El síndrome del sargo duro: cuando el pescado se vuelve incomestible por exceso de cobre
Investigadores de la Universidad de Girona alertan de la contaminación generada por la pintura de barcos y las jaulas flotantes de piscifactorías
Investigadores de la Universidad de Girona (UdG) sospechan que el extraño síndrome que hace décadas afecta al sargo (Diplodus sargus), un pescado muy común en el Mediterráneo, el Cantábrico y el Océano Atlántico, podría deberse a un exceso de cobre. Los casos aumentan cerca de puertos comerciales e industriales y zonas con acuicultura, por lo que se cree que podría tener relación con el antifouling, la pintura desincrustante ...
Investigadores de la Universidad de Girona (UdG) sospechan que el extraño síndrome que hace décadas afecta al sargo (Diplodus sargus), un pescado muy común en el Mediterráneo, el Cantábrico y el Océano Atlántico, podría deberse a un exceso de cobre. Los casos aumentan cerca de puertos comerciales e industriales y zonas con acuicultura, por lo que se cree que podría tener relación con el antifouling, la pintura desincrustante usada en cascos de barcos y redes de piscifactorías para evitar la proliferación de organismos marinos.
Se trata de una anomalía que solo se detecta tras la cocción. El pescado adquiere una textura similar a la de un neumático con muy mal sabor y lo convierte en imposible de comer ya que incluso resulta difícil clavarle el tenedor. Los científicos lo han bautizado como Abnormally Tough Specimen Syndrome (ATS) o el síndrome del sargo duro.
El sargo es un pez que habita cerca de la costa, entre rocas, arenales o prados marinos en profundidades de uno a cincuenta metros. Los estudios y medio millar de encuestas a pescadores han permitido determinar que en las ciudades italianas de Génova y Palermo todos los ejemplares padecen el síndrome, un 80% entorno a Marsella (Francia). En Cataluña, en menor medida, afecta a toda la costa con mejores resultados en la Costa Brava, donde enferma uno de cada cincuenta.
Investigadores de varios países han estudiado en los últimos años este desconocido fenómeno detectado por pescadores, sobre todo de caña. “Como pasa tantas veces, los científicos sabemos que ocurre algo porque nos llega a través de la sociedad”, apunta la doctora en biología animal de la UdG que lidera la investigación, Margarida Casadevall. Empezó a investigar por casualidad después de que un amigo pescador le alertara del problema que afecta a estos animales. Junto a los también investigadores Conxi Rodríguez y Roberto Merciai impulsaron el estudio “Efecto del tipo de alimentación sobre la condición física del sargo” (2016-2018), con la teoría inicial que el problema procedía de algo que consumían. “Tras analizar muchos estómagos concluimos que no era la alimentación”, dice la bióloga. Todavía no han resuelto el enigma.
Este síndrome también afecta a peces de la misma familia, como las doradas, pero no a todos los ejemplares ni en toda la costa. Solo a algunos adultos y en zonas cercanas a grandes puertos, especialmente en Tarragona, Barcelona y Badalona, pero también en Roses y Palamós. Uno de los ejemplares enfermos presentaba un hígado con 838.000 µg/Kg de cobre, muy por encima de lo habitual. Los más afectados por contaminantes son los peces que se mueven menos. “El sargo es muy territorial, si nace en Marsella seguirá en sus alrededores, por eso podemos localizar las zonas afectadas”, puntualiza.
Los expertos consideran que la causa está en la contaminación, ya que el 80% de pescadores que contestaron la encuesta aseguran que pescan cerca de piscifactorías, puertos, emisores submarinos y desembocaduras de grandes ríos. “Estas zonas tienen en común la pintura antiincrustante”, afirma Casadevall. Hace años esta pintura llevaba estaño y se demostró que causó un fenómeno que hacía que a las caracolas hembra les saliera pene. Por ello se usó el cobre.
El mercurio es bioacumulable, pero el sargo tiene mecanismos para desintoxicarse de metales como el cobre en bajos niveles, pero no en grandes cantidades. “Los efectos de la ingesta de cobre en humanos no está regulada, lo positivo es que se acumula en su hígado, que no se come”, apunta la bióloga. Los científicos constatan la necesidad de más estudios para saber si los hábitos y el lugar de alimentación causan la bioacumulación de tóxicos. Para Casadevall pide más recursos para poder continuar estudiando. “La desgracia es no saber qué es y no poder solucionarlo porque estamos comiendo los peces y no sé exactamente qué estamos comiendo”, zanja.
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