De Barcelona 92 a la Copa del América de 2024 como voluntaria: “En los Juegos, los deportistas nos pedían hielo para los cubatas de sus fiestas”

Maria Rosa Madonar, una de los más de 1.600 inscritos en el equipo de voluntariado de la competición de vela, ha pasado toda su vida en las bambalinas de las competiciones deportivas

Maria Rosa Madonar, voluntaria de la Copa América de Vela que se celebrará en Barcelona en 2024, fotografiada frente a la base del equipo italiano Luna Rossa en el puerto de Barcelona junto a un muñeco del Cobi, icono de los Juegos del 92.MASSIMILIANO MINOCRI

La mejor forma de participar en unos Juegos Olímpicos sin tener una buena marca personal, pensó Maria Rosa Madonar (Barcelona, 65 años), es siendo voluntaria. Madonar, campeona nacional júnior de lanzamiento de peso, iba para atleta, pero una lesión de rodilla limitó su progresión y buscó una alternativa para seguir en la élite. Lo consiguió en los Juegos de 1992. Participó ya en los vídeos promocionales de la candidatura antes de ser elegida sede y, tras pasar una vida ligada al voluntariado,...

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La mejor forma de participar en unos Juegos Olímpicos sin tener una buena marca personal, pensó Maria Rosa Madonar (Barcelona, 65 años), es siendo voluntaria. Madonar, campeona nacional júnior de lanzamiento de peso, iba para atleta, pero una lesión de rodilla limitó su progresión y buscó una alternativa para seguir en la élite. Lo consiguió en los Juegos de 1992. Participó ya en los vídeos promocionales de la candidatura antes de ser elegida sede y, tras pasar una vida ligada al voluntariado, se ha inscrito en la Copa del América de vela que se celebra en la ciudad en 2024 para volver a colaborar. Cerrará un círculo. De Barcelona a Barcelona. De la juventud a la madurez.

“Mantengo la misma ilusión de ver a los deportistas desde dentro”, explica, consciente de que esta vez será una de las más veteranas del equipo de apoyo. La organización ha abierto las inscripciones para contar con 2.300 voluntarios y ya ha recibido más de 1.600 solicitudes.

“Ahora solo espero no tener que vivir experiencias como la de Montjuïc en su inauguración”, compara entre risas. Se refiere a las fuertes lluvias que cayeron sobre Barcelona a inicios de septiembre de 1989. El estadio olímpico era sede de una competición atlética que pretendía ser banco de pruebas para los Juegos y fue un desastre. “El agua se filtraba por todos lados, íbamos con paraguas por los pasillos interiores y se inundaron los vestuarios y la sala de prensa”, recuerda. Los voluntarios sacaban agua a escobazos y llegaron las dudas por la capacidad organizativa de Barcelona. “La gente se dio cuenta de que no estábamos preparados, pero los organizadores decían que si tenía que pasar alguna vez, mejor que fuera entonces que en los Juegos”.

A Madonar la incorporaron finalmente en la organización de los Juegos. Equipo de gestión y logística del puerto para las pruebas de mar, concreta. Conoció a deportistas de diferentes delegaciones hasta el punto de que un día los australianos le pidieron hielo. “¿Para qué?”, preguntó. Para los cubatas, claro. “Los atletas hacían muchas fiestas y se juntaban muchos equipos”, explica. “Durante la competición compiten, pero luego tienen buen rollo, y cuando la competición termina, empiezan las fiestas”. Y con el ocio, llegan los excesos: “Iban pedaleando hasta la orilla y se tiraban al mar con la bici. Había mucha juerga”.

Colaboró en la organización de los mundiales de natación de 2003, en los europeos de hockey sobre hierba del mismo año, en los Juegos del Mediterráneo de Almería, en 2005; y en los europeos de atletismo de 2010 de Barcelona, entre otras competiciones. “Al final una competición requiere de muchas manos y los voluntarios son una pieza clave”, remarca. ¿Y no hay el riesgo de que se conviertan en mano de obra no remunerada? “Existe esta contradicción”, admite la mujer, que diferencia entre “trabajar” y “colaborar”. “A los voluntarios les hace mucha ilusión poder vivir grandes eventos deportivos desde dentro porque es su forma de conectar con el deporte y la ciudad”, plantea.

Existen dos modelos de voluntarios, dice. Los que quieren estar siempre en las instalaciones para estar cerca de la competición y los que “se apuntan a un bombardeo”. Estos últimos, concreta, son aquellas personas que les va tan bien ir al aeropuerto a buscar a una delegación como hacer las acreditaciones en una pequeña sala. “Yo quizás era de estas últimas”, explica.

Pero no todo es estupendo. Las experiencias internacionales ilustran perfectamente las diferencias culturales sociales y económicas de los países organizadores de grandes eventos. En Shanghái (China), la organización de los mundiales de natación de 2011 activaba a sus voluntarios durante 12 horas al día y siempre les estipulaba un mismo rol. “La organización se ahorraba las formaciones de otros roles y no necesitaba buscar a más personas”, compara. En Nueva Delhi, en los Juegos de la Commonwealth de 2010, los voluntarios se alistaban por otros motivos: comida y ropa. “Eran 15 días de seguridad alimentaria para ellos y hubo muchísimas peticiones para formar parte del equipo de voluntarios”.

Ahora espera instrucciones de cara a la regata preliminar que se celebrará en septiembre en Vilanova i la Geltrú. Los seis equipos que participarán se enfrentarán durante tres jornadas de competición a bordo de las embarcaciones AC40, un modelo más pequeño que el AC75 que utilizarán en 2024 en Barcelona. “También iré de voluntaria, pero aún no han concretado qué haré. Me hace muchísima ilusión”. Madonar se apunta de nuevo a un bombardeo, esta vez en el mar.

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