¿Por qué está lloviendo menos de la mitad de lo que solía llover en Barcelona?
En los últimos tres años desde ‘Gloria’, se han reducido las situaciones de Levante, las que riegan la capital catalana, y los expertos apuntan como causa los cambios en los patrones y la circulación general de la atmósfera
Los barceloneses miran el cielo con un pellizco en el pecho y celebran como si fuera el Gordo que caigan cuatro gotas. Incluso, muchos tienen la impresión de que llueve en todas partes menos aquí, cuando la cruda realidad es que ahora mismo no llueve en prácticamente ningún punto del país, ya que se ha instalado un potente bloqueo que ha disparado las temperaturas en pleno invierno y que va a durar dos semanas. Y la todavía más cruda realidad es que hace tres años qu...
Los barceloneses miran el cielo con un pellizco en el pecho y celebran como si fuera el Gordo que caigan cuatro gotas. Incluso, muchos tienen la impresión de que llueve en todas partes menos aquí, cuando la cruda realidad es que ahora mismo no llueve en prácticamente ningún punto del país, ya que se ha instalado un potente bloqueo que ha disparado las temperaturas en pleno invierno y que va a durar dos semanas. Y la todavía más cruda realidad es que hace tres años que no llueve lo que debería casi en ninguna parte de España, que sufre una sequía de larga duración que castiga especialmente a Cataluña, sobre todo las provincias de Girona y Barcelona, donde ya es la peor de la historia por extensión, duración e intensidad. Esta falta de lluvia ha llevado a un angustioso 16% de su capacidad a las cuencas internas de la región, donde el 1 de febrero se decretará el estado de emergencia.
“El primer dato llamativo es que en Barcelona llueve más que en Londres”, contextualiza el meteorólogo Roberto Granda, de eltiempo.es. “En la capital catalana suelen caer 600 litros por metro cuadrado al año y en Londres, 550″, explica. “Dentro de Cataluña, está a medio camino. Los máximos se dan en el Pirineo de Lleida y de Girona y los mínimos, en el Pla de Lleida”, apunta Ramón Pascual, delegado de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). La media anual es de 588 en el observatorio del aeropuerto y de 621 en el de Fabra, a mayor altitud.
¿Es mucho o poco? Es “modesto”, responde Pascual. No obstante, supera los 371 de Madrid y los 539 de Sevilla, pero quedan muy lejos de los 1.134 de Bilbao. “No es comparable a las precipitaciones de otras ciudades europeas ni del norte de la Península ni de la propia Cataluña, donde hay puntos que superan los 1.400 litros. Pero tampoco son los 200 a 400 de Murcia, Alicante, Almería, Los Monegros y el interior de Castilla y León”.
En Barcelona se da “la circunstancia, muy específica del ámbito mediterráneo, de que los 600 se concentran en el número muy reducido de días. A veces han caído 100 en un día, algo inaudito para Madrid”, comenta Pascual. El drama es que llevamos una sequía de tres años largos, en la que la lluvia se ha cortado a la mitad en muchos lugares. Así, en el aeropuerto de Barcelona se acumularon unos generosos 1.012,5 litros por metro cuadrado por la borrasca Gloria en 2020, que pasaron a apenas 334 en 2021, 331,8 en 2022 y unos miserables 274,5 el año pasado. Y en el observatorio de Fabra “los tres últimos años han sido los tres más secos desde que hay registros, 1920″, subraya Granda. En este primer mes del año, se han recogido 25 en el aeródromo.
“En Barcelona no ha llovido, pero tampoco en Vilafranca, ni en Igualada ni Granollers, no hay nada particular de la ciudad, es el contexto general del noreste peninsular”, aclara Pascual. Y este contexto es que las situaciones atmosféricas de Levante, las que desde siempre riegan de la frontera con Francia en el Cap de Creus al Estrecho, han desaparecido. “Desde Gloria están casi ausentes. Ha habido poquísimas importantes, tres o cuatro, y no de aquella magnitud”, sentencia el responsable de Aemet. En lo que va de temporada, se han nombrado 10 borrascas de alto impacto, “pero casi todas, salvo Aline (que dejó 17 litros de media en la región) y Juan (12), han afectado a la mitad occidental, las cuencas atlánticas, norte y cantábrica, lo que también ha favorecido al Pirineo aragonés, con la cuenca del Ebro al 64%”.
En realidad, “para que llueva en el Levante no hacen falta ni borrascas, basta con que haya inestabilidad y un flujo marítimo del este cargado de humedad”, anota Granda. “En los últimos años, no hemos tenido esa configuración favorable. En las situaciones de suroeste algo de agua puede llegar, pero poca, ya que el frente tiene que recorrer toda la Península y se va debilitando, perdiendo humedad y capacidad de generar lluvia, así que, si no llega del mar un viento húmedo o un aporte húmedo que refuerce dicho frente, las lluvias se quedan en nada. Las pocas situaciones de Levante que ha habido se han concentrado en el sureste, que sí que ha tenido los últimos dos años más lluvia de lo normal”.
Determinar la causa “es una cuestión de alto nivel”. “Habría que estudiar qué ha pasado con la circulación general de la atmósfera, porque también estamos sufriendo sobreabundancia de situaciones de bloqueo”, apunta Pascual. “No tenemos respuesta a esta pregunta”, admite Granda, que también señala “los cambios en los patrones y en la circulación de las corrientes en chorro”.
“Hemos debatido la cuestión, pero no he escuchado ni leído nada concluyente”, añade el delegado de Aemet, que recuerda que todo lo que está pasando cuadra con las proyecciones climáticas, que apuntan a “una disminución en la pluviometría en la cuenca mediterránea”. “Es un punto caliente o hot spot del calentamiento global”, subraya. “Se hace difícil pensar que podamos volver a los niveles de lluvia de los setenta”, lamenta. Y no solo ha llovido menos, es que ha hecho más calor, lo que “ha aumentado la evapotranspiración y en las reservas hídricas se nota aún más”, agrega Granda.
Lo que pueda ocurrir es una página en blanco. “Las previsiones para febrero y marzo no dan una señal clara, no sabemos si lloverá por encima o por debajo de lo normal, pero en el cuadrante noroccidental se esperan de nuevo precipitaciones algo superiores, lo que te hace pensar que probablemente continuemos con la misma tendencia para la vertiente mediterránea”, explica Pascual.
En todo caso, esto no se arregla con un temporal o dos. “Para que recarguen los acuíferos y el terreno se humedezca hasta las capas bajas, se necesitan lluvias verdaderamente generosas y persistentes”, concluye Granda, para quien la única salida es la adaptación.
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