La bióloga Ángela Pérez: “Hay que invertir en talento para desatascar los hallazgos científicos”

La empresaria valenciana emprendió su primera empresa a los 24 años y ahora lidera siete iniciativas

Ángela Pérez Pérez, fundadora y vicepresidenta de la empresa biotecnológica Health in Code, en La Marina de Valencia.Mònica Torres

De familia profesional numerosa, esta “multiemprendedora” cuenta con un equipo de 200 personas y siete iniciativas empresariales, unas consolidadas y otras “esperando el Eureka” y que, al igual que los hijos, dan alegrías y preocupaciones. Heredera de la explosión genómica, la primera de ellas la fundó a los 24 años y con el título de bióloga recién salido del horno, hito que siempre destaca en los foros de inspiración a quienes dudan tirarse a la piscina con su plan de negocio. Porque en el cruce del emprendimiento científico hay dos caminos: o arraigar en la universidad o tener “más rocanrol...

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De familia profesional numerosa, esta “multiemprendedora” cuenta con un equipo de 200 personas y siete iniciativas empresariales, unas consolidadas y otras “esperando el Eureka” y que, al igual que los hijos, dan alegrías y preocupaciones. Heredera de la explosión genómica, la primera de ellas la fundó a los 24 años y con el título de bióloga recién salido del horno, hito que siempre destaca en los foros de inspiración a quienes dudan tirarse a la piscina con su plan de negocio. Porque en el cruce del emprendimiento científico hay dos caminos: o arraigar en la universidad o tener “más rocanrol y una vida mucho más complicada, pero con un nivel de adrenalina y satisfacción diaria”.

Siempre cerca de las relaciones sinérgicas en biotecnología, Ángela Pérez (València, 1973) se considera una currante precoz sacando adelante las ideas de visionarios que a priori no le convencían. Pulida en las “partidas de póker” de las rondas de capital, para esta empresaria que mira al futuro desde la inversión, el espacio es el mensaje. Ninguno de sus proyectos ha conocido el asfalto de un bajo de barrio. Todas nacen y crecen en entornos singulares, desde un parque tecnológico en Paterna a un parque científico, el de la Universitat de València, su “casa” durante casi quince años, hasta aterrizar en su sede actual, BioHub VLC, en La Marina, un complejo de gestión privada destinado a encumbrar la ciudad en el mapa de las ciencias de la salud y que aloja a 40 empresas.

Desde este centro se reivindica como azote del urbanismo municipal por la liberación de edificios que alivie las listas de espera del emprendimiento en el cap i casal. “Los proyectos tecnológicos no pueden esperar a que los dueños de los espacios o la inversión piensen si es necesario dedicar el dinero a que otros emprendan. El milagro de Málaga no es más que saber dejar espacios para que los proyectos productivos y tecnológicos de la ciudad encuentren acomodo. Nuestras autoridades deben ponerse las pilas”.

Todavía no ha hecho el exit en su primera empresa, hoy Health in Code, que prevé alcanzar una facturación de 45 millones de euros en 2023, tras 25 años en una compañía que de la que no ha vendido sus participaciones, sino que la ha visto crecer y pasar por infinidad de fondos inversores. Esta experiencia, “muy minoritaria”, le ha abierto las puertas de instituciones académicas, profesionales y asociativas, para aportar ideas y soluciones. Su privilegiada visión local fundamenta sus críticas.

“Me molestan los diagnósticos recurrentes que preguntan las mismas cosas. Ahora se trata de administrar tratamiento, y eso requiere más dinero. España está en los rankings de publicación científica, pero los hallazgos se quedan en los cajones. Eso necesita talento y entidades dedicadas a desatascarlos con una burocracia facilitadora para llegar a la sociedad. Necesitamos continuidad de los planes estratégicos para solucionar los problemas diagnosticados”, sentencia.

Icono valenciano del diagnóstico genético que cuenta con un Premio Rei Jaume I, Pérez, que duerme de 1:00 a 7:00, reconoce no tener los elementos para despertar envidias: “Ni soy rica ni catedrática, encima me hago el harakiri en los medios y en cualquier escenario. No rindo pleitesía a nadie, me rijo por mis propios valores y además los evoluciono. No tengo el síndrome de la impostora. No lo llamo éxito. Estoy en el sitio que quiero estar y hago una labor que aporta a la sociedad”.

Practicante de las organizaciones “pegamento” para atraer talento, entró en la cultura de los eventos de la mano del catedrático de genética Manuel Pérez Alonso, su primer socio, quien a la entonces veinteañera Pérez la empujaba a sacrificar las horas del laboratorio por hacer contactos en torno a los canapés con Coca Cola. “Los eventos ponen en común necesidades y soluciones del sector. Pero no puede ser que haya 75 eventos biotecnológicos sobre transferencia de tecnología cuando funcionaría uno trimestral. Necesitamos agendas despajadas”, recalca.

De espíritu inquieto --”quiero hacer muchas cosas en poco tiempo”--, Pérez se declara exigente consigo misma y con los demás. Formar parte de su equipo directivo requiere ser buena persona –”la gente que no lo es dura poco a mi alrededor”-, y clara y directa en sus intenciones y forma de pensar, además de dar lo mejor en su trabajo. “Es oro puro cuando, saben lo que estoy pidiendo con solo levantar una ceja. Formamos un equipo muy feliz de trabajar juntos. Esta es la base”.

Hija de ama de casa y soldador, reconoce haberlo conseguido todo “a dolor”, pero no sola. Me ha ayudado mucha gente por el camino, he tenido muy pocos enemigos”, describe Pérez, quien recuerda un día de infancia en que su padre la llevó a ella y a sus hermanos a la fábrica, hoy Stadler. Era agosto, y en su puesto de trabajo hacía 40 grados. “Subimos al despacho del ingeniero, una especie de torre de control, una bonita sala refrigerada con un sillón giratorio. Nos sentó allí y nos preguntó: ‘¿Dónde queréis estar?’ Mis hermanos y yo queríamos en el futuro trabajar en un sitio donde la silla girase e hiciera fresquito”, evoca Pérez, cuya vocación inicial fue la ingeniería hasta conocer la genética en tercero de biología.

Entrenadora de fondo de algoritmos, Pérez se reconoce enganchada, “en el sentido yonqui”, a estar permanentemente informada de lo que le pasa a toda la gente que admira profesionalmente, contra corriente de los códigos de buenas prácticas de redes sociales: “Hago todo lo contrario, lo mezclo todo y no tengo que renunciar a nada. Eso hace que sea una persona muy disponible y me permite hacer muchas cosas, también tener mucha familia. La optimización que he conseguido con mi vida se debe a la multitarea en tiempo real”.

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