Gesticular para existir
Si Junts si quiere volver a ser la derecha moderada catalana, como en tiempos de Pujol, tiene que saber jugar con los dos bandos
Mucho ruido y pocas nueces: la plantada de Junts al gobierno de Pedro Sánchez, sonoramente escenificada por Miriam Nogueras, ha coincidido en el tiempo con la claudicación de Feijóo ante Abascal, después de la catastrófica gestión del presidente Mazón. La lectura fácil es situar a los dos acontecimi...
Mucho ruido y pocas nueces: la plantada de Junts al gobierno de Pedro Sánchez, sonoramente escenificada por Miriam Nogueras, ha coincidido en el tiempo con la claudicación de Feijóo ante Abascal, después de la catastrófica gestión del presidente Mazón. La lectura fácil es situar a los dos acontecimientos en la línea dominante en la escena europea de desplazamiento de las derechas hacia la extrema derecha. Y, por tanto, leerlo como anuncio de un cierto reagrupamiento de las derechas.
Que Feijóo reconoce la incapacidad del PP de imponer la hegemonía es evidente y las consecuencias son obvias. Pero en el caso de Junts es algo distinto: ruido para demostrar que se sigue existiendo. Y presumir de una autonomía que hay que demostrar. No dudo que las pulsiones derechistas están más instaladas que nunca en el nacionalismo conservador catalán que después del fracaso del procés se ha desprendido casi en silencio de los sectores procedentes de la izquierda que se incorporaron en el momento de la apoteosis rupturista. Pero a medida que se va saliendo de la resaca de aquella crisis y que, en Cataluña se ha entrado en un período de contención, el gesto de alejamiento de la actual mayoría de gobierno es más simbólico que real, porque Junts si quiere volver a ser la derecha moderada catalana, como en tiempos de Pujol, tiene que saber jugar –como hizo el expresidente- con los dos bandos. Por tanto, ni puede entregarse a la derecha, aunque a algunos se lo pida el cuerpo, ni puede cerrar todas las puertas con los socialistas, porque habrá momentos en que se necesitarán. El ruido es simplemente subir el tono con la pretensión de ganar pegada negociadora. Y que cada una de las partes sepa que Junts puede acercarse a una u otra según convenga. El problema es que Junts no vive un momento óptimo para ejercer sin riesgo este doble juego. Por ejemplo, no tiene la Generalitat, que es su gran instrumento.
En realidad, Junts sigue dependiendo, en lo ideológico y en lo práctico, de los intereses de parte del poder económico catalán. Y allí está, por si alguien lo duda, la relación entre el expresidente Carles Puigdemont (y todavía icono de la dirección de Junts) y el líder de la patronal catalana, Josep Sánchez Llibre, encargado de mediar para que no se pasen de frenada. Foment les necesita para que jueguen las dos cartas razonablemente. Por ejemplo, vetando propuestas izquierdosas de los socios del PSOE o proponiendo iniciativas favorables a las empresas familiares o las grandes corporaciones. Foment quiere a Junts con el que mande, pero siempre dispuestos a apoyar o vetar según sus conveniencias.
El papel de Junts, por tanto, está perfectamente definido: pista en los dos lados, según convenga. Un ejercicio que el presidente Pujol jugó siempre con habilidad y que la dinámica en blanco y negro del procés había dificultado. En este escenario bien conocido, la pregunta que está en el aire pero nadie despliega es: ¿dónde está a la izquierda? La socialdemocracia se desdibuja, incluso en el caso de Pedro Sánchez que a menudo se presenta como el último resistente. Y los partidos a la izquierda del PSOE están cada vez más acorralados, agotados en la agitación que proyectó Podemos hasta que quedó arrasado por egos destructivos y por la incapacidad de encontrar el modo de estar en la sociedad actual, testimonio del rotundo cambio en las hegemonías sociales. Lo cierto es que la democracia europea ha vivido sus mejores momentos con los equilibrios entre conservadores, liberales y socialdemócratas en sus distintas variantes. Y el peso de la balanza se está decantado peligrosamente hacia unas derechas cada vez más radicalizadas.