“Tutankamón, Howard you?”: el egiptólogo Tito Vivas presenta en Barcelona con mucho humor su libro sobre el faraón y su descubridor

El autor y su editor deleitan al público en la librería Altaïr, que se suma a la celebración del centenario del hallazgo de la tumba del rey

El egiptólogo Tito Vivas en la mesa de despacho de Howard Carter en la casa del descubridor de la tumba de Tutankamón junto al Valle de los Reyes.

Imposible no quedarse en la cabeza con el título que propuso Francisco (Tito) Vivas para una hipotética edición en inglés de su libro Tutankhamon, Howard y yo, que le ha publicado Ediciones del viento y que se presentaba el miércoles por la tarde en la librería Altaïr de Barcelona: Tutankamón, Howard you? Un simpático juego de palabras a costa de ...

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Imposible no quedarse en la cabeza con el título que propuso Francisco (Tito) Vivas para una hipotética edición en inglés de su libro Tutankhamon, Howard y yo, que le ha publicado Ediciones del viento y que se presentaba el miércoles por la tarde en la librería Altaïr de Barcelona: Tutankamón, Howard you? Un simpático juego de palabras a costa de Howard Carter, el descubridor de la tumba del faraón hace ahora un siglo. Divertido, sugestivo y muy ameno se ha mostrado Vivas en el acto, acompañado por su editor y supporter número uno, Eduardo Riestra. El dúo ha sido introducido por el indispensable Pep Bernades, alma de Altaïr, que ha calificado al autor, quedándose corto, de “egiptólogo heterodoxo” y ha sintetizado su personalidad con la broma del egiptólogo madrileño: “Vale, sabemos que las pirámides las hicieron los extraterrestres, pero ¿por qué se llevaron los andamios?”.

Tutankhamon, Howard y yo, “título descarado”, según ha dicho Riestra, es probablemente el libro más insólito publicado con motivo del aniversario: un recorrido por los lugares relacionados con el hallazgo de la tumba y con la vida de su descubridor, desde el punto de vista de una identificación que establece Tito Vivas entre él mismo y Howard Carter, nada menos. El libro está ilustrado con fotos que muestran a Vivas en los espacios y paisajes de Carter, incluida su tumba en el cementerio londinense de Putney. En una se lo ve a la salida de los servicios en el Valle de los Reyes junto a Zahi Hawass, que ya es foto.

“Queríamos hacer algo este centenario que no fuera más de lo mismo, evitar volver a contar otra vez igual la búsqueda de Tutankamón y su hallazgo”, ha explicado Riestra, que ya ha publicado otros dos libros de Vivas, El viaje de un egiptólogo ingenuo (2017) e Historia fabulosa de un viaje a Etiopía (2020). “Tito tiene un discurso propio, divertido a la manera en que decía el añorado Javier Reverte: ‘Si te ríes de ti mismo tienes diversión para toda la vida”.

Vivas, con un aire a lo Belzoni, el forzudo cazador de tesoros y pionero de la Egiptología, ha dicho que optaron por ese viaje tras las huellas de Carter, tratando no sólo de contar sino de vivir la historia del descubrimiento. Así, en Tutankhamon, Howard y yo, el autor visita, buscando recuerdos y pistas, Swaffham, donde creció Carter; Didlington Hall, la finca de los Amherst, donde el destino juntó al futuro descubridor con la egiptología; el castillo de Highclere (de los Carnarvon), el Petrie Museum de Londres, el Griffith Institute, y los lugares relacionados con el egiptólogo en el país del Nilo: Beni Hassan, Amarna, Bab el Hossan —la famosa tumba en Deir el Bahari, en la que Tito Vivas se adentra estremeciéndonos—; el Castle Carter, el Valle de los Reyes y la tumba de Tutankamón, claro. En el trayecto, además de un guantazo de paso a Thomas Hoving, cosas tan curiosas como el encuentro con un joven originario del pueblo de Debod que sueña con ver el templo en Madrid, o la historia de la gabardina de Rommel robada en el museo de El Alamein y sustituida por una comprada en un puesto de ropa de segunda mano de El Cairo.

“Hay un Carter en el que me reconozco como egiptólogo”, ha dicho sin cortarse un pelo Vivas, que ha señalado paralelismos como que ambos fueron jóvenes a Egipto o que los dos sufrieron una pérdida familiar que los marcó a los 9 años (Carter a su hermano Horace, que se suicidó bebiendo un líquido corrosivo; Vivas a su abuelo por una negligencia médica). Ha apuntado también el interés de Carter y suyo por el dibujo. De Carter le interesan sus misterios tanto, casi, como los del propio Tutankamón, el porqué de su carácter difícil, de su dificultad para las relaciones sociales y sentimentales. Para el autor del libro, Carter tenía sin duda un trastorno de espectro autista, lo que explicaría muchas cosas de su personalidad. No era homosexual, ha sostenido; su principal virtud era la perseverancia, cumplía las normas, y sentía verdadero cariño por los egipcios. “Era un buenazo”, ha concluido, a pesar de su mal genio y sus modales toscos.

Vivas ha deplorado la manera en que sus compatriotas lo trataron y ha denunciado el que cien años después de su descubrimiento Howard Carter, que no fue ennoblecido, siga sin reconocimientos, sin homenajes, estatuas o placas. “Le debemos incluso más disculpas que homenajes”, ha dicho.

Ha hablado de la teoría de las cámaras secretas en la tumba de Tutankamón y se ha mostrado partidario de la teoría de Nicholas Reeves de que tras los muros del sepulcro está escondida la tumba de Nefertiti. Para Vivas, que no se resuelva el enigma de una vez “haciendo un agujerito” se debe a que Egipto no quiere que vuelva a ser un británico el que diga dónde se esconde un gran tesoro del país.

En el animado coloquio posterior —la sala de actos de Altaïr estaba llena de público—, el autor ha defendido hasta la forma en que actuó Carter con la momia de Tutankamón, y ha puesto en duda que haya avances en la búsqueda de Cleopatra en Taposiris Magna (“yo me rijo por la norma de uno de mis maestros: ‘si aquí hay colillas, aquí han fumado’, y mientras tanto, nada”). Ha considerado que más importante que hacer que el busto de Nefertiti vuelva a Egipto sería que los egipcios pudieran ir a verla cuando quisieran, y también que arqueólogos egipcios excavaran un yacimiento vikingo en el norte de Europa: signos ambos, ha señalado, del que sería un mundo diferente.

En cuanto a la inevitable pregunta sobre la maldición, ha zanjado que fue una invención de Weigall, el despechado Salieri de Carter, recogida por Conan Doyle y alentada por el masivo interés hacia el espiritismo de después de la I Guerra Mundial.

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