La perra de Madrid

Sucede algo hermoso con las tragedias, y es que la empatía se intensifica

Una foto de Pícara, la perra perdidaTwitter / buscomiperroperdido (EL PAÍS)

Una vez, de pequeña, me perdí en el centro comercial de Collado Villalba. Tendría tres años, aproximadamente. No sé cuánto duró, pero recuerdo el enfado por puro nervio de mi madre al encontrarme. Primero me regañó y después me apretó fuerte entre sus brazos, tan fuerte que no supe distinguir en el momento si eso era un abrazo o un castigo. Tampoco sé quién estaba más asustada de las dos. Creo que ella. Lo pienso ahora, siendo adulta, y se me encoge el pecho del agobio.

Hace un mes, una amiga me pasó la foto de una perra. Se llama Pícara y había desaparecido en Madrid. Un par de días de...

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Una vez, de pequeña, me perdí en el centro comercial de Collado Villalba. Tendría tres años, aproximadamente. No sé cuánto duró, pero recuerdo el enfado por puro nervio de mi madre al encontrarme. Primero me regañó y después me apretó fuerte entre sus brazos, tan fuerte que no supe distinguir en el momento si eso era un abrazo o un castigo. Tampoco sé quién estaba más asustada de las dos. Creo que ella. Lo pienso ahora, siendo adulta, y se me encoge el pecho del agobio.

Hace un mes, una amiga me pasó la foto de una perra. Se llama Pícara y había desaparecido en Madrid. Un par de días después, salí a pasear a los míos y vi un grupo de gente que rodeaba a una niña que lloraba. En la mano sostenía una correa, pero no había perro. Se había escapado. Otro desaparecido. Continué mi paseo y me fijé en las paredes de mi barrio, todas llenas de carteles: Pícara se había perdido en Madrid Río y no daban con ella. En el cartel: una perra pequeña, de color canela, carita de anciana, con arnés morado y pañuelo verde al cuello.

Pronto empecé a verla en las redes sociales de mis contactos, en las de gente conocida, en las cuentas animalistas. En casa, soñamos que la encontramos. Pícara, una de tantas perras perdidas, se ha convertido de repente en la perra de todo Madrid. Todos la buscan. Nadie la encuentra –aún–, pero no nos cansamos.

Sucede algo hermoso con las tragedias, y es que la empatía se intensifica, porque todos sabemos, en mayor o menor medida, lo que es perder a alguien que queremos y a quien juramos proteger. La ciudad entera se ha volcado con la causa: colectivos como Localizalia o Amores Perrunos; asociaciones de vecinos próximas a las zonas de avistamiento como Usera, Batán, San Isidro o Chopera; grupos de Facebook que se movilizan para encontrar animales perdidos; vecinos que salen a hacer batidas de madrugada por todos los parques… Madrid también es esa burbuja llena de gente que lo deja todo, incluso en plena pandemia, por ayudar a alguien que le duele otro. Eso también es esta ciudad que no pregunta: responde.

Lo último que se sabe de Pícara es que se la ha visto en Casa de Campo. Es una perra tranquila que sufrió abandono, por lo que no se fía demasiado de la gente, pero es lista, tan lista que solo responde a la comida. Por eso, sus responsables animan a que no se la intente coger, sino que se la fotografíe y les llamen al 677161952 (Nerea) para que ellos acudan a la zona.

Pienso en la niña pequeña que sostenía una correa sin perro y deseo que lo haya encontrado, y que le envíe toda su suerte a Pícara para que ella vuelva a casa también. Cada tarde que salgo me cruzo con su cartel y me quedo un rato mirándola. En su cara veo la cara de todos los perros que no han tenido suerte y me reafirmo: tenemos que encontrarla.

Madrid me mata.

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