Cuando viajar en Madrid era irse a los chalecitos de las colonias en verano
En Madrid quedan 36 de estas construcciones. Comenzamos una ruta de las más emblemáticas en Carabanchel, donde una espectacular casa de estilo neomudéjar da cobijo a 24 caballos de colores
En el distrito de Carabanchel hay una casa que da cobijo a 24 caballos. Los hay de todos los colores: rojos, blancos, azules… Ese particular establo se ubica en los 1.100 metros de parcela de Villa El Moro, una finca que alberga una espectacular vivienda neomudéjar de tres alturas, rematada con almenas y rodeada de fuentes, estanques, esculturas de leones, cedros centenarios y una televisión metida en una caja de madera. Se oye fluir el agua y, con gran nitidez, el repicar de las campanas de las tres iglesias que hay en los alrededores.
“En esta casa no había vivido nadie en 70 años. No...
En el distrito de Carabanchel hay una casa que da cobijo a 24 caballos. Los hay de todos los colores: rojos, blancos, azules… Ese particular establo se ubica en los 1.100 metros de parcela de Villa El Moro, una finca que alberga una espectacular vivienda neomudéjar de tres alturas, rematada con almenas y rodeada de fuentes, estanques, esculturas de leones, cedros centenarios y una televisión metida en una caja de madera. Se oye fluir el agua y, con gran nitidez, el repicar de las campanas de las tres iglesias que hay en los alrededores.
“En esta casa no había vivido nadie en 70 años. No había ni planos…”, cuenta Sarah Jane Kincaid (43 años, Massachussets), organizadora de eventos, mientras enseña la propiedad. Se mudó aquí hace dos años, junto a su marido, el pintor y escultor Enrique García (50 años, Viena). Él es quien está restaurando los caballitos de un tiovivo tradicional. Pronto estarán dando vueltas de nuevo. Desde la azotea ―no apta para gente con vértigo― se ven, a lo lejos, las Cuatro Torres de Madrid. También el edificio de Telefónica de la Gran Vía. Bastante más cerca está el Palacio de Vistalegre y, rodeando la finca, la Colonia de la Prensa.
Una colonia es un grupo de viviendas unifamiliares ―conocidas popularmente como chalecitos u hotelitos― construidas con una idea urbanística común. En Madrid quedan 36. Fueron impulsadas, en su mayoría, por la llamada Ley de Casas Baratas. La Colonia de la Prensa debe su fundación a un grupo de profesionales del periodismo y de las letras denominado Los cincuenta. Constituidos en cooperativa, iniciaron en 1910 la construcción de este singular conjunto arquitectónico, con 39 hoteles y 17 parcelas sin edificar. Ojo, no se debe confundir con la Ciudad de los Periodistas, situada en el norte de la ciudad.
En esta colonia se conoce a la gente por su profesión ―”el ingeniero, el relojero”― se sabe quiénes son los nuevos y una conversación para ubicar una casa es imposible de seguir si no se tiene el contexto adecuado: “Sí, hombre, sí, la de los Meneses, la que era de la colonia, la de la esquina, la de los fontaneros, la del torreón, la de Javier…”. Aunque no lo parezca, todo refiere a la misma vivienda.
Juan Luis García (67 años, Madrid) es mecánico y un fantástico guía para caminar por la colonia y conocer a sus habitantes. Vive allí desde los 13 años. Recuerda los años en los que iba a bañarse a los pozos de las casas -muchos siguen existiendo- y en los que las calles estaban sin asfaltar. En los que funcionaba el cotolengo del padre Alegre. En los que el único acceso a la colonia era a través del pórtico con torres que da a los números 61 y 63 de la calle Eugenia de Montijo ―el más recomendable para acceder, por su singularidad― y que en su día protegía un guardia que portaba una banda con su cargo y el nombre del lugar.
Juan Luis es memoria viva de la colonia. “De diez años para aquí, ha cambiado mucho. Casi todos los chalets estaban derrumbados y ahora han ido comprándolos y reformándolos”, cuenta mientras camina por las calles, que tienen nombre de periódicos. Relata la historia de cada vivienda. Conoce a todos los vecinos. Cuando entra en sus casas, los llama por el nombre.
-”¡Manuel!, ¡Manuel”.
-”¡Vamos, hombre!”, le contestan desde dentro.
Viajar sin viajar
Abre la puerta Manuel Jiménez (47 años, Madrid), ingeniero de caminos. Se mudó en 2015 a esta casa de estilo nazarí. “Todas las construcciones originales son de estilo modernista regionalista; hay otras de estilo más norteño. En aquella época era una manera de viajar sin viajar”, explica. Son obra del mismo arquitecto, Felipe Mario López. La vegetación corrió a cargo de Cecilio Rodríguez, el que fuera Jardinero mayor de Madrid.
Manuel quería vivir en la colonia, pero el primer encuentro no se lo puso fácil. Preguntó por una casa y recibió una advertencia: “No vayas, que es un señor muy huraño y por menos de nada saca la escopeta y te pega cuatro tiros”. Ese señor era un empresario de éxito, propietario de varias tiendas de corte y confección, dueño de seis casas en la colonia.
Cuando se jubiló, comenzó a almacenar objetos ― segadoras, farolas, bicicletas…v. Se pasaba el día yendo de casa en casa. Alguna, incluso, la utilizaba como cochera. En la de estilo neomudéjar, se sentaba en el jardín a tomar una cerveza mientras veía la televisión que había instalado dentro de una caja de madera. Falleció sin descendencia directa y sus herederos decidieron vender.
Manuel ha respetado el diseño original de la casa, en cuya base se puede leer “15-2-1914”. El escudo de la vivienda es el del rey de Granada Yusuf I transformado en trampantojo. En lugar de “Solo Alá es vencedor”, en árabe, reza “Viva mi dueño” en español.