Votaciones en la playa: “Dame dos espetos y déjate de elecciones”
Vecinos y turistas de las playas de La Malagueta y El Palo, tradicionales caladeros de voto del PP y PSOE, muestran cansancio ante las elecciones. “Lo mejor es desconectar con un baño”, dicen
El malagueño Carlos Cañete tiene 39 años y lleva 11 elaborando espetos de sardinas. En verano llega a poner ante las brasas unos 200 diarios, cerca de 30 kilos de pescado. Son los que se sirven en el chiringuito Sicsu, establecimiento que empezó como quiosco de pipas y ahora es uno de los referentes del barrio de La Malagueta, en Málaga, que da nombre a la playa sobre la que se asientan las mesas del negocio. “¿Política? Aquí no se habla de eso. La gente me dice: ‘Tú dame dos e...
El malagueño Carlos Cañete tiene 39 años y lleva 11 elaborando espetos de sardinas. En verano llega a poner ante las brasas unos 200 diarios, cerca de 30 kilos de pescado. Son los que se sirven en el chiringuito Sicsu, establecimiento que empezó como quiosco de pipas y ahora es uno de los referentes del barrio de La Malagueta, en Málaga, que da nombre a la playa sobre la que se asientan las mesas del negocio. “¿Política? Aquí no se habla de eso. La gente me dice: ‘Tú dame dos espetos, una caña y déjate de elecciones”, asegura. “Aquí no vienen a enfadarse, vienen a disfrutar un rato y refrescarse”, añade José María Sánchez, de 37 años, que regenta un quiosco en el paseo marítimo. “Es así. Ya estoy harta de políticos en la tele. Estoy mejor aquí”, confirma desde su toalla Luisa López, de 62 años y vecina de la zona.
Esta barriada se viste de azul en cada jornada electoral. En las últimas generales sumó un 41% de votos para el PP y un 20% para Vox, segunda fuerza más votada por unos vecinos que acuden en masa a las urnas: la participación superó entonces el 80%. “Aquí la media de edad es alta y a la gente quiere votar. Creo que el alcalde arrastra mucho por lo que hace, pero también porque es de su quinta y vive aquí”, apunta Joaquín Martínez, de 52 años. El regidor, el popular Francisco de la Torre, de hecho, arrasó aquí con el 76% de los votos en las recientes municipales. Martínez se refugia a la sombra en la terraza de la cafetería El Gallo Rojo junto a su perra, Runa. “Aquí vamos a votar casi todos, hay que hacerlo. Lo que pasa es que cada vez hay menos vecinos”, aclara. Señala un edificio que tiene 12 plantas y 24 apartamentos en cada una. “Salvo 10, los demás son todos turísticos. Y todos los locales comerciales de las calles que no dan a la playa se han transformado en viviendas vacacionales. Debe haber ya 500. Todo está cambiando, pero Málaga es muy del Partido Popular gracias a De la Torre”, insiste.
“Los que viven en esta zona son muy estirados. Se creen que son clase alta, pero luego hay muchos pijos tiesos”, dice entre risas Antonio, de 59 años, que echa el rato en el quiosco de José María Sánchez. Allí hay sombrillas para alquilar y un constante goteo de clientes italianos, británicos o alemanes en busca de agua, granizados y helados para luchar contra la ola de calor, que ha dejado cifras históricas en la ciudad día y noche. “Se habla poco de debates o de elecciones en la playa, pero está claro que debe haber un cambio. Hay que votar sí o sí el domingo”, insiste su mujer, Serena, de 34 años, que para la foto limpia con esmero los cristales de la caseta, con un cartel electoral de Feijóo en su lateral. “¿Quién es?”, pregunta el menor de los hijos de una familia británica que caminan rápido hacia el mar. Su padre ni le responde. Los turistas —en esta zona muy jóvenes— saborean sus vacaciones, ajenos a la política.
“Pues yo no voy a ir a votar”, afirma Yeray Palacios, de 28 años, otro de los empleados del chiringuito Sicsu, mientras apura su turno de comida pasadas las cinco de la tarde. Su opinión es tajante: “Pase lo que pase, todo va a ir a peor”. “Yo tampoco voto. Total, al final son todos iguales”, dice su compañera Lina Marcela Marín, colombiana de 30 años que lleva la mitad de su vida ya en España. Ambos se quejan de lo mismo: “Trabajamos muchísimo y ganamos lo mismo que todos esos que no lo hacen, pero reciben muchas ayudas. Eso no puede ser”. Con 59 años, desde la experiencia, Antonio les pide el voto. “Estamos cabreados por las fechas, claro, pero hay que ir. Vamos de mal en peor, así que toca cambiar las cosas”, opina quien se fía más de ir a las urnas el domingo que de votar por correo. “¿Para que se pierda por el camino? Yo prefiero ir en persona”, añade este malagueño que pasa el rato en La Malagueta, pero reside en El Palo, barrio humilde y marinero donde residen unas 30.000 personas.
“Yo paso del tema”
Las Playas de El Palo es la denominación de una minúscula sección censal de esa área. Está compuesta por unas 600 personas que residen en dos hileras de casitas —originalmente de pescadores— a un palmo de la arena. En las últimas generales, el PSOE consiguió el 46% de sus votos y Unidas Podemos el 16%, incluso por encima del PP, que obtuvo el 15% de los apoyos (Vox, el 9%) en una participación que aquí desciende hasta el 66%. Su colegio electoral, ubicado en el centro educativo SAFA – ICET, fue el único que registró una mayoría de apoyos a los socialistas en toda la zona este de la ciudad. Una pequeña isla roja donde la gentrificación empieza a causar estragos, el precio de la vivienda sube sin parar y el turismo es cada vez más numeroso. “Están haciendo de Málaga un sitio para turistas y nadie más”, critica Miguel Martín, que cumple 69 años en agosto. “Pero el malagueño, mientras tenga un boquerón, una cervecita, algo de pan y un sitio para dormir, no protesta”, asume con cierto conformismo.
A Martín le gusta conversar. Relata sus trabajos como socorrista en la playa de Los Baños del Carmen, su etapa de relaciones públicas en Torremolinos o cuando ejercía de guía a caballo en Palma de Mallorca. Cuenta anécdotas que le sirven para dar su visión sobre la vida. “No se puede guardar el odio, el rencor es malo”, dice en una de ellas. “Y a las mujeres hay que tratarlas bien, con honradez y respeto”, insiste. Luego subraya que tiene claro su voto este domingo: “Vox”. Se explica: “Es lo mejor. El otro hombre no hace nada bueno y el otro no tiene inteligencia ninguna y los del otro lao, bacalao”. En las secciones censales de la franja costera de toda Málaga, Vox fue el partido más votado solo en tres. Dos están en las zonas más ricas de toda la provincia: Puerto Banús (Marbella) y Las Lomas (Estepona). La tercera es Carvajal, barriada de Fuengirola que también reúne familias de alto poder adquisitivo.
“Aquí, dinero, poco. Nosotras sacamos unas pipas y nos hinchamos a cascar de todo, de unos y otros, del bar… Menos de las elecciones, de lo que sea”, aclara otra vecina de El Palo mientras hace cola en la ducha pública para quitarse la arena. Bajo el agua está la hija de Azahara, que vive en la parte alta del barrio. “Yo paso del tema mientras vengo a la playa, pero a votar sí que iré. A ver si van a llegar los malos”, sostiene la mujer, de 40 años. “Aquí lo mejor es desconectar un poquito con un baño. Con la tele tenemos bastante”, insiste un grupo de mujeres mientras recoge a última hora de la tarde sus sillas y toallas. Han llegado para pasar el día desde municipios del interior como Villanueva del Rosario y Villanueva del Trabuco. “Si pones un micrófono, te enteras de todos los cuchicheos de los pueblos, pero de política… de eso, nada”, añade otra de las mujeres. ¿Irán a votar el domingo? “Según venga el aire”, mantiene, misteriosa, la que ejerce de portavoz.
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