Amos Gitai: “El problema del cineasta es saber qué hacer cuando está cerca de un volcán”
La Filmoteca de Catalunya dedica una retrospectiva al director de cine y arquitecto israelí, cronista de la historia reciente de su país
La Filmoteca de Catalunya dedica su primer gran ciclo de 2022 a una retrospectiva del cineasta, arquitecto y escritor Amos Gitai (Haifa, Israel, 71 años). Muy crítico con la política de su país en “un conflicto ininterrumpido que ha moldeado nuestra identidad”, Gitai deja clara su postura al respecto a propósito de su primera película de ficción (Esther, 1985): “Mi cine habla de un pueblo que ha sido perseguido y que, en un momento dado, aprende a perseguir y se convierte en represor”. Desde el pasado 11 de enero hast...
La Filmoteca de Catalunya dedica su primer gran ciclo de 2022 a una retrospectiva del cineasta, arquitecto y escritor Amos Gitai (Haifa, Israel, 71 años). Muy crítico con la política de su país en “un conflicto ininterrumpido que ha moldeado nuestra identidad”, Gitai deja clara su postura al respecto a propósito de su primera película de ficción (Esther, 1985): “Mi cine habla de un pueblo que ha sido perseguido y que, en un momento dado, aprende a perseguir y se convierte en represor”. Desde el pasado 11 de enero hasta el 19 de febrero, se podrán ver 21 películas (documentales y de ficción) del director, que la semana pasada atendió telemáticamente a este periódico.
La filmografía de Gitai recorre la historia de su país e intenta aportar algunas claves de un conflicto enquistado que ha marcado y sigue marcando su vida. “La casa de mi primera película [Casa, 1980], es una metáfora de Jerusalén, con toda su capa de arqueologías humanas”, explica el cineasta. Una casa de Jerusalén que en 1948 (cuando se creó el Estado de Israel) era de un palestino y que en 1967 (año de la ocupación israelí de Cisjordania) fue requisada por el Estado Él habla con la gente que la ha habitado y que ha trabajado en ella. “El conflicto queda inscrito en este microcosmos, en el que el obrero palestino que trabaja en la casa se expresa mil veces mejor que el economista que se quedará con ella. Y eso ofende a los israelíes, a un régimen que quiere imponer una percepción simplista y etnocéntrica de la historia”. La película, que deja claras las ideas de su director, fue censurada en Israel.
La crítica a la política israelí en este sentido es una constante en toda la obra de Gitai, que no deja de defender el diálogo, aunque manifiesta sus temores: “No he sido un judío en la diáspora, soy ciudadano de un Estado que espero que sabrá extender sus reglas democráticas a todos sus ciudadanos y mantener la instituciones que siempre le permitan continuar el diálogo. Pero temo la dominación de fuerzas autoritarias”, reconoce. Y no se siente seguro ante la dimensión internacional y mediática del conflicto: “Le estamos proporcionando a la prensa una gran novela y ellos nos observan como a través de un microscopio”, se queja, lamentando también que israelíes y palestinos estén convencidos de que son verdaderamente el centro del universo: “Estoy de acuerdo en que el conflicto es un tema central; ¡pero el único, no! Creemos saber quién es el bueno, pero ¿quién es el malo? ¿Los judíos saliendo de la pesadilla del Holocausto o los palestinos bajo ocupación por más de 50 años?”, se pregunta.
El diálogo es su manera de entender la sociedad y, también el cine: “El cine que yo defiendo es un diálogo continuo”, dice, categórico. “Israel no es una sociedad homogénea y a través de cada película, el rompecabezas se vuelve más complejo porque trato de mostrar diferentes ángulos”, explica. “Mis platós son a menudo lugares de encuentro de personas de origen diferente. Fue el caso de Ana Arabia (2013): actrices y actores israelíes y palestinos se encontraron juntos en un barrio marginal en el corazón de Tel Aviv, lo que venía a ser una especie de desintegración de la ideología original, buscando un nuevo sentido de existencia, un sentido humanista. Creo que es importante hablar de modernidad, de modo de vida en Israel”.
Para Gitai el cine es un arte que trasciende lo que muestra en la pantalla. Lo explica recurriendo a una frase que le dijo Jeanne Moreau, la actriz francesa a la que dirigió, por ejemplo, en La guerra de los judíos, en Barcelona, en el Grec de 2009: “Amos, si estoy haciendo una película es porque quiero saber algo que no sé. Es decir, el proyecto es siempre una oportunidad para saber más”, le espetó la actriz francesa. Desde luego, también lo entendió así Ben-Gurion [primer ministro de Israel entre 1948 y 1954], como remarca el director: “Le había dado al cine un papel fundamental, incluso había confiado la gestión del mismo a su gabinete”, cuenta. No se refiere solo al documental, sino también a la ficción.
Soy un testigo casi en el sentido hitchcockiano del término: en el sentido de testigo de un crimen
Gitai no duda en relacionar sus dos oficios, la arquitectura y el cine. “Ninguna de las dos son artes íntimas: no somos el pintor frente a su lienzo. Tenemos que movilizar a la gente”. El director revela, incluso, que si no se involucró en la arquitectura fue porque “este arte se ha obsesionado demasiado con la representación, casi como si los arquitectos estuvieran celosos de los cineastas y buscaran producir imágenes en lugar de edificios. Para mí, la buena arquitectura no es solo una cuestión de imagen: debe tener en cuenta la organización del espacio, el tráfico, los accesos, el transporte; es decir, integrarse en nuestro tejido urbano. Y este enfoque, a menudo, falta hoy en día”.
Tomar distancia de los hechos
En varias de sus películas (Kippur, recuerdos de guerra, o Kippur, o El último día de Isaak Rabin), Gitai se enfrenta a hechos históricos muchos años después. “Toda obra artística requiere imponer una distancia, por una simple razón óptica: cuando estamos demasiado cerca, no podemos hacer un balance, lo vemos borroso”, se justifica. “Me llevó 27 años poder hacer una película de ficción sobre mi experiencia [en referencia al ataque que sufrió su helicóptero durante la guerra del Yom Kippur, en 1973]. Soy consciente de que soy solo un individuo, tal vez un testigo, casi en el sentido hitchcockiano del término: en el sentido de testigo de un crimen”.
Cuando Isaac Rabin, máxima esperanza para validar el proceso de paz, fue asesinado el 4 de noviembre de 1995, Gitai sintió que una página de la historia, acaso la última, se había cerrado. “En este contexto, el problema del cineasta es saber qué hacer cuando se vive cerca de un volcán”, considera. La misión del artista va mucho más allá de la profesión: “La película, la obra de teatro y la las exposiciones que dediqué al asesinato de Rabin se convierten en un acto de ciudadanía”, reflexiona el director.
La situación actual “es un punto muerto total”. Gitai critica que el Gobierno israelí en el poder es muy reaccionario: “Interviene en todos los ámbitos, incluyendo la justicia, la cultura y la educación, para limitar la libertad de expresión y para difundir el discurso racista”. Queda mucho por filmar.
21 películas hasta el 19 de febrero
'Laila en Haifa' (16 de enero); 'Casa' (19 de enero); 'Carmel' (18 de enero); 'Esther' (23 de enero); Berlín-Jerusalén (21 de enero, con presentación de Amos Gitai y coloquio posterior); 'Golem, el espíritu del exilio' (21 de enero, con presentación y coloquio); 'Devarim' (18 y 26 de enero); 'Munio Weinraub Gitai Architect (1909-1970)' (22 y 27 de enero); 'La arena del crimen' (25 y 28 de enero); 'Kippur, records de guerra' (27 y 29 de enero); 'Una casa a Jerusalem' (1 y 6 de febrero); 'Yom Yom' (1 y 5 de febrero); 'Kadosh' (2 y 4 de febrero); 'Kippur' (3 y 4 de febrero); 'Terra Promesa' (8 y 11 de febrero); 'Zona libre' (9 y 12 de febrero); 'News from Home / News from House' (10 de febrero); 'Retirada' (13 y 17 de febrero); 'Ana Arabia' (15 y 18 de febrero) y 'L'últim dia de Yitzhak Rabin' (16 y 19 de febrero).