Rivales y sin embargo aliados, otra vez
Te apoyo aquí, me apoyas allí, era la fórmula. Pero esta vez no está nada claro lo que pueda pasar. En ninguna de las instituciones
En el escenario político catalán se alzará el telón en 2024 para mostrar algo muy parecido al espectáculo visto un año atrás: sendos gobiernos en minoría en las dos principales instituciones del país, la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona, semiparalizados por la imposibilidad de aprobar unos nuevos Presupuestos. Sin embargo, aunque todo parezca igual, algo muy sustancial ha cambiado en los últimos me...
En el escenario político catalán se alzará el telón en 2024 para mostrar algo muy parecido al espectáculo visto un año atrás: sendos gobiernos en minoría en las dos principales instituciones del país, la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona, semiparalizados por la imposibilidad de aprobar unos nuevos Presupuestos. Sin embargo, aunque todo parezca igual, algo muy sustancial ha cambiado en los últimos meses. Ahora, todos los partidos llamados a evitar la inestabilidad en las institucionas catalanas forman parte también de la mayoría parlamentaria que apoya al Gobierno de Pedro Sánchez. Todos, incluso Junts, el partido de Carles Puigdemont, son a la vez aliados circunstanciales y rivales enconados.
La incorporación de Junts a la mayoría parlamentaria española, el debate del proyecto de ley de amnistía y la voluntad declarada de todos los actores catalanes de cerrar de una vez la década de confrontación nacionalista aguda, ha ampliado el abanico de socios potenciales. Sin embargo, tanto el president Pere Aragonès como el alcalde Jaume Collboni parecen preferir su condición de gobernantes minoritarios a cualquiera que sea el coste de un acuerdo presupuestario con sus rivales.
En la Generalitat, el Ejecutivo de ERC se encuentra una vez más ante una disyuntiva muy contradictoria: por una parte, los socialistas le exigen que apoye la ampliación del aeropuerto de El Prat, la continuación del Cuarto Cinturón y la construcción del megacasino de Hard Rock en Salou mientras sus otros posibles socios, el grupo de En Comú Podem, se oponen a todos estos proyectos. La novedad para 2024, de momento, radica en que Salvador Illa, el líder del PSC, anunció solemnemente la semana pasada que no va a transigir. El desbloqueo de estos proyectos le fue garantizado por Aragonès hace un año a cambio de los votos de PSC para aprobar los presupuestos de 2023. Illa constata que Aragonès ha incumplido estos compromisos y avisa que, por lo tanto, no habrá nuevo apoyo presupuestario, esta vez para 2024: “A mí no me engañan dos veces”, sentenció, rotundo en una entrevista en televisión. Eso abre la expectativa de una mala solución, la prórroga presupuestaria, o un adelanto de las elecciones inicialmente previstas para principios de 2025.
También para Collboni la cuestión parece radicar en la dificultad de escoger entre un acuerdo del PSC con los Comunes o con los independentistas de Junts, el grupo dirigido por Xavier Trias. Es difícil calibrar la influencia del escenario político general, donde están en juego asuntos tan relevante como el proyecto de ley de amnistía, a la hora de bascular el eje de la mayoría municipal hacia la derecha o la izquierda. No es el primer caso ni la primera ocasión en el que los socialistas de Salvador Illa y Jaume Collboni parecen dudar entre ambas posibilidades. Les inclina a ello, probablemente, el encono de su rivalidad con los Comunes de Ada Colau, adversaria y sin embargo aliada imprescindible para los socialistas, también en los demás escenarios políticos. En los últimos años, el imperativo estratégico obligó a las izquierdas a cerrar filas por encima de otras consideraciones a la hora de aprobar presupuestos en las distintas administraciones. Te apoyo aquí, me apoyas allí, era la fórmula. Pero esta vez no está nada claro lo que pueda pasar. En ninguna de las instituciones.
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