Largas esperas frente a las fuentes naturales en plena sequía: “He visto furgonetas con más de 30 garrafas”
La escasez de agua de los manantiales provoca largas esperas en pueblos catalanes como Sant Hilari Sacalm (Girona) para llenar botellas
Abelín García, de 47 años, espera su turno con 15 garrafas de cinco litros en la icónica fuente Font Vella de Sant Hilari Sacalm (Girona), su pueblo, a poco más de una hora de Barcelona. Otras seis personas esperan pacientemente para llenar sus recipientes mientras un débil chorro de agua cae por el caño que, antes de la peor sequía del último siglo en Cataluña, fluía con abundancia. “Da igual el día que vengas. Siempre hay gente”, cuenta una pareja ...
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Abelín García, de 47 años, espera su turno con 15 garrafas de cinco litros en la icónica fuente Font Vella de Sant Hilari Sacalm (Girona), su pueblo, a poco más de una hora de Barcelona. Otras seis personas esperan pacientemente para llenar sus recipientes mientras un débil chorro de agua cae por el caño que, antes de la peor sequía del último siglo en Cataluña, fluía con abundancia. “Da igual el día que vengas. Siempre hay gente”, cuenta una pareja de Tordera (Barcelona) en el corro que se ha formado frente a la fuente. La crisis hídrica que vive desde hace más de tres años Cataluña ha cambiado la relación de la población con el agua. Al emergente turismo de sequía, se le suman ahora viajes de familias, parejas y grupos de amigos en caravanas que recorren decenas de kilómetros en busca de agua natural que llevarse a casa. “No tiene nada que ver con el agua de Girona, donde vivo, que tiene muchísima cal. Ni utilizando jarras con filtros”, relata Abelín. Ahora se ha notado un repunte desde la sequía.
La poca agua cristalina que caía el pasado 17 de marzo del caño mana de un pequeño manantial, ahora recargado con las lluvias de Semana Santa. El caudal no solo da nombre a la fuente y a la ruta senderista del pueblo, que comienza en la Font del Pic, también bautiza a la embotelladora de Danone. “Siempre que vengo a ver a la familia, me vuelvo cargado”, comentaba Abelín aquel día mientras rebosaba una de sus garrafas. Tres jóvenes amigos preguntan si pueden rellenar una botella de litro y medio. “Claro, aprovecha que acabo de terminar esta. Pero enjuágala primero”, responde Abelín. Un cartel que limita el rellenado hasta 15 litros por turno hace de semáforo para evitar las disputas entre los usuarios por el tiempo de espera. Algunos lo incumplen. “La gente se pelea porque no soporta esperar. Puedes tirarte una mañana entera para rellenar dos garrafas”, explica Abelín, quien asegura que la policía municipal ha intervenido en más de una ocasión para poner paz entre los recolectores. En el pueblo están acostumbrados a las llegadas de furgonetas repletas de recipientes para coger agua. “He visto vehículos con más de 30 garrafas”, afirma Juan García, el hermano mayor de Abelín, que continúa viviendo en Sant Hilari Sacalm, donde está prohibido rellenar piscinas por la sequía. Cataluña declaró en febrero la fase de emergencia, la más grave del Plan Especial de Sequía de la Generalitat.
Font Vella no es la única fuente que se ha convertido en un destino codiciado entre la población que busca agua y actividades en la naturaleza. La escena se repite en Santa Coloma de Farners (Girona), según cuenta la pareja de Tordera, que todos los fines de semana practica senderismo. “Siempre que vamos a hacer rutas de montaña por aquí o por La Selva (Girona) metemos en el coche dos o tres garrafas para rellenarlas. Pasas el día fuera y te llevas agua de calidad a casa”, explican frente a la pila. Aunque llegan usuarios todo el año, el mayor de los hermanos García asegura que es en primavera y en verano cuando más personas acuden al pueblo. “Vienen a bañarse a la riera y luego se llevan llenas las botellas”, relata Juan, que regentó durante 27 años la cafetería Moragues. “Vendía de todo menos agua”, dice entre bromas Abelín.
Las fuentes de agua no tratada de Cataluña también están sufriendo la crisis hídrica. Marcos Fernández, investigador del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF), ha estudiado una treintena de estos manantiales que riegan Barcelona y Girona. “Casi la mitad están secos por la falta de lluvias y las altas temperaturas”, comenta por teléfono el investigador. Los pinos y robles deshidratados en la carretera de Arbúcies que conduce hasta Sant Hilari Sacalm dan buena cuenta de estos impactos ambientales. Fernández explica que coger agua de las fuentes no pone en peligro la vida de los caudales, sino “la suciedad, las pisadas o arrancar plantas como el musgo que brotan en este entorno”.
Aunque los vecinos de Sant Hilari Sacalm están contentos con la embotelladora de Danone, entre las plataformas ecologistas se ha elevado la voz para denunciar que están utilizando, a su juicio, unos recursos agotados y que, reclaman, deben servir para la población y mantener la biodiversidad. Sin embargo, las compañías siempre han alegado que el agua que extraen proviene de fuentes subterráneas que no comprometen la biodiversidad. La Generalitat fija unas cantidades máximas anuales que las embotelladoras nunca llegan a alcanzar, según la Asociación Catalana de Envasadores de Agua (ACEA). En 2022, extrajeron alrededor de 1.800 millones de litros, lo que equivale al consumo de agua de los embalses de toda la población en un solo día. O, lo que es lo mismo, el 0,03% de las reservas de agua subterránea de Cataluña.
El flujo de coches no para en el aparcamiento de Font Vella. El hilillo de agua que cae por el caño contrasta con los recuerdos de hace 27 años de Juan, cuando la fuente soltaba un gran chorro sin parar y un pequeño bar servía anís en la terraza que había junto a la pila. Ahora hay dos niñas jugando al tenis mientras los padres esperan desde un banco su turno para cargar las garrafas.
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