Una humillación que nos alcanza

Lo que se escenificó en la bronca de Trump a Zelenski es una excusa para romper con Ucrania, dejarla en la estacada y culparla a ella de no querer la paz y negociarla directamente con Putin

El presidente Donald Trump y el de Ucrania, Volodymyr Zelenskiy, en un momento de su encuentro.Brian Snyder (REUTERS)

Acabamos de asistir a un episodio inaudito, esperpéntico. Ocurrió muy lejos de aquí, en Washington, en la Casa Blanca, pero nos afecta de lleno. Y no para bien, porque es una avanzadilla del nuevo orden que pretende implantar Donald Trump a nivel planetario y nosotros, los europeos, estamos en su punto de mira. La reunión d...

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Acabamos de asistir a un episodio inaudito, esperpéntico. Ocurrió muy lejos de aquí, en Washington, en la Casa Blanca, pero nos afecta de lleno. Y no para bien, porque es una avanzadilla del nuevo orden que pretende implantar Donald Trump a nivel planetario y nosotros, los europeos, estamos en su punto de mira. La reunión de Estado que debía mantener con el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, se convirtió en una encerrona que va mucho más allá de escenificar una bronca. Ya era anómalo que los dos mandatarios tuvieran una conversación ante los periodistas antes de entrar en la reunión propiamente dicha. Eso es nuevo. Normalmente, en estas previas para la prensa gráfica, los dirigentes de las naciones se saludan, sonríen para los fotógrafos, y pasan a la reunión. Trump no. Forman parte del espectáculo transmitido en directo en el que ha convertido su presidencia.

En este caso, como ya ocurrió con el presidente francés y el primer ministro británico, sorprende la puesta en escena: sentados muy juntos, casi invadiendo el espacio vital del invitado, Trump se proyecta como un oso amenazador sobre su interlocutor. Con Emmanuel Macron ya tuvo momentos de tensión contenida, ambos se tocaron las rodillas en un gesto de impaciencia contenida, pero no fue a más. Con Zelenski, en cambio, desde el primer momento fue la representación de una reprimenda, tanto en el contenido, amenazador y despectivo, como en el tono de voz y el lenguaje corporal. Zelenski se encontró acorralado, apenas le dejaron hablar. Fue una exhibición, ante todo el mundo, de una humillación prepotente y soberbia. ¿Con qué propósito?

Me temo que el verdadero objetivo no era desacreditar, sojuzgar y amenazar a Zelenski, que también. Lo demuestra que la reunión prevista no se celebró, el tratado no se firmó y Trump le emplazó a volver cuando “esté preparado para aceptar la paz”, es decir, claudicar ante Moscú. Tenemos razones para pensar que el trato sobre minerales y tierras raras que exigía Trump era solo la máscara, por eso no quiere conceder la contrapartida de las garantías de seguridad. Lo que se escenificó en esa bronca es una excusa para romper con Ucrania, dejarla en la estacada y culparla a ella de no querer la paz y negociarla directamente con Putin. Trump sabe que sin la ayuda militar de EE UU y los satélites de Elon Musk es muy difícil que Ucrania pueda resistir, por mucho que Europa mantenga su voluntad de apoyo.

Trump ha hecho suya la estrategia de Putin: derribar a Zelenski, y forzar un acuerdo que permita a Rusia instaurar un nuevo régimen afín al Kremlin. Y si no lo logra por este procedimiento, por la vía de la derrota militar. El verdadero plan es el acuerdo con Putin. La alianza de dos potencias expansionistas que practican la política de la fuerza y los hechos consumados para dominar sus respectivas zonas de influencia. Sólo así se explica el trato que Trump dio ayer a Zelenski y el que le está dispensando a la Unión Europea. La batalla es con Europa, por lo que significa de modelo ideológico y porque es la principal antagonista de las ansias imperiales de Washington y Moscú, y veremos si también de Pekín. Así que no era solo teatro lo que ayer vimos. Era la escenificación de un cambio de rasante de la historia en la que, como europeos, tenemos mucho que perder.


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