Estrellas para Ànnia y Martina

La iniciativa de la escuela Frederic Mistral-Tècnic Eulàlia decora el Hospital Infantil Vall d’Hebron donde reciben tratamiento oncológico dos de sus alumnas

Ànnia y Martina colgando estrellas en el Hospital Infantil Vall d'HebronCristóbal Castro

Ànnia es una niña deportista, racional, enérgica. Junto a sus padres subía cimas de 2.000 metros, esquiaba y la montaña se convertía siempre en su mejor aliada. La pandemia la alejó de todo eso y la mantuvo confinada en un piso de Barcelona durante meses. Cuando por fin pudo salir, algo en Ànnia había cambiado y el simple hecho de bajar las escaleras le provocaba temblores. “Supimos que algo iba mal cuando estaba haciendo un dibujo para la escuela y la mano le temblaba”, explica este viernes su madre, Joana Cervera. En ese mom...

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Ànnia es una niña deportista, racional, enérgica. Junto a sus padres subía cimas de 2.000 metros, esquiaba y la montaña se convertía siempre en su mejor aliada. La pandemia la alejó de todo eso y la mantuvo confinada en un piso de Barcelona durante meses. Cuando por fin pudo salir, algo en Ànnia había cambiado y el simple hecho de bajar las escaleras le provocaba temblores. “Supimos que algo iba mal cuando estaba haciendo un dibujo para la escuela y la mano le temblaba”, explica este viernes su madre, Joana Cervera. En ese momento, la familia se dirigió al Hospital Infantil y de la Mujer Vall d’Hebron, donde a la pequeña, con tan solo 6 años, le diagnosticaron un tumor cerebral.

En junio de 2020 empieza todo. Es entonces cuando la doctora Poca comunica a los padres de Ànnia que ella debe saberlo todo, porque la paciente es ella. “Recuerdo que le dijo: ‘Ànnia, tienes un bultito en la cabeza, yo te lo voy a quitar, pero tienes que confiar en mí’”, explica Cervera. En poco más de un mes, se sometió a tres operaciones distintas. “Es una niña imparable, tras todas esas intervenciones lo primero que dijo fue: ‘Mamá, quiero caminar’”, explica su madre. A partir de ese momento, Ànnia empezó a confeccionar pequeños arbolitos y copitos de nieve de papel para decorar la parte del hospital que ella visitaba. Esas manualidades le sirvieron como terapia para recuperar la motricidad, pero también fue un eficaz tratamiento psicológico, ya que el tumor y las horas de quirófano le habían hecho perder el pelo y también bajar de peso.

“El tumor de Ànnia requiere un tratamiento largo, de casi un año y medio. Ella viene una vez por semana y, en estos casos, debemos personalizar mucho tanto la tolerancia como la eficacia de cada uno de los tratamientos”, cuenta su médica, la doctora Anna Llort, del Servicio de Oncología Pediátrica. Algo que los profesionales sanitarios destacan de vital importancia es que el niño o niña pueda seguir con su vida de la forma más normal posible. Y eso es lo que consiguieron desde la escuela de Ànnia, el Frederic Mistral-Tècnic Eulàlia, ubicado al pie del Tibidabo. Ella solo puede ir a clase dos horas a la semana cuando tiene descanso de quimioterapia, pero el centro escolar colocó una ‘webcam’ en el aula para que pudiera seguir sintiéndose parte del grupo.

Cuando la enfermera de Ànnia le dijo que tenían mucha suerte de tenerla allí porque gracias a ella habían podido decorar parte del hospital, a la pequeña se le ocurrió una idea. Junto a una compañera más mayor de la escuela, Martina, que también es paciente oncológica del Vall d’Hebron, retaron a los niños y niñas del Frederic Mistral a llenar el hospital con más manualidades. A través de un vídeo en el que ambas contaban sus historias, la escuela se puso en marcha. Lutxi Almodóvar, directora de la Fundació Collserola, a la que pertenece el centro de Ànnia y Martina, se comprometió: “Lo haremos y lo haremos a lo grande”.

Así pues, alumnos y alumnas de P3 hasta 6º de primaria fabricaron más de 8.000 estrellas que se han entregado este viernes a las instalaciones del Hospital Infantil Vall d’Hebron con la intención de convertir el centro hospitalario en el cuadro de La noche estrellada, de Vincent Van Gogh. Esto ha servido de proyecto educativo para cambiar la mirada sobre las enfermedades y la transparencia a la hora de hablar sobre ellas. “Es una forma de sensibilizar a los niños y de que tengan una visión más positiva sobre la vida”, expresa Cervera.

La historia de Ànnia y su forma de compartirla con sus compañeros ha hecho que otros se atrevan a hablar sobre sus enfermedades y sobre las de sus familiares. “Hace poco, unas niñas del colegio se le acercaron para decirle que era muy valiente y una le explicó que también padecía una enfermedad y que gracias a ella se aventuró a hablarlo con más naturalidad”, declara Cervera. Recientemente, otra madre del colegio le mandó a Cervera una fotografía con la carta a los Reyes Magos de su hija. Al final de la lista estaba su último deseo: ‘quiero que Ànnia se cure’. A la pequeña ya solo le quedan dos ciclos de quimioterapia, y en febrero podrá saber si está completamente curada. Siempre valiente, como garantiza su madre, ha ido acompañada del mantra “lo probaré, lo intentaré y lo conseguiré”.

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