Más psicólogos públicos valencianos: un manifiesto contundente
El ritmo que llevamos es inaguantable, por eso España encabeza el consumo de antidepresivos y son imprescindibles los profesionales de la salud mental
Era una calurosa mañana de julio en Alacant. El ventilador, que acababa de comprar por 19.95 en la tienda de electrodomésticos que había debajo de ese lugar al que llamaba casa, rugía a máxima potencia. Apenas unas horas antes, cuando reinaban la noche y el silencio, el sonido monstruoso de aquel ventilador barato se mezclaba con mis lágrimas y mi desconsuelo; yacía impávido en aquella cama, de cuerpo presente pero de mente ausente, muy lejana.
Todavía estaba en shock. Y lo estaba pese a que, incluso ahora, me niegue a admitirlo. Las constantes advertencias de mi madre s...
Era una calurosa mañana de julio en Alacant. El ventilador, que acababa de comprar por 19.95 en la tienda de electrodomésticos que había debajo de ese lugar al que llamaba casa, rugía a máxima potencia. Apenas unas horas antes, cuando reinaban la noche y el silencio, el sonido monstruoso de aquel ventilador barato se mezclaba con mis lágrimas y mi desconsuelo; yacía impávido en aquella cama, de cuerpo presente pero de mente ausente, muy lejana.
Todavía estaba en shock. Y lo estaba pese a que, incluso ahora, me niegue a admitirlo. Las constantes advertencias de mi madre se mezclaban con mis pensamientos: “Jordi, no puedes coger tanto trabajo”; “¿De verdad tienes que vivir en Twitter a todas horas?”; “Necesitas relajarte y bajar la intensidad de todo, hijo, el ritmo que llevas es insostenible”, me decía ella. El-ritmo-que-llevas-es-insostenible-Jordi, me repetía a mí mismo una y otra vez, en bucle.
Sé que es muy duro admitir esto, pero muchos de nosotros nos hemos sentido más de una vez al borde del colapso, de un gran abismo que aguarda expectante que nos peguemos una gran hostia. Es, en parte, por el estrés y la ansiedad, está claro. Pero también por unos vínculos sociales cada vez más frágiles, por la dificultad para encontrar un trabajo de “lo nuestro” en España pese a las carreras, los títulos y los másteres. Y ya no hablamos del coste de los alquileres, del aumento de los precios a causa de la inflación o de esta polarización tan angustiante que favorecen los algoritmos de las redes sociales.
¿La consecuencia más directa? Un aumento flagrante en el consumo de antidepresivos que nos sitúa, junto a Portugal, a la cabeza de Europa en el consumo de estos fármacos. Casi 80 dosis por cada 1.000 habitantes según la OCDE. Y me pregunto: ¿Por qué pasa esto? Porque los psicólogos públicos ni están ni se esperan, y los privados son, para muchos, impagables. En una tierra (la valenciana) donde hay un bar cada 140 habitantes, es casi imposible recibir atención psicológica en menos de 2 o 3 meses en algunos hospitales.
Y, claro, los precios de los psicólogos privados están por las nubes. En España, según datos de Eurostat y Eurofund, se necesitan 9.4 horas de trabajo para pagar una sesión de psicólogo. Y yo me planteo, triste, que, si no me hubiesen ayudado mis padres, no podría pagarme la sesión de terapia a la que acudo cada mes. Recientemente, leía un artículo de la Asociación Nacional de Psicólogos Clínicos que, en algunas comunidades autónomas la sanidad pública apenas cubre dos sesiones de psicólogo al año. Y es que, mientras la sanidad pública en España apenas garantiza 5 psicólogos cada 100.000 habitantes, Portugal tiene 9.6 psicólogos, Irlanda 21.1 y el Reino Unido 24.6. Por no hablar de los más de 50 que tienen en los sistemas de salud de Dinamarca o de Suecia.
La Generalitat Valenciana, vanguardia estatal en otras políticas públicas, está llegando tarde. Recientemente, lanzó la Convenció ciutadana sobre la salut mental, que contó con expertos y representantes de la sociedad civil, y que tenía por objeto definir las directrices del nuevo plan valenciano de salud mental. Básicamente, concluyeron que necesitamos más profesionales y una atención más temprana. Las fórmulas mágicas no existen ¡Acabáramos! Es momento para la valentía, y no sirven palabras ni medias tintas. Aumenten la dotación en salud mental y solucionen esta tragedia con el respeto y la diligencia que merece. Y no nos abandonen nunca más. Que ningún joven valenciano merece elegir entre su salud mental o llegar a final de mes.