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María Guardiola, la baronesa que negó a Vox y acabó engordándolo

Gestora sin sobresaltos y escándalos, la presidenta de la Junta no es carismática ni populista, pero el cargo le está ensuciando el colmillo: en campaña agitó el fantasma del pucherazo

Un día de 2022, Alberto Casero y Víctor Piriz, entonces diputados por Extremadura, ponen encima de la mesa de la dirección de Génova un nombre: María Guardiola Martín (Cáceres, 47 años). “Monago [presidente de la Junta], cuando se entera, se revuelve de la hostia”, dice un miembro...

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Un día de 2022, Alberto Casero y Víctor Piriz, entonces diputados por Extremadura, ponen encima de la mesa de la dirección de Génova un nombre: María Guardiola Martín (Cáceres, 47 años). “Monago [presidente de la Junta], cuando se entera, se revuelve de la hostia”, dice un miembro de la antigua dirección del PP, presente en la reunión con Casero y Piriz. Pero a Monago, Pablo Casado, anterior presidente del PP, le ha bajado el dedo por sus viajes a cargo del Senado a Canarias para visitar a una amante. Casado se desprende de Monago a la manera política. “Le dijo que lo quería, que era un máquina, pero que tenía que salir de ahí, que se le buscaría acomodo”, explican fuentes cercanas al expresidente de Extremadura. Y desde Génova, la pareja Casado-García Egea tiene claro que en esa comunidad se necesita aire nuevo. Es cuando Casero y Piriz deslizan el nombre de Guardiola como posible presidenta del PP extremeño.

¿Qué le vieron los dos políticos extremeños? ¿Por qué ella? Responde al teléfono Alberto Casero: “Frescura, una capacidad de gestión enorme que estaba demostrando en Cáceres. Algo muy valioso: no pertenecía a ninguna familia política del PP, no tenía deudas con nadie. Lo suyo era la gestión pura, estaba fuera de guerras internas ni le interesaba el conflicto político. Y es mujer: nunca una mujer había gobernado Extremadura”.

“Fue un shock”, cuenta un dirigente de la antigua cúpula. Y aquí llega uno de los rasgos más reconocibles de Guardiola: la sorpresa combinada con la discreción. Una orquesta con silenciador. Porque para ser candidato del PP en Extremadura había otro nombre, Fernando Pizarro, y unas primarias que de repente giraron hacia Guardiola, apoyada por Madrid. Él era alcalde de Plasencia; ella, concejala en Cáceres. Pizarro no soporta la presión del aparato del partido hasta el punto de que, en su renuncia, dice que se ha quitado “un peso de encima”.

Y ese peso se traslada a los hombros de una mujer, María Guardiola, acostumbrada a la responsabilidad pero no a los focos, lo que le causó algún problema sonrojante (esa foto colgada en Twitter para criticar que los nuevos trenes de Renfe no tenían cargadores de teléfono, cuando estaban debajo de su asiento).

Llegó a la concejalía de Cáceres para ocuparse, en el PP, de los asuntos de Economía y Hacienda. Era el año 2015 y cumplía un requisito del que luego presumiría y le gusta exigir: que quien ocupe los cargos haya sabido de qué van las instituciones. Es licenciada en Ciencias Económicas y Empresariales, una formación que ha condicionado tanto su carrera profesional como su manera de entender la política: cifras, equilibrio presupuestario y gestión eficiente como ejes del discurso.

No es carismática, ni populista, pero el cargo le está afilando (ensuciando, más bien) el colmillo: en esta campaña agitó la conspiranoia del pucherazo, sugiriendo unas elecciones amañadas. Quizá eso esté conectado con el suceso por el cual se hizo famosa en toda España antes de llegar al poder. Le hacía falta Vox para gobernar y Guardiola, en su discurso público y privado, había anunciado que no quería nada de la extrema derecha española. La candidata del PP había hecho bandera del rechazo a las políticas extremistas que afectaban especialmente al feminismo y la igualdad. Y ahora el partido, desde Madrid, la obligaba a pactar con Vox. Ella no quiso. Guardiola había construido buena parte de su perfil público sobre una promesa clara: no querer nada del partido de Abascal. No fue una ambigüedad calculada ni una fórmula retórica. Fue una afirmación nítida, reiterada en entrevistas y debates, con la que buscaba marcar distancia ideológica y tranquilizar a un electorado moderado: “Con Vox no”. Sin embargo, acabó engordándolo.

Un día descolgó el teléfono y llamó a un colega político casi llorando. Le dijo a este interlocutor que la estaban apretando desde Génova, y que al mismo tiempo en Génova reprochaban a Mazón, presidente de Valencia, el desgaste brutal a Feijóo y el PP por haber pactado con Vox. “Yo tengo que pactar con ellos, pero si pacto con ellos cualquier mal resultado es culpa mía”, vino a decir. “Me están haciendo la vida imposible”, recuerda este interlocutor, excusando salir del anonimato, que le dijo Guardiola. No era, en cualquier caso, un secreto.

La presión aquellos días era enorme: se trataba de tomar el poder de la Junta de Extremadura, y para ello había que traicionar principios y palabra. “Solo tengo mi palabra y mi trabajo, es mi único patrimonio”, avisó Guardiola. Días después, ya sólo tenía su trabajo y la Junta. Le pidieron que aguantase lo que pudiese. Y aguantó bastante hasta que se filtró un audio de Santiago Martínez-Vares, consultor político que trabajaba con ella y al que se responsabiliza de buena parte del éxito de su campaña en 2023, en el que él decía que había que “acabar con Vox”. “Se lo tuvo que cargar, pero también es verdad que sin él de repente se sintió más libre de pactar con Vox”, dice un antiguo dirigente del partido. “Ella al final está ahí, entre dos aguas. Es una tía que ha caído bien y a la que le ha tocado la lotería con el candidato socialista. Sus consejeros no son nada del otro mundo. Yo la comparo mucho con Marga Prohens. ¿Por qué? Porque nadie conoce a ningún consejero de ellas. A la única que conocen es a ella. Está rodeada de gente que no tiene perfil político. Son todos gestores. Y eso en el partido a veces no sienta bien porque claro: todo el mundo quiere colocar siempre a alguien”.

En la Junta tomó nota del consejo de Génova: no hay que estar en todas partes y querer hacerlo todo, hay que hacer tres cosas y hacerlas bien. Tendrá la oportunidad de hacerlas de nuevo en el poder, salvo insospechada debacle en la negociación con Vox, gracias a los resultados electorales: 29 escaños, a cuatro de la mayoría absoluta. Vox se dispara y llega a los 11 escaños, más del doble de los que obtuvo en 2023. El PSOE se cae a los 18 diputados y Unidas por Extremadura sube a 7.

Está casada y tiene dos hijos, uno de ellos con reciente mayoría de edad y con el que fue a votar este domingo. Es una mujer “valiente, decidida, que dedica un calor especial a su familia y que tiene vocación de servicio público”, cuenta a la carrera el alcalde de Cáceres, Rafael Mateos Pizarro, en el mitin de cierre de campaña, el viernes noche. “Está sacrificando una vida personal y profesional”, insiste. La suya, la de María Guardiola, empezó a cambiar de forma drástica cuando ella tenía tres años y su padre abandonó el hogar. Su madre Dolores, maestra, tiró para adelante con todo. Se fue con sus dos hijos, María y Fernando, a casa de la abuela, a Cáceres. Con el tiempo Dolores se emparejó con un hombre al que Guardiola considera su padre, contó a Vanity Fair. Tiene hoy dos nuevas hermanas.

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