza de Colón. Se trata del Palacio de los marqueses de Argüeso, proyectado en 1894 por el arquitecto Dimas Rodríguez y adquirido por el Gobierno argentino en 1957. En su interior conserva un fresco de Joaquín Sorolla.
“España, para Argentina, es muy importante. Tiene una gran influencia en América Latina y representa la puerta de acceso a la Unión Europea. De ahí, que sea necesario mejorar aún más las relaciones entre los dos países”, reconoce el diplomático. La aceptación del cargo supuso ciertas críticas desde su partido, la Unión Cívica Radical, al trabajar para un Ejecutivo peronista. “Lo he asumido como un servicio a mi país y estoy dispuesto a satisfacer el interés general por encima de todo. Algunos de mi partido han magnificado las reacciones críticas, pero fueron muchos más los que lo celebraron”, afirma Alfonsín. A diferencia de lo que ocurre en muchos países, donde para ser embajador es necesario pertenecer a la carrera diplomática, en otras naciones se trata de una designación directa del Parlamento a propuesta del presidente o del ministro de Asuntos Exteriores.
Alfonsín cuenta con una dilatada carrera política en su país. Inició la singladura en su partido a mediados de los noventa, cuando decaía la fama de su padre: “No me quise aprovechar de mi unión filial para conseguir puestos en el partido”. Se presentó a varios puestos, como gobernador e incluso a la presidencia del país. Su llegada a la embajada se produjo a finales de septiembre después de la aprobación de su cargo un mes antes. Abogado de formación, reconoce que la llegada a Madrid le produjo en un momento en que la ciudad estaba apagada por la pandemia. “Las calles estaban bastante vacías y con menos gente de lo que yo recordaba de haber venido otras veces”, reconoce el diplomático. Afirma que está enamorado de España y que siente una gran admiración por este país. “Toda la familia tiene origen español. Mis antepasados eran gallegos, vascos y en menor proporción británicos. Recuerdo el ir a casa de mis abuelos y oír coplas, sevillanas, jotas y música popular española”, añade.
Cuando entró en la embajada, se topó con un personal que había trabajado muy duro durante la pandemia. Miles de compatriotas contactaron con ellos para poder regresar a su país. El teléfono de la legación no dejó de sonar durante las primeras semanas, pero tampoco cesó la actividad en los móviles, en el WhatsApp e incluso en las redes sociales. Y por supuesto a través de los seis consulados que tienen repartidos por España. Todo el mundo quería volver a Argentina, pero en un momento en que los vuelos estaban cerrados. Y no solo desde España. También de Grecia, Francia e incluso países africanos o la propia Nueva Zelanda. Los empleados de la embajada hicieron un auténtico encaje de bolillos para acomodarlos en los pocos hoteles que permanecieron abiertos, precisamente para atender a este tipo de viajeros accidentales. Uno de los peores casos fue el de una mujer con un bebé de tan solo 30 días que se quedó sin alojamiento y sin alimentos. Los trabajadores lograron solucionar ambos problemas y evitar que la mujer siguiera con la malnutrición que presentaba.
Para regresar, se utilizaron los protocolos fijados por el Ministerio de Asuntos Exteriores argentino. Primero salieron los más vulnerables, no solo por edad sino también por las enfermedades que padecían. Todo ello generó en más de uno angustia y enojo, según reconoce Alfonsín. “Mucha gente no es consciente de las dificultades que supone la organización de un retorno de esas características, cuando no se tienen experiencias previas de una pandemia y de una enfermedad de estas características”, confiesa el nuevo embajador. Entre marzo y mayo salieron unas 20.000 personas, en su mayoría del aeropuerto de Madrid-Barajas. “No hay una cifra concreta porque es muy difícil llevar un registro tan complejo”, apostilla.
La embajada también jugó un papel de inmobiliaria, ya que se encargó de buscar los hoteles. Cuando ya no había plazas, recurrió incluso a colegios mayores que se habían quedado vacíos ante la salida de los estudiantes de fuera de la capital. Tampoco faltaron empresarios y compatriotas que cedieron sus viviendas para estas personas sin un techo en Madrid. “Fue una pelea muy dura y no teníamos precedentes en los que fijarnos”, concluye.
Reuniones desde primera hora de la mañana
Uno de los trabajos más habituales para un embajador son las reuniones. Resulta frecuente mantener varias a lo largo del día para desarrollar la faceta comercial, social y cultural, entre otros ámbitos, dentro de su función. Así lo reconoce Ricardo Luis Alfonsín, que desde su llegada hace dos meses ya ha mantenido encuentros con el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, además con los mandatarios del Ministerio de Asuntos Exteriores.
También dedica gran parte de su tiempo a leer los memorandos que le prepara su equipo y los revisa antes de remitirlos a su Gobierno. Muchas veces le sirven incluso para ponerse al día de toda la actualidad y de la forma en que funciona la sociedad española. Aparte, suele quedar con intelectuales, en especial en almuerzos, para empaparse de la cultura española.
Adelanta que piensa quedarse en Madrid durante las Navidades. “Mi intención es quedarme todo el tiempo que sea posible y solo viajar a mi país cuando sea necesario o me lo requiera mi Gobierno”, concluye.