Miquel Ramos: “El objetivo de la extrema derecha es quebrar el sentido común”

El periodista documenta en el libro ‘Antifascistas’ la lucha en España contra los movimientos de ultraderecha desde los años noventa

El periodista Miquel Ramos, un experto en el análisis e investigación de discursos de odio y extrema derecha.Mònica Torres

El periodista Miquel Ramos (Valencia, 1979) documenta en su nuevo libro Antifascistas (Ed. Capitán Swing) la lucha contra la extrema derecha en España desde los años 90 en un relato coral de algunos de sus protagonistas. “Gente que se jugó mucho y en soledad”, sostiene. A lo largo de más de 600 páginas, Ramos entrecruza historias paralelas sobre la extrema derecha y la pluralidad de la lucha antifascista, sus alianzas, sus debates y algunos de sus triunfos. “Quería dejar escrito el testimonio de toda esa gente”, explica el escritor, especializado en la extrema derecha y movimientos soci...

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El periodista Miquel Ramos (Valencia, 1979) documenta en su nuevo libro Antifascistas (Ed. Capitán Swing) la lucha contra la extrema derecha en España desde los años 90 en un relato coral de algunos de sus protagonistas. “Gente que se jugó mucho y en soledad”, sostiene. A lo largo de más de 600 páginas, Ramos entrecruza historias paralelas sobre la extrema derecha y la pluralidad de la lucha antifascista, sus alianzas, sus debates y algunos de sus triunfos. “Quería dejar escrito el testimonio de toda esa gente”, explica el escritor, especializado en la extrema derecha y movimientos sociales y a quien el asesinato en 1993 del joven antifa Guillem Agulló, a manos de un ultra, le golpeó de lleno cuando era un adolescente.

Durante la transición y los años inmediatamente posteriores, la extrema derecha se gestaba en España “entre cuarteles, puticlubes, comisarías y bares”, escribe Ramos al principio del libro. Pero la extrema derecha de ahora cobra fuerza a partir de 2005 en el seno de la propia derecha. “El PP aglutinaba del centro a la ultraderecha, que comienza a despegarse del partido. Nace entonces una reacción de la derecha española, que se caracteriza por una de las grandes fake news de la historia, la atribución del atentado del 11-M en Madrid a ETA. También la ofensiva contra las leyes del matrimonio igualitario, de memoria histórica o la reforma de la ley del aborto. Entonces empiezan a tomar posiciones en medios de comunicación, fundaciones, en think tank... “Hay una extrema derecha que empieza a tener vida propia, más allá del PP y que no solo ha cristalizado en Vox sino en todos los satélites que, aunque no pertenezcan al partido, refuerzan este discurso”.

Según el periodista, el fascismo está hoy más normalizado que nunca, más presente que nunca, incluso infectando a cada vez más capas de la sociedad que no se definen estrictamente de extrema derecha. “Lo que decían los grupos neonazis en los años 90, se dice hoy en sede parlamentaria y en los medios de comunicación con absoluta normalidad: el ataque a las personas migrantes, a los derechos de las mujeres, al colectivo LGTBI, un revisionismo histórico insultante y un discurso de odio impune, amparado bajo el derecho a la libertad de expresión. La gran victoria de la extrema derecha no ha sido tanto conseguir diputados sino normalizar su batalla cultural. Y normalizar una opción política que signifique quitar derechos a determinadas personas es un mal punto de partida. “¿Es una opción democrática? En términos legales, sí. ¿Es legítimo? Para mí, no”.

Los ultraconservadores ponen en cuestión conquistas que habían costado mucho dolor y formaban parte no solo del corpus legal sino del sentido común. “La extrema derecha le ha dado la vuelta y vienen a romper ese sentido común y se presentan como irreverentes, rebeldes contra lo establecido. Su objetivo es quebrar el sentido común”.

En Antifascistas, el autor concluye que no hubo una cultura propiamente antifascista en España: “Los pocos que décadas antes vieron el peligro fueron estigmatizados, perseguidos y criminalizados. Las bandas skinheads neonazis pegaban y mataban y muchos decidieron organizarse para plantarles cara. En general, la gente no entendía que a la larga iba a ser un problema para todos. Creían que era una cuestión de tribus urbanas, de violencia juvenil, que no trascendería del ámbito callejero. Cuando la extrema derecha se ha salido de la caricatura es cuando se toma en serio la batalla política y cultural”.

Para Ramos, la mayoría social se ha implicado poco en parar el discurso del odio. “Y la incapacidad de las instituciones para resolver problemas estructurales, como la precariedad, ha hecho que muchos se sientan indignados y ahí ha estado la extrema derecha ofreciendo soluciones fáciles a problemas complejos”. Los medios de comunicación, por regla general, tampoco han sabido interpretar el fenómeno, y eso que ya llevaba tiempo en otros países, pero han entendido que en una democracia caben todas las opiniones. También ha hecho mucho daño, según Ramos, el relato equidistante de los dos extremos.

La ultraderecha ha evolucionado y renovado su lenguaje, añade Ramos, “porque saben que un desfile de esvásticas no es un buen márketing. Reniegan de la etiqueta de extrema derecha y prefieren llamarse patriotas.

Para Ramos, “medir el peligro de la extrema derecha en base a su capacidad electoral es un error porque pueden no tener escaños pero si han matado a 10 personas en cinco años pues igual son peligrosos”. La extrema derecha no llega con Vox pero su ascenso político es lo que despierta a la gente. “La derecha no murió con Franco, nunca se fue”.

La amplitud del movimiento ‘antifa’

Este periodista, uno de los referentes del antifascismo en las redes sociales, con más de 124.000 seguidores, retrata en su obra, a través de varias entrevistas, al movimiento de resistencia a la extrema derecha en toda su amplitud, no solo al que plantó cara en las calles, organizándose y enarbolando “sin vergüenza” la bandera antifa. Son los colectivos antirracistas, las feministas, las organizaciones LGTBI, las asociaciones antidesahucios o el activismo de barrio, acostumbrado a ocuparse en las grandes crisis de los colectivos más vulnerables e integrarlos.

“Hoy hay cada vez más gente que se significa como antifascista porque entiende que hay una amenaza real y saben que a un partido político con representación parlamentaria no se le vence con una manifestación. Eso es una anécdota dentro de la batalla”, advierte el autor. Y recuerda una anécdota de unos amigos suyos que pertenecen a un colectivo de barrio y fueron a detener el desahucio de un tipo que tenía banderas de Vox en su casa, y se encontró con 20 antifas que fueron a defenderlo. “Eso es más vacuna que una manifestación. Es el poder de los movimientos sociales de izquierda que han entendido dónde está la batalla”, concluye.

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