Núria Graham: “Hago discos por esperanza”

La cantante vigitana publica ‘Cyclamen’, un disco marcado por el piano y por su alejamiento de la gran ciudad, y actúa el viernes en Barcelona

Núria Graham, fotografiada en los jardines de Ca l’Aranyò, en Barcelona.Carles Ribas

Se dio a conocer siendo apenas adolescente. Adolescente y chica. Había miradas condescendientes, recuerda. La adolescencia se pasa con el tiempo, para hacerse artista hacen falta más cosas, y ahora, con 26 años lo es plenamente. Así lo patenta Cyclamen, un disco luminoso e intimo bajo nombre de planta mediterránea. De un álbum anterior le dijeron que era de madurez, y ella pensó “iros a paseo”, así que mejor orillar la idea de que este es su disco de confirmación, todo y que la prensa internacional lo haya encumbrado. Por si acaso ella aclara: “Hago los mejores discos que puedo hacer en...

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Se dio a conocer siendo apenas adolescente. Adolescente y chica. Había miradas condescendientes, recuerda. La adolescencia se pasa con el tiempo, para hacerse artista hacen falta más cosas, y ahora, con 26 años lo es plenamente. Así lo patenta Cyclamen, un disco luminoso e intimo bajo nombre de planta mediterránea. De un álbum anterior le dijeron que era de madurez, y ella pensó “iros a paseo”, así que mejor orillar la idea de que este es su disco de confirmación, todo y que la prensa internacional lo haya encumbrado. Por si acaso ella aclara: “Hago los mejores discos que puedo hacer en cada momento sin pensar en nada más. Esa es la obligación de un artista, evolucionar y no sentarse con la satisfacción y pensar que ya sabes cómo va el tema”. Mira franca y aunque parece frágil habla directa, sin ambages y dice lo que piensa sin dudarlo, como por ejemplo cuando explica porqué ha abandonado la guitarra por el piano para componer y acompañarse en directo “porque no lo domino, y eso me abre más opciones, nuevos acordes, otra sonoridad. Podré volver a la guitarra, pero ahora pienso trabajar con el piano”. Nuevos instrumentos con los que Núria Graham muestra nuevos talentos en su cuarto disco.

Y Núria sigue cantando bien, muy bien, con más seguridad que nunca. Lo confirma: “esta vez quería cuidar la voz como un instrumento más, era una de las ideas fijas, y para ello he cantando más bajito, he buscado otro timbre”. Sus letras, como muchas, significan aquello que quiera entender quien las escucha, aunque hay citas geográficas como Nápoles o Procida, isla frente a la ciudad del Vesubio. “Sí, hay una canción, Disaster In Napoli, que evoca una ruptura sentimental que allí tuve, y el disco se abre y se cierra en Procida, que es de donde parte un imaginario personaje que transita por el álbum y vuelve a la isla transformado” dice sin que por ello ni ella misma sepa a veces lo que quiere decir.

“He trabajado mucho las letras en este disco, pero ello no obsta para que en ocasiones ni yo misma sepa que quería decir cuando las escribí, encontrando así nuevos sentidos” Nuria no presenta la imagen de la artista blindada que todo lo sabe, sino la persona que con su música explica quien es ella en cada momento. Incluidas sus dudas y espacios ciegos. ¿Por eso hace discos cuando lo que funciona son las canciones?: “Hago discos por esperanza. En un mundo en el que todo va deprisa y apenas hay tiempo para profundizar en nada, hacer discos es para mí una forma de conectar conmigo misma, además de demostrarme que soy capaz de hacerlos. Y hay discos que me han salvado la vida, como el de Arooj Aftab (Vulture Pince) o el de Floating Points con Pharoah Sanders (Promises )”.

Ama la variedad, tal y como demuestra que sus dos primeros sencillos The catalyst y Yes It’s Me, The Golldfish no sean similares a las composiciones que completan el álbum, con aires de jazz y folk donde Disaster In Napoli supone una sacudida hacia la mitad del disco. “En realidad no creo que ninguna canción sea la más representativa, y sí, hay canciones dinámicas y otras con más textura. No creo que sea un disco fácil, pero si lo piensas aquellos discos que te acompañan durante tiempo son los que a fuerza de escucharlos se abren en nuevos detalles”, asegura sonriendo, algo que por lo general no deja de hacer en toda la charla, casi como un gesto de franqueza, que no de ingenuidad.

Ahora toca pensar en los conciertos, el único medio real de subsistencia de los músicos actuales. Deja de sonreír y aparece la preocupación. “Es un problema real. He podido dejar de hacer conciertos durante una temporada porque ahora vivo en un piso en el que no pago alquiler y porque soy muy frugal, pero si sólo ganas dinero en conciertos acabas, como acabé hace unos meses, agotada, casi sin ganas de actuar”. Tras la pandemia se fue de Barcelona (ella nació en Vic) y marchó a La Bisbal, y allí, en la tranquilidad de su comedor, ha compuesto y grabado voces y piano. De ahí el tono general de Cyclamen. Justo lo contrario del ajetreo en el que viven muchas personas de su edad. “Si los jóvenes estuviésemos creando este mundo, edificando nuestra utopía todo esto de las redes y la velocidad sería estupendo, pero nuestro mundo lo construyen las grandes corporaciones, y aunque parezca que en él nos movemos bien, no deja de ser el mundo de otros”, concluye. Y no, en Cyclamen no hay velocidad, sino pausa y evocación. En directo el viernes en Paral·lel 62 de Barcelona

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