Los Pujol: un sumario más largo que el franquismo
Quizás los catalanes nos merezcamos que alguien nos explique el porqué de ese sospechoso aplazamiento progresivo de la causa
En 1980, Jordi Pujol fue elegido President de la Generalitat de Catalunya por primera vez. No ganó aquellas elecciones con mayoría absoluta, gobernó gracias a las abstenciones de UCD y ERC. Su presidencia se alargaría en sucesivas elecciones hasta 2003, las del 1984, 1988 y 1992 con mayoría absoluta. Consiguió, en esos años, que el pujolisme se asociara a Cataluña, sin él Cataluña no existiría. El convencimi...
En 1980, Jordi Pujol fue elegido President de la Generalitat de Catalunya por primera vez. No ganó aquellas elecciones con mayoría absoluta, gobernó gracias a las abstenciones de UCD y ERC. Su presidencia se alargaría en sucesivas elecciones hasta 2003, las del 1984, 1988 y 1992 con mayoría absoluta. Consiguió, en esos años, que el pujolisme se asociara a Cataluña, sin él Cataluña no existiría. El convencimiento de esa simbiosis duró muchísimos años.
Sin embargo, las denuncias contra él empezaron pronto. En 1984, el caso Banca Catalana salió a la luz. La Fiscalía General del Estado presentó una querella criminal contra él. Aunque, el 21 de noviembre de 1986 el pleno de la Audiencia Territorial de Barcelona votó por 33 votos frente a ocho, en contra de su procesamiento por su gestión como directivo de Banca Catalana. Lo exculparon, y este hecho no solo no le pasó factura política, sino que consiguió que una buena parte de catalanes consideraran que el “ataque” a Pujol, era un ataque a Cataluña. Más de cien mil personas se echaron a la calle para mostrarle su apoyo. Fue entonces cuando, el hoy ya no molt honorable, afirmó desde el balcón de la Generalitat: “El gobierno central ha hecho una jugada indigna; a partir de ahora, de ética y moral hablaremos nosotros”.
Mantener ese discurso apasionadamente narcisista y nacionalista le llevó a ganar las siguientes elecciones. No había político más respetado en ese período, y desde Felipe González a José María Aznar, que acabó hablando catalán en la intimidad, todos pactaron con él. Durante los siguientes años Pujol mantuvo sin problemas la hegemonía política en Cataluña.
Hasta tal punto se creían los Pujol “dueños de Catalunya” y se lo hizo creer a buena parte de la población que en 2015, resquebrajado ya su relato de honestidad tras confesar que había tenido y disfrutado de una fortuna oculta en el extranjero, cuando llamaron a declarar en el Parlament de Catalunya a Marta Ferrusola en la comisión que investigaba a su familia por fraude fiscal, incómoda ante las preguntas de los diputados, no dudó en afirmar: “Catalunya no es mereix això”. Lo que, dicho de otro modo era: Los Pujol somos Cataluña. Cuestionarnos a nosotros es cuestionar a Cataluña.
Hoy, en 2025, con 95 años, y tras años de pesquisas judiciales y policiales, a pesar de estar procesado, seguimos sin ver a Pujol sentado en el banquillo de los acusados junto a sus siete hijos. Al final se ha conectado por videoconferencia desde su casa con la Audiencia Nacional para participar en el juicio sobre el origen de la fortuna oculta de su familia. Algo es algo, aunque han tenido que pasar 45 años para que desde que el Banco de España enviara por primera vez a sus inspectores a Banca Catalana en octubre de 1980. Más tiempo de lo que duró la dictadura franquista.
Hasta qué punto están manchados, y junto a quién, esos 23 años de poder en Cataluña se decidirá en unos meses, pero lo que es indiscutible, no es que Jordi Pujol tenga muchos años para ser juzgado o para entrar en prisión, sino que han logrado que pasen muchos años para conseguir que ahora ya no pueda ser juzgado ni entrar en prisión.
Quizás los catalanes nos merezcamos que alguien nos explique el porqué de ese sospechoso aplazamiento progresivo de la causa. Los tiempos también pueden ser un formato jurídico de impunidad.