La Andalucía vacía quiere maestros, fibra y cultura para atraer familias jóvenes
Las zonas rurales de la comunidad ocupan un 75% de la superficie, pero acogen solo al 23% de la población
Manuela Astasio y Marino Scandurra cuentan los días para ver acabada la casa que se han comprado en La Fresnedilla, un poblado del interior del parque natural de Cazorla, Segura y Las Villas, en Jaén. Ella, fisioterapeuta del hospital de Úbeda, y él, un fotógrafo italiano afincado desde hace años en España, quieren compartir su proyecto de vida ahí, en una zona rural. Con la casa en obras, aún no viven en el lugar, pero su hija Sole sí va ya al colegio de La Fresnedilla. “Queremos que crezca en este entorno mágico, en contacto con la naturaleza”, señala Manuela Astasio. Esa idea, la de criar a...
Manuela Astasio y Marino Scandurra cuentan los días para ver acabada la casa que se han comprado en La Fresnedilla, un poblado del interior del parque natural de Cazorla, Segura y Las Villas, en Jaén. Ella, fisioterapeuta del hospital de Úbeda, y él, un fotógrafo italiano afincado desde hace años en España, quieren compartir su proyecto de vida ahí, en una zona rural. Con la casa en obras, aún no viven en el lugar, pero su hija Sole sí va ya al colegio de La Fresnedilla. “Queremos que crezca en este entorno mágico, en contacto con la naturaleza”, señala Manuela Astasio. Esa idea, la de criar a la prole en entornos más saludables, es la que lleva a muchas parejas jóvenes a buscar una nueva vida en el ámbito rural. Un deseo que necesita que se cumplan algunas necesidades básicas: colegios y médicos a una distancia razonable, fibra que permita un buen acceso a internet y, también, tiendas y bares más o menos a mano.
La Fresnedilla tiene unos 200 habitantes, pero su crecimiento se ha acelerado en los últimos años. A la colonia de alemanes que a finales del pasado siglo se instalaron adquiriendo los cortijos que dejaban los lugareños, se han unido ahora británicos e italianos. Algo similar ocurre en Granada, en el Valle de Lecrín y en la Alpujarra, donde los centroeuropeos han descubierto un vergel al que mudarse para tener una vida personal y profesional de lujo. El único problema para los locales es la inevitable subida de precios que conlleva que los extranjeros compren vivienda y terreno, pero, aún así, el beneficio es superior al perjuicio.
Los recién llegados a La Fresnedilla trabajan en la agricultura (Marino Scandurra, que realizó las fotos para este reportaje, tiene una plantación de pistacho ecológico) o son profesionales y directivos de importantes empresas europeas con las que siguen unidos gracias al teletrabajo. En La Fresnedilla, la única incertidumbre es la del futuro del colegio. Los padres se quejan de que la inestabilidad del profesorado deja a los alumnos sin clases durante muchas semanas. “El medio rural tiene mucha vida, pero para eso la escuela es fundamental”, subraya Astasio. Este curso a la escuela han asistido ocho niños, pero ya hay otros ocho inscritos para el próximo año y “más que irá aumentando porque no paran de venir al pueblo mujeres en edad fértil”, recalca la madre de la pequeña Sole.
Al otro lado de la Sierra de Segura, en Granada, está Galera. Con 1.100 habitantes, un 25% de ellos extranjeros, su alcalde, José Manuel Guillén Ruiz (PSOE) cuenta que en los dos últimos años han ganado población, algo más de 50 personas, que es un 5%, una cifra interesante. Guillén explica que han llegado familias jóvenes gracias al atractivo de un importante patrimonio, arqueológico y geológico, y a la facilidad que da que el 95% de las viviendas tengan acceso a fibra. A ello unen la repercusión que ha tenido la declaración de Geoparque mundial de la Unesco a un amplio territorio en el que se incluye Galera. Esto, dice el alcalde, ha convertido el pueblo en un destino turístico muy importante, con 268 plazas de alojamiento.
Contrastes demográficos
Y frente a entornos en los que crece la población, otros viven situaciones más preocupantes. La provincia de Jaén, por ejemplo, es la única de las ocho andaluzas en las que el censo se ha reducido. 46.000 habitantes menos en la última década. En el otro extremo, Málaga casi ha doblado sus habitantes en este tiempo. Las zonas rurales andaluzas ocupan un 75% de la superficie, pero acogen solo al 23% de la población, según el Informe Anual de Indicadores: Agricultura, Pesca y Alimentación 2020, publicado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
En Huelva, la provincia menos poblada de Andalucía, con 524.576 habitantes, el contraste demográfico es acusado. Mientras que la provincia crece en población, grandes zonas rurales como la comarca de El Andévalo pierden habitantes poco a poco. “Tenemos la mejor tasa de natalidad de Andalucía, lo que pasa es que esa zona, la más amplia, es un geriátrico”, reconoce preocupado Joaquín de la Torre, candidato de la nueva formación Por Huelva. Este ingeniero de profesión se animó a concurrir a las elecciones andaluzas, harto de ver cómo su provincia es la “eternamente olvidada”, marcada por desequilibrios poblacionales, falta de alternativas laborales y graves carencias de infraestructurasque hacen mayor mella en los pueblos que se desangran de vecindario.
De los 80 municipios que tiene Huelva, 44 llevan perdiendo población desde hace más de 20 años. Un 20% de las localidades onubenses está ya en riesgo severo de despoblación, según el baremo de la Unión Europea y referido en el primer Plan de Acción para el Reto Demográfico, realizado el año pasado por la Diputación de la provincia. De la Torre lleva ya días probando esas “carreteras infernales” que aíslan a muchos de estos puntos para hacer su campaña de calle, con la esperanza de rascar más de un parlamentario que le sirviese para ser decisivos ante acuerdos que pudiese necesitar el futuro presidente de la Junta de Andalucía.
En los últimos años —quizá la pandemia tenga algo que ver en ello― ya se está produciendo un cierto cambio de tendencia demográfica en distintos puntos de Andalucía. Algunos núcleos urbanos grandes empiezan a perder población y hay otros pequeños que la ganan. En Jaén, por ejemplo, mientras que todos los municipios mayores de 10.000 habitantes menguaron su censo el año pasado, otros 21 más pequeños incrementaron su padrón. “Ya es un logro mantener la población, y si encima crecemos qué más podemos pedir”. Lo dice con euforia contenida David Rodríguez, alcalde de Peal de Becerro (5.325 habitantes), uno de los que más creció el pasado año. Otros regidores, como Ramón Gallego, de Puente Génave, en la Sierra de Segura, vincula este cambio de inercia al efecto de la sanidad y la educación pública y también a la aparición de más trabajadores autónomos frente a un menor peso de los trabajadores agrarios por cuenta ajena. Aunque De la Torre tiene claro que en el caso de Huelva es necesario que desde la política alguien atienda a su singularidad: “No queremos ser un apéndice de Sevilla. Huelva necesita crecer en todos los sentidos”.