Una tumba que regar en el jardín

El Ayuntamiento de Valencia pone en marcha una iniciativa en los cementerios públicos para entregar las cenizas de los fallecidos con un esqueje

Vicenta Galiana eligió una encina para 'guardar' las cenizas de su marido.Mònica Torres

Jesús S. murió a los 79 años el pasado 11 de agosto en Valencia, tras varios años enfermo. Ahora sus cenizas forman parte de una pequeña encina que su mujer mira con mimo en el salón de su casa hasta que dentro de unos días la plante cerca del chalet donde vive su hijo. “Cuando oía hablar de lo de guardar las cenizas de los fallecidos en casa siempre pensaba que yo no podría, pero, mira, ahora están aquí y casi que me hacen compañía”, cuenta Vicenta, mujer del fallecido.

“Cuando fuimos al crematorio a ...

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Jesús S. murió a los 79 años el pasado 11 de agosto en Valencia, tras varios años enfermo. Ahora sus cenizas forman parte de una pequeña encina que su mujer mira con mimo en el salón de su casa hasta que dentro de unos días la plante cerca del chalet donde vive su hijo. “Cuando oía hablar de lo de guardar las cenizas de los fallecidos en casa siempre pensaba que yo no podría, pero, mira, ahora están aquí y casi que me hacen compañía”, cuenta Vicenta, mujer del fallecido.

“Cuando fuimos al crematorio a recoger las cenizas, nos enteramos de que estaba la posibilidad esta del arbolito y pensamos que era una buena opción, porque a él le gustaba mucho el monte y siempre había dicho que cuando muriera le gustaría estar allí. Quería que lo incineráramos y la playa no le gusta nada, y como mi hijo vive en el monte… Creo que a él le habría gustado”, afirma convencida. “A mí y a mis hijos nos pereció más bonito y a la gente cercana que se lo hemos contado también se lo ha parecido. El cementerio siempre es algo más triste, más frío. Ahora cuando vaya a ver a mi hijo, puedo ir a verlo a él sin tener que pasar el trago del cementerio”, añade satisfecha.

Se trata de una iniciativa que ha puesto en marcha este verano el Ayuntamiento de Valencia en sus cementerios públicos, que han añadido a la habitual oferta de urnas metálicas o de cerámica para guardar las cenizas, una tercera biodegradable que se entrega con un esqueje que regala el Consistorio. No hay coste añadido y se puede elegir entre un pequeño catálogo de especies mediterráneas. Hay por ejemplo olivos y alcornoques pero, de momento, los más elegidos son las encinas y, sobre todo, los pinos. Lo ideal es plantarlo en el jardín o en el campo, pero también se puede tener en una pequeña terraza o en un balcón, si las condiciones lo permiten.

En sus primeras semanas en marcha, la idea está teniendo un éxito que ha sorprendido incluso en el Ayuntamiento valenciano. De los 258 servicios funerarios que se realizaron entre el 10 de agosto y el 18 de septiembre, hubo 65 familias como la de Vicenta que optaron por esta nueva posibilidad. Algunos cementerios privados también ofrecen ya entierros ecológicos similares en sus instalaciones.

Un rito modernizado

Esparcir las cenizas de un ser querido en el campo o en un jardín y plantar un árbol sobre ellas es una tradición antigua y en los últimos tiempos la llegada de las urnas biodegradables ha permitido unir el proceso y estandarizar la oferta desde hace algo más de una década.

Varias empresas españolas fabrican y comercializan este tipo de urnas bio, especialmente en países como Estados Unidos y Canadá, aunque también en Europa en estos últimos años. De hecho, esta opción de ya está disponible desde hace algún tiempo en La Seu d’Urgell, donde el Estudi Moliné diseñó a mitad de los años noventa una primera urna biodegradable, que empezó a comercializar en 2013 y en la que se habilitó la opción de que el árbol se pudiera plantar en macetas en el propio cementerio de la localidad catalana.

Al haberse quemado los cuerpos a una temperatura superior a los 850 grados, las cenizas son ya material inerte, una especie de arena que ni perjudica ni favorece el desarrollo del árbol, explican desde el servicio del campo santo valenciano. Sí que ayuda la urna, porque está hecha de un compost que sirve inicialmente de abono para el árbol. En otras opciones privadas que existen, con un coste de algo más de 100 euros, y que no llevan un esqueje, sino una semilla, se deja suficiente tierra sobre las cenizas para que cuando las raíces las alcancen ya hayan germinado lo bastante.

Existe una legislación estatal que prohíbe lanzar las cenizas en el mar, salvo un permiso expreso de la administración, bien a la funeraria o bien al particular, y siempre en urna biodegradable. Pero no existe en general una regulación para otros entornos naturales en tierra, más allá de hacerlo en ese tipo de recipientes. Ante el auge de esta opción, algunos municipios ya están empezando a recogerla en la normativa local de manera específica.

Instrucciones de doble uso

María José tenía claro que ella y sus hermanas no querían enterrar a su padre en un funeral al uso. “Mi padre no era creyente, no creía en nada, así que la idea era enterrar la urna, pero cuando nos dieron esta posibilidad nos gustó. Lo hemos plantado cerca de una fuente que era de su bisabuelo en su pueblo, en Bronchales (Teruel), en una zona que le gustaba mucho. La verdad es que ha sido algo bonito para la familia y ahora es una excusa para juntarnos todos de vez en cuando e ir a ver cómo está”, explica.

El proceso, cuenta, no fue difícil. El esqueje viene acompañado de unas instrucciones de uso que también tienen su historia. Están impresas en un papel de semillas que, si se riega, acabará siendo también una planta con pequeñas flores. En él, con ilustraciones, se explica por ejemplo que lo ideal es plantarlo en un agujero de entre 10 y 15 centímetros de diámetro y que el esqueje quede enterrado unos cinco centímetros. A partir de entonces, ya se debe seguir las recomendaciones habituales para la especie y la zona.

“No somos jardineros, pero lo intentamos hacer lo mejor posible. Ahora tenemos que ir a vigilarlo de vez en cuando. Nosotros elegimos un pino y como es tan pequeño hay que ver que no se lo coman las cabras. El resto ya queda en manos del clima, de si llueve mucho o poco, de si nieva, de si hiela. Pero nos ha gustado”, asegura.

Un recuerdo vivo y sostenible

Alejandro Ramón es el concejal del Ayuntamiento encargado de esa área y explica que conocía la iniciativa de algunas funerarias privadas y quiso instaurarlo en el servicio público. “Por una parte, se trata de buscar maneras más sostenibles de recordar a nuestros difuntos. Plantando este árbol se compensa una pequeña parte de la huella ecológica que supone la cremación. Pero además, es una manera más original, más simbólica de recordar a nuestros seres queridos. El recuerdo se da en una cosa viva”, destaca.

Ramón admite que les ha sorprendido lo rápido que ha calado la iniciativa y que haya sido elegida por una cuarta parte de los usuarios. Explica que eso les hace prever que cuando se conozca más, mucha gente lo dejará pedido dentro de sus últimas voluntades y que eso aumentará aún más la demanda.

Mònica Torres

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