Teresa Táboas, primera española en la cúpula mundial de los arquitectos: “El futuro está en ciudades más pequeñas”
La política que legisló en Galicia contra el abuso inmobiliario durante la burbuja del ladrillo asume la vicepresidencia de la Unión Internacional de Arquitectura
Había un país en el que los constructores se repartían el poder con los banqueros, que concedían al pueblo créditos cada vez más caros para comprar pisos cada vez más pequeños, con peores materiales, con habitaciones interiores y buhardillas ínfimas vendidas como si fueran viviendas. Los promotores se disputaban el suelo y tomaban decisiones mientras algunos alcaldes miraban para otro lado. Por aquellos tiempos, en Galicia, paradigma del caos urbanístico, el libre albedrío constructivo y la dispersión poblacional, un gobierno autónomo de izquierdas (PSdeG-BNG) marcaba una tregua de cuatro años...
Había un país en el que los constructores se repartían el poder con los banqueros, que concedían al pueblo créditos cada vez más caros para comprar pisos cada vez más pequeños, con peores materiales, con habitaciones interiores y buhardillas ínfimas vendidas como si fueran viviendas. Los promotores se disputaban el suelo y tomaban decisiones mientras algunos alcaldes miraban para otro lado. Por aquellos tiempos, en Galicia, paradigma del caos urbanístico, el libre albedrío constructivo y la dispersión poblacional, un gobierno autónomo de izquierdas (PSdeG-BNG) marcaba una tregua de cuatro años al dominio casi eterno del PP —una pausa entre fraguismo y feijoísmo—, y encomendaba a una arquitecta tratar de poner orden en el hábitat de los seres humanos. La experta impulsó políticas de vivienda protegida y unas normas constructivas calificadas de “revolucionarias” que soliviantaron a muchos inmobiliarios (y también a importantes regidores y arquitectos), pero que salieron adelante. Teresa Táboas, hija de gallegos emigrados a México y doctora en arquitectura, tenía ya un bagaje como gestora y, en un mundo aún hoy bastante masculino, estaba acostumbrada a ser la “primera mujer” que ocupaba diversos cargos de responsabilidad. La primera consejera de Vivienda y Suelo de Galicia había sido primera presidenta-decana de Colegio Oficial de Arquitectos de Galicia (COAG) y segunda consejera, desde su creación en 1931, del Consejo Superior de los Arquitectos Españoles (CSCAE). Ahora, Táboas (Ciudad de México, 61 años) vuelve a romper un techo, al convertirse en la primera española vicepresidenta de la Unión Internacional de Arquitectos (UIA).
Esta institución es la cúpula planetaria que comunica a los consejos de arquitectos de los países, un organismo estrechamente relacionado con la Unesco, con sede en París, que nació tras la Segunda Guerra Mundial con el objetivo de ayudar a “reconstruir el mundo”. Ahora, su misión es posiblemente más complicada: cambiar la manera de construir en el mundo para no destruir el mundo, en un apocalíptico escenario de calentamiento global. Táboas fue propuesta como candidata por parte del CSCAE y salió elegida a principios de julio, por unanimidad, como vicepresidenta primera durante el congreso que tuvo lugar en Copenhague. Nunca antes un representante de España había ocupado ese cargo, y esta es también la primera vez que una mujer, la suiza Regina Gonthier, llega a la presidencia de la UIA. Entre las tareas de la arquitecta gallega estará la de organizar con el consejo español —que también preside una mujer, Marta Vall-Llosera— el próximo Congreso Mundial de Arquitectura, en 2026, para el que la Unesco ha escogido Barcelona como sede.
Aunque la institución, explica la profesional radicada en Pontevedra, tiene otras misiones importantes, como la de marcar los requisitos de las titulaciones en los distintos países y “repensar” cómo se debe edificar para hacer frente al cambio climático, algunos de los hitos más vistosos de la UIA salen de los concursos que organizan desde hace décadas, como la Ópera de Sidney (Jørn Utzon, 1957-1973, Patrimonio de la Humanidad) o, en colaboración con la Unesco, la nueva Biblioteca de Alejandría (Snøhetta, Kapeller, Thorsen, Dykers y Hamza, 1997-2002). Táboas, que ejerció la política pura y dura desde el BNG, primero como consejera de la Xunta y luego, hasta 2012, como parlamentaria autonómica, no descarta la idea de volver algún día a ese frente, pero reivindica que la actividad de la UIA es “otra forma de hacer política”. Junto a ella, en la ejecutiva del organismo hay arquitectos de Macao, Brasil, Angola, China, Polonia y México. La mitad, recalca, “nos entendemos en portugués y gallego, para que nadie diga que nuestra lengua no vale para moverse por el mundo”.
Frente al individualismo que se pudiera imaginar entre las estrellas de la arquitectura, Táboas asegura que hay “una corriente potente de toma de conciencia, de colaboración para aportar soluciones a los problemas” que se presentan en un planeta castigado. Un globo terráqueo con “ciudades que viven de espaldas a ese territorio” que les rodea y “del que dependen para obtener energía, agua y alimento o gestionar su basura”; con urbes insostenibles, sin árboles, sin sombra, donde “el asfalto, como ya se ve en Arizona, puede causar quemaduras”. “Me preocupa mucho todo esto”, avisa, “no vamos a poder pisar el suelo”.
Al congreso de Copenhague viajaron arquitectos que trabajan en países muy pobres y que desarrollan “obras maravillosas de bajo coste, respetuosas con el medio, ejemplos que te reconcilian con el mundo”, comenta Teresa Táboas, que reconoce su admiración por colegas como Yasmeen Lari, primera arquitecta pakistaní, premiada este año con la medalla de oro del Real Instituto de Arquitectos Británicos. Mientras tanto, en otros lugares se proyectan “aberraciones como la Ciudad Lineal de Arabia Saudí”, lamenta. La invención del aire acondicionado cambió las reglas del juego y permitió, artificialmente, “ocupar territorios impensables para el desarrollo de la vida”. A partir de ahí, se están creando de la nada, en medio del desierto, edificios acristalados en climas extremos, y se fundan metrópolis alternativas, como la nueva capital administrativa de El Cairo, porque la contaminación y el exceso de población harán inhabitable la actual.
“Hay que proteger los recursos hídricos y los refugios climáticos” de las zonas templadas, reclama Táboas. “En el futuro, las guerras pueden ser por el agua”, advierte, “los arquitectos tenemos retos globales muy urgentes y otros que son diferentes según el país. La realidad asiática, africana o sudamericana, con una población joven, necesita escuelas y clínicas. La europea, de personas mayores y que viven solas, precisa viviendas accesibles”. “La crisis del coronavirus nos hizo ver que la casa debe ser flexible: es el espacio de vida, pero también de trabajo, de estudio y de consumo masivo de ocio”, describe la vicepresidenta de la UIA, “la arquitectura es importantísima para las personas, porque es la responsable de crear el escenario en el que se desarrolla su vida”. Este marco, desde el encuadre más íntimo hasta el más social, irá cambiando, o no, a medida que el ser humano queme sus etapas, pero sin duda condicionará su existencia.
El derecho humano del sol en la ventana
Con el nacionalista Anxo Quintana en la vicepresidencia de la Xunta, el Bloque la puso al frente de una consejería nueva, la de Vivenda e Solo (2005-2009), justo en el momento en que la burbuja se hinchó tanto que acabó reventando. En 1990 la arquitecta había fundado su propio estudio, después de empezar en el de César Portela (Premio Nacional 1999 y Medalla de Oro de Arquitectura, 2023), y también había trabajado como técnica en un Ayuntamiento. Sabía de sobra a qué intereses se enfrentaba cuando en 2008 entraron en vigor sus Normas do Hábitat de Galicia, un proyecto estrella con el que el Gobierno bipartito puso coto a la codicia de los promotores. Se elevaba en un 83%, hasta un mínimo de 40 metros cuadrados, la superficie de los minipisos; las salas de estar nunca podrían medir menos de 12 metros, los baños, cinco; las cocinas, siete; el comedor, seis metros en las viviendas de un dormitorio y nueve en los más grandes; el cuarto individual mínimo no podría estar por debajo de los ocho metros cuadrados útiles.
Con las normas de la consejería de Táboas, los pasillos y las puertas crecieron en anchura y altura, al igual que los techos de las casas y el tamaño de los patios de luces. Las estancias bajo cubierta solo podrían computar como habitables cuando la altura mínima fuese de 2,40 metros, frente a los 1,50 permitidos hasta el momento. Casi todo se revisó, desde el aspecto externo hasta las dimensiones de los garajes y las zonas comunitarias de los inmuebles, y además se aprobó que el salón, la cocina, el comedor y los dormitorios fuesen exteriores, con luz natural y ventanas que asegurasen la relación con el entorno. Alguna de las estancias principales tendría que estar orientada, en los edificios nuevos, de tal forma que garantizase al menos una hora diaria de sol directo en diciembre. “Desde Galicia, este rincón del mundo que en realidad es el centro del Atlántico”, recuerda la arquitecta, “propusimos iniciativas de vanguardia, como la de las estancias con sol o el reciclaje de las aguas grises” para el riego, un recurso que ahora se implanta frente a la sequía. En la hemeroteca de cuando gobernaba, Táboas repite como un mantra que “la vivienda es un bien de uso, no de consumo, especulación” y “perversión urbanística”, un “derecho que no debería suponer más que el 30% de los ingresos” de la gente.
La exdirigente de la Xunta cita la canción 4 degrees (4 grados) de Anohni and The Johnsons, que sonó en Copenhague. Solo cuatro grados más pueden acabar con todo, describe la letra: “Quiero ver a los perros llorar por el agua. Quiero ver a los peces panza arriba en el mar [...] quiero quemar el cielo, quiero quemar la brisa, quiero ver a los animales morir en los árboles. ¡Adelante, adelante!, solo cuatro grados”. La gravedad del cambio climático fue el asunto que vertebró la cumbre mundial de los arquitectos, y una de las intervenciones fue la de una joven activista danesa Elise Sydendal, mucho menos famosa que la sueca Greta Thunberg.
“Es trabajo de los arquitectos ayudar a que los territorios sean más resilientes” frente al desastre, insiste. “En Copenhague, con otras compañeras, defendí que se rompa con la narrativa que solo habla de las ciudades y se empiece a hablar del territorio, rural y urbano, como un todo”, destaca. El futuro, para Táboas, está en “ciudades más pequeñas”. Escalas en las que es posible mantener la transición y el contacto con la naturaleza. Los nórdicos en esto “están mucho más concienciados”, reconoce. Al final de la asamblea, con el lema No dejar a nadie atrás, la organización condensó las conclusiones en “10 principios de la edificación”. Táboas los ve como “los 10 mandamientos” de la arquitectura del futuro. El primero: “No hay belleza en exclusión”.