El archivero de la movida

Lorenzo Rodríguez, cabeza del Rock-Ola, expone en l’Illa Diagonal parte de su colección de carteles de la época

Lorenzo Rodríguez, en la exposición en el centro comercial L'Illa Diagonal de Barcelona.MASSIMILIANO MINOCRI (EL PAÍS)

La realidad no se encriptaba en unos y ceros para ser transmitida por unas redes que entonces solo remitían a la pesca. En las salas acababan los conciertos y la asistencia no era desalojada para dar paso a la sesión de baile. La información no era una jungla inextricable, España salía del blanco y negro y Rock-Ola era el faro de una movida que se publicitaba gráficamente. Y ...

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La realidad no se encriptaba en unos y ceros para ser transmitida por unas redes que entonces solo remitían a la pesca. En las salas acababan los conciertos y la asistencia no era desalojada para dar paso a la sesión de baile. La información no era una jungla inextricable, España salía del blanco y negro y Rock-Ola era el faro de una movida que se publicitaba gráficamente. Y Lorenzo Jiménez (Úbeda 67 años), que allí trabajaba, era más joven. Y funcionario civil del Ministerio de Defensa: “Creo que debí fumarme dos porros en los ochenta y me debieron de sentar mal, así que me convertí en el serio del asunto, yo pagaba a los grupos, organizaba la producción, los horarios, etc. y por la mañana, al ministerio”. De aquella época, L’Illa Diagonal ofrece un recuerdo en forma de 30 carteles de la sala que podrán verse hasta el próximo día 22. Otros años, otros espíritus, misma intención: olvidar los sinsabores de una vida quizás hoy más despiadada que ayer.

Lorenzo es alto, locuaz, simpático y uno de los pocos que con los años ha adelgazado. Trabajó sobrio entre excesos y es prototipo del archivero meticuloso: “Soy sistemático, no fetichista”, aclara. De aquella época, debidamente clasificado, lo guarda todo, lo que le ha dado una colección de más de 80 carteles de sus cuatro años al frente de Rock-Ola. De ellos unos 30 componen la exposición, por donde pasea como un padre ante las fotos de sus hijos. “Por aquellas épocas Gay & CO ya hacía carteles, pero los suyos no tenían diseño, solo el nombre del artista bien grande. Nosotros quisimos dignificar la cartelería y los comenzamos a diseñar con intención. El encargado era Martín Perandones”, recuerda mientras mira con admiración un espléndido cartel de Gabinete Caligari con una foto de Juan Belmonte mirando al tendido de espaldas a un toro ya muerto. “Hoy no se podría hacer y lo entiendo, pero no podemos renunciar a carteles como este”, dice Lorenzo, mientras pasea su mirada por los otros tres que configuran el panel: un cartel de aire racionalista de Esclarecidos, otro de Hombres G con un préstamo de algún dibujante de tebeos adscrito a la “línea clara” y uno de Radio Futura que juega con las simetrías.

Creo que debí fumarme dos porros en los ochenta y me debieron de sentar mal, así que me convertí en el serio del asunto

También se expone el cartel del primer concierto de Loquillo, entonces solo Loquillo Y Sus Amigos, en Rock-Ola: fue en 1983, un exitazo absoluto con peleas entre quienes creían que era rockero y quienes creían que no lo suficiente”, recuerda con una memoria casi digital: “No tengo memoria, me lo apunto todo”, aclara. Y prosigue: “De Loquillo me llamó la atención el nombre del disco Los tiempos están cambiando, lo compré, vi que estaba dedicado a Phil Ochs y lo contraté. Pagué 30.000 pesetas, hicimos el circuito de radios y al final Loquillo fue el músico catalán que triunfó en Madrid. También hicimos RockCelona, un ciclo con grupos catalanes, y el concierto de los punks Último Resorte acabó como el rosario de la aurora”, rememora. Tampoco ha olvidado las 800.000 pesetas que pagaron a Almodóvar & McNamara para tocar en la Nochevieja del 83, un fortunón: “Pusimos las entradas a 1.000-1.500 pesetas y no perdimos dinero”. Y el concierto de Spandau Ballet del 81, que le viene a la cabeza ante su cartel, “fue el antes y después de la sala y responsable de que la víspera pinchase Radio Futura, pues el público, escaso aún, prefirió a los ingleses”. Y pese a todo Lorenzo, que dejó el negocio musical en los noventa, no se abona a la nostalgia: “Echo en falta la cartelería, hoy sustituida por las redes, pero nada más. Lo hicimos, fuimos felices y ahora queremos que la gente se entere”.


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