Las hijas de Muñoz Ramonet pierden la última batalla para tomar el control del legado a Barcelona
La justicia rechaza el argumento de que el industrial no dejó su colección de arte en 1991 al Ayuntamiento socialista porque era un “franquista privilegiado”
Las herederas del industrial Julio Muñoz Ramonet han perdido la última batalla judicial para tratar de tomar el control del legado artístico que su padre dejó a Barcelona antes de morir, en 1991. El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) ha rechazado el recurso interpuesto por el notario Romano Kunz, que fue designado albacea de la herencia, contra la sentencia que ya había dado la razón al Ayuntamiento de Barcelona: ...
Las herederas del industrial Julio Muñoz Ramonet han perdido la última batalla judicial para tratar de tomar el control del legado artístico que su padre dejó a Barcelona antes de morir, en 1991. El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) ha rechazado el recurso interpuesto por el notario Romano Kunz, que fue designado albacea de la herencia, contra la sentencia que ya había dado la razón al Ayuntamiento de Barcelona: la voluntad de Muñoz Ramonet fue dejar la colección a la ciudad, establece el fallo, al que ha accedido EL PAÍS y contra el que ya no cabe recurso.
La decisión pone fin a uno de los frentes judiciales abiertos por cuatro hijas y un nieto de Muñoz Ramonet para exigir un legado que consideran suyo. Los herederos reclamaron en su día tomar las riendas de la fundación que lo gestiona y perdieron, de forma irrevocable, en 2017. Se encontraron, sin embargo, con una vía para mantener vivo el caso y jugar una especie de partido de vuelta. De repente, y después de casi 30 años de silencio monacal, apareció en escena el notario Kunz para interponer una demanda que planteaba exigencias casi idénticas. Las hijas se allanaron a la demanda, o sea que se mostraron favorables a sus peticiones.
Ese partido de vuelta es el que ahora ha llegado a su fin. Kunz solicitó en la demanda modificar los estatutos de la Fundación y destituir a los miembros del patronato para nombrar, en su lugar, a las cuatro hijas y al nieto. Éstos se comprometerían a ofrecer el cargo de patrono a algún responsable del Ayuntamiento, con el que estarían dispuestos a firmar un convenio de cooperación. El notario planteó a la justicia una propuesta alternativa, por si esa no le parecía bien: disolver una fundación que el Ayuntamiento había creado “en contra de la última voluntad” de Muñoz Ramonet y atribuir, a una nueva fundación, “la plena propiedad y posesión de los bienes” del legado.
Como ya hizo con la demanda de las hijas, la justicia ha rechazado esas pretensiones en una lenta pero inexorable lluvia de sentencias: la de primera instancia (2021), la de la Audiencia de Barcelona (2023) y, ahora, la del TSJC, que en materia civil supone el final del camino. Los argumentos esgrimidos por Kunz son, en parte, los mismos que los de los herederos: cuando el empresario dictó testamento en abril de 1988 en la ciudad suiza de Chur, hubo un error fatal de traducción del alemán al castellano: la palabra germana patronat no puede entenderse como “patronato”, sino “patrocinio”. Según los demandantes, Muñoz Ramonet no pretendió dar las obras de arte a Barcelona, sino más bien que la ciudad “esponsorizara” el legado, contribuyendo a la “conservación y mantenimiento de las instalaciones” y permitiendo “su visita y uso razonable por el público”.
La aparición del notario
Pero el argumento de la mala traducción ya había sido estudiado (y rechazado) antes. La justicia no tiene dudas a la hora de interpretar las últimas voluntades de Muñoz Ramonet: quiso designar al Ayuntamiento de Barcelona para constituir la fundación que llevase su nombre. En el testamento, el empresario indicó que dejaba la finca de la calle Muntaner y “su contenido completo” (una rica colección de obras de arte) a una fundación tutelada por el consistorio.
En su demanda, Kunz llega a argumentar que Muñoz Ramonet era un “franquista privilegiado”, por lo que no tiene sentido que dejara el legado a un Ayuntamiento que, entonces (como ahora) estaba en manos de los socialistas. Pero las sentencias, también ésta del TSJC, advierten de que no se explica “cómo pudo haber condicionado su voluntad sus opiniones políticas”. Y recuerdan que Suiza “es una democracia directa” y, sin embargo, Muñoz Ramonet legó su colección de miniaturas a Chur. El empresario expresó sin más “su voluntad de favorecer a las dos ciudades a las que se sentía emocionalmente ligado”.
Los magistrados rechazan, al resolver este último recurso, que haya habido un error en la valoración de la prueba de la traducción. En la vista, la traductora había dicho que escribió patronato porque era “la traducción más evidente y más próxima”. Más tarde, cuando el abogado de las hijas le hizo llegar una nueva traducción, verbalizó que tal vez “patrocinio” era una traducción óptima. No parece, concluyen los jueces, una rectificación “espontánea”, sino un cambio “artificioso y forzado”.
Más sorprendente aún resulta, para los magistrados de la sala civil y penal del TSJC, la súbita aparición del notario alemán, que fue contactado expresamente por las hijas y el nieto para constituir, en 2016, una nueva fundación alternativa, también con el nombre de Muñoz Ramonet. Pero hizo más. Derrotados los herederos en el partido de ida, Kunz reactivó la causa impulsando una nueva demanda a nombre propio. Un poco tarde. La sentencia recuerda que él mismo “autorizó el testamento como notario”, fue designado “albacea universal de una herencia” y fue consultado sobre la ejecución del legado. Nada tuvo que objetar entonces. Guardó silencio y se “desentendió por completo” del asunto. Dejó pasar casi tres décadas antes de “atreverse a expresar su contrariedad” y “reaccionar” con una demanda.
La sentencia supone una nueva mala noticia, la segunda en pocos días, para las hijas de Muñoz Ramonet. El juez que dirige la ejecución de la demanda civil contra los herederos ordenó la entrega de 90 obras a la fundación. Esas obras permanecían en paradero desconocido porque, supuestamente, la familia se había apoderado de ellas. Hasta que, en 2020, la Guardia Civil irrumpió en domicilios y almacenes de los herederos y recuperó 474 obras de arte. Ese procedimiento penal sigue abierto, a la espera de que concluye la instrucción, y mantiene investigadas a las hijas y a un nieto por apropiación indebida. El hallazgo permitió a la Fundación reclamar, en la vía civil, el reconocimiento de algunas de esas obras como parte del legado de Muñoz Ramonet a Barcelona. Tras escuchar a las peritos de las dos partes, el juez concluyó que 90 de cuadros forman inequívocamente parte del legado y ordenó su entrega.