Feminismo es democracia

El feminismo es un movimiento de progreso imparable que nos hace más iguales y más libres

Varias personas muestran el cartel de la convocatoria de huelga del próximo 6 de marzo, en Madrid.JuanJo Martín (EFE)

El feminismo es un movimiento con tres siglos de historia, construido colectivamente y que, desde la lucha pacífica, ha transformado nuestras sociedades obteniendo para las mujeres derechos que se consideraban imposibles hace solo unas décadas. Hace ya muchos años que el feminismo logró convertir en realidad una cuestión fundamental: la igualdad formal de los hombres y las mujeres. Sin embargo, esa importantísima igualdad formal no se ha visto acompañada (aún) de una igualdad real en la sociedad. Los datos son claros e incontestables: las diferencias en el empleo, en el desempleo, en las pensi...

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El feminismo es un movimiento con tres siglos de historia, construido colectivamente y que, desde la lucha pacífica, ha transformado nuestras sociedades obteniendo para las mujeres derechos que se consideraban imposibles hace solo unas décadas. Hace ya muchos años que el feminismo logró convertir en realidad una cuestión fundamental: la igualdad formal de los hombres y las mujeres. Sin embargo, esa importantísima igualdad formal no se ha visto acompañada (aún) de una igualdad real en la sociedad. Los datos son claros e incontestables: las diferencias en el empleo, en el desempleo, en las pensiones, en el reparto de los cuidados de casas, menores y mayores, en las expectativas profesionales, en la elección de las carreras universitarias, y, dolorosamente, las cifras de la violencia machista y sexual (13 asesinadas en lo que va de año, una violación cada 8 horas en España) no dejan lugar a dudas.

En estos tiempos asistimos al auge de discursos reaccionarios, que, desde la más profunda ideología, sin atenerse a los datos, niegan la desigualdad que aún arrastra nuestra sociedad. La estrategia de la derecha trata de caricaturizar el feminismo y a las feministas: seríamos para ellos un grupo de mujeres que odiamos a los hombres y actuamos organizadamente para destrozar la vida de las personas que nos rodean.

Esta caricatura choca, sin embargo, con la experiencia de la inmensa mayoría de las mujeres: hijas, amigas, abuelas, compañeras de trabajo, vecinas… nos definimos como feministas desde la más absoluta normalidad, desde la cotidianidad de nuestras vidas. Y desde esa cotidianidad, con tranquilidad y firmeza, repetimos y seguimos repitiendo que queda mucho por hacer y tratamos de poner nuestro granito de arena (personal, político, institucional) para hacer de nuestras ciudades lugares donde hombres y mujeres nos sintamos libres y seguras.

Ciudades feministas, es decir, en las que se aborden asuntos que constituyen grandes desafíos, como la movilidad, cuidados, conciliación y modelo económico. Ciudades, en definitiva, más amables y humanas para mujeres y hombres, en las que la ‘medida’ sean las personas y sus vidas en conjunto, que estén pensadas y diseñadas en torno a las necesidades reales de la vida de la población.

Así, por ejemplo, creer que una ciudad, tal y como propone la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, debe ser abarcable en quince minutos constituye una apuesta por un formato de metrópoli profundamente feminista, donde el centro de todo deja de ser lo laboral remunerado y pone el foco en todo lo importante, que es lo cotidiano.

Con esta perspectiva celebramos este 8 de marzo, con ese sentido común que ha generado consenso en la inmensa mayoría de la sociedad. Y en él vamos a seguir avanzando, porque el feminismo es un movimiento de progreso imparable que nos hace más iguales y más libres. Es democracia.

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