Miedo a perder el trabajo y rabia por la “segregación” de Ayuso en los barrios de Madrid
Vecinos de las 37 zonas básicas de salud afectadas por las limitaciones de movilidad rechazan un “confinamiento contra los pobres”
A partir del lunes, Daniel, técnico de mantenimiento y residente en Usera, tendrá que llevar un justificante para trabajar que le permita salir de barrio San Fermín, cuya zona médica está entre las más golpeadas por el coronavirus en la Comunidad de Madrid. Él suele visitar diferentes puntos de la capital y de la región y durante el estado de alarma consiguió mantener su trabajo gracias a un pase que tenían todos los trabajadores. Ahora, intuye, podrá hacer lo mismo. Pero la duda que rondaba este viernes a residentes de las zonas que sufrirán límites de movilidad a partir del lunes es si no se...
A partir del lunes, Daniel, técnico de mantenimiento y residente en Usera, tendrá que llevar un justificante para trabajar que le permita salir de barrio San Fermín, cuya zona médica está entre las más golpeadas por el coronavirus en la Comunidad de Madrid. Él suele visitar diferentes puntos de la capital y de la región y durante el estado de alarma consiguió mantener su trabajo gracias a un pase que tenían todos los trabajadores. Ahora, intuye, podrá hacer lo mismo. Pero la duda que rondaba este viernes a residentes de las zonas que sufrirán límites de movilidad a partir del lunes es si no se estarán jugando su empleo por culpa de la estigmatización. Se convierten en apestados.
“Estamos hasta las mismísimas narices de que nos digan ‘sois unos chicos malos’ y no se ahonde en las causas”, se quejaba este viernes Víctor Remes, presidente de la asociación de vecinos San Fermín, que se encuentra en el sur de la capital. “Ahora deciden delimitar el movimiento de las personas de aquí, pero no hacen nada para que en el transporte público no vayamos a trabajar todos hacinados. ¿Qué se cree [la presidenta] Ayuso, que vamos y venimos de Barajas, que nos movemos en avión?”.
La noticia sobre los límites que se pondrán en marcha en 37 zonas básicas de salud de seis distritos de la capital y ocho municipios de la Comunidad de Madrid la esperaban desde hace dos días, cuando comenzaron los mensajes confusos y contradictorios de altos cargos regionales. Finalmente no es un confinamiento total para estas áreas, las más afectadas por los contagios. Podrán salir a trabajar y los comercios de sus zonas seguirán abiertos, pero sienten que pagan justos por pecadores. Critican la gestión de la pandemia por la presidenta Isabel Díaz Ayuso. También ha dolido que la medida afecte a áreas pobres y deje exentas al resto, zonas donde la presidenta tiene sus caladeros de votos.
Los vecinos sienten la mancha, el “gueto en el que los políticos nos están convirtiendo”. Lo dice enfadada Julia María M. R., de 51 años. Trabaja cuidando a una persona mayor en el centro y no tiene contrato. “Conozco a las hijas de la señora y nunca ha habido problemas. Imagino que me harán un justificante para que pueda ir”, razonaba, para después añadir: “Aunque no sé si me dirán que ese papel lo puede escribir cualquiera”.
Unas 500 personas mostraron su disgusto en la Puerta del Sol por las medidas. Coreaban “no es confinamiento, es segregación”, “el sur de Madrid no es un estercolero” y “no queremos pizza, queremos sanidad”. Desde antes de que Ayuso y otros miembros del Gobierno regional hicieran su anuncio en la tarde del viernes había circulado por redes sociales una convocatoria para las 20.00.
“Ante esta situación, en lugar de reforzar los servicios públicos, mandan a la policía y nos encierran”, afirmaba José, un manifestante. “La gente va a seguir desplazándose para trabajar, no tiene ningún sentido”, afirmaba un vecino de Carabanchel que prefería no dar su nombre. “Es un confinamiento para los pobres”, añadía.
En Usera, Isabel Cristina Consuegra esperaba el viernes por la tarde en el portal de su hija con mascarilla y guantes. Aseguraba que le tiene mucho miedo al virus y no ve del todo mal que se tomen “las medidas que haga falta”. Ella trabaja en Ferrovial y su hija en Seur, y ambas hablaron hace un par de días con sus respectivos jefes para contar con el papel que les permita moverse. “No habrá problemas”, decía segura. Colombiana de 54 años y 30 de ellos viviendo en Usera, va más allá. “Yo lo que creo es que deberían hacer como en mi país. Todo cerrado los sábados y los domingos”, avanzaba. “Pero aquí todo va tarde, y luego pasa lo que pasa”.
“Esto es un total despropósito. En todo el discurso de Ayuso al final lo que se lee es que la culpa la tenemos los ciudadanos”, se quejaba Paco Rodríguez, presidente de la asociación vecinal del barrio Zofío, “pero lo cierto es que en nuestro centro de salud nos han estado atendiendo dos de 14 médicos”.
Luna y Lili regentan una pastelería china desde hace ocho años y no levantan cabeza. Antes, dicen, vendían unas diez cajas de pan diarias y ahora no pasan de una o dos “como mucho”. Piensan que el virus está en todas partes, “y algo hay que hacer”, pero que en lugar de tantas trabas deberían recibir más ayudas. Si no, acabarán cerrando. Y a eso le temen más que al virus.
Negocios en la frontera
En el este de la ciudad, el teléfono del gimnasio CR7 en Ciudad Lineal comenzó a sonar sin parar antes de que los líderes de la Comunidad terminaran su intervención. Al otro lado de la línea las preguntas de clientes confundidos: ¿Vais a cerrar?, ¿podré ir el lunes?, ¿me dejarán entrar? La trabajadora Ana de Pedro ni siquiera sabía contestarles con certeza si el gimnasio se encuentra en una de las 37 áreas afectadas. Por un mensaje de WhatsApp de su jefe pudo comprobar en un mapa que estaban dentro de los límites de la zona básica de salud Doctor Cirajas.
En su mostrador seguían las dudas. José Antonio Riao es un cliente asiduo que vive a dos calles del gimnasio pero en otra zona sanitaria. ¿Le multarán por venir al gimnasio el lunes? En teoría solo se puede entrar y salir de estas áreas para actividades esenciales. “¿Es una necesidad básica venir al gimnasio? Depende. Hay gente que sí lo vemos como necesidad”, dice él. La trabajadora del gimnasio se da cuenta de que tienen un dilema. Muchos clientes viven en barrios colindantes.
Otra duda es si las medidas van a servir. En el centro de salud los sanitarios dicen que ven muchos casos de contagios en pisos compartidos con un solo baño donde viven hasta tres familias distintas.
Pocos estaban de ánimo. El cercano parque de la Quinta de los Molinos, de unas 25 hectáreas, es la zona verde por donde muchos pasean pero queda fuera de su área sanitaria. Doctor Cirajas es una zona de pisos que se encuentra en una de las fronteras de renta de la capital. Al norte, en torno a la calle Arturo Soria viven en casas bajas vecinos más acomodados. “Estoy indignada”, decía Asunción Losada, una trabajadora de la Seguridad Social que paseaba con su marido jubilado. “Nos dejan salir pero solo por el barrio. Pues bueno, moriremos todos aquí encerrados”, decía con una broma para rebajar su enfado.
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