Estimat Joan Culla

El historiador y articulista, que acaba de recibir un homenaje con motivo de su jubilación por motivos de salud, ocupa un lugar destacado en la historia de EL PAÍS en Cataluña en el que colaboró casi 40 años

El escritor Joan B. Culla, en una imagen de 2017.Joan Sanchez

Así como hay cartas al director, también hay cartas del director. Esta no es exactamente ni una cosa ni la otra, porque quien la escribe, que fue director de la edición de Cataluña en una de las épocas más difíciles para el país y para el periódico, ahora es un columnista más sin responsabilidad sobre los contenidos y la organización del periódico. Esta es una carta de un exdirector a un veterano y estimado colaborador regular del periódico, durante casi 40 años, que publicó su último artículo en EL PAÍS ...

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Así como hay cartas al director, también hay cartas del director. Esta no es exactamente ni una cosa ni la otra, porque quien la escribe, que fue director de la edición de Cataluña en una de las épocas más difíciles para el país y para el periódico, ahora es un columnista más sin responsabilidad sobre los contenidos y la organización del periódico. Esta es una carta de un exdirector a un veterano y estimado colaborador regular del periódico, durante casi 40 años, que publicó su último artículo en EL PAÍS el 29 de setiembre de 2017, dos días antes del referéndum del 1 de octubre sobre la independencia.

Si hay algún ejemplo de que algo se rompió en Cataluña en aquel momento es que han pasado cuatro años desde que mantuve mi último contacto con alguien tan querido por mí y por la redacción y creo por buena parte de los lectores como es el historiador y articulista Joan B. Culla. El siguiente artículo que mandó a la redacción ya no se publicó, no por decisión de la redacción de Barcelona, sino por orden imperativa y sin discusión emanada de la dirección central del periódico.

Nunca había sucedido antes algo igual. La autonomía de la redacción catalana había sido hasta entonces muy amplia, se diría que sin límites, especialmente en la publicación de artículos de opinión. Todavía en enero de 2017 tuve ocasión de manifestarle en público a Joan, en la presentación de su libro El tsunami, cuánto me complacía publicar sus artículos abiertamente a contracorriente de la opinión mayoritaria e incluso la línea editorial del periódico. Contar con todos los argumentos, incluso los más divergentes, contribuye a la deliberación democrática y, por supuesto, al pluralismo de puntos de vista que siempre había enriquecido y caracterizado a EL PAÍS en Cataluña desde su fundación en 1982.

En la conversación telefónica que tuve a propósito de aquella censura ajena a la redacción barcelonesa, me permití una chanza amarga y una observación de futuro. Le dije que el artículo 155 de la Constitución ya se había aplicado a la edición catalana de EL PAÍS antes de que se suspendiera la autonomía catalana y le rogué sin éxito que siguiera resistiendo en nuestras páginas unos meses más al igual como estábamos resistiendo los periodistas, con la seguridad de que no tardaría en amainar, tal como sucedió medio año después, cuando Sol Gallego fue nombrada directora del periódico, alguien a quien Joan ya conocía porque habían coincidido ambos en una cena en mi casa.

Esta carta viene a propósito del homenaje que le ha rendido el diario Ara con motivo de su jubilación como columnista por motivos de salud, un merecido reconocimiento en el que no tuve la oportunidad de participar y que no podía dejar sin complementar. Por una razón: Culla ocupa un lugar destacado en la historia de EL PAÍS en Cataluña y de la sección de Opinión del diario en general, tanto por sus comentarios sobre política catalana como por sus análisis históricos sobre Israel y el conflicto con Palestina. Creo que puedo hacerme eco de la redacción y de numerosos lectores si para terminar, Joan, te digo que te hemos echado en falta durante estos cuatro años y que ahora nos apena que dejes de escribir, aunque sea en la competencia.

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