Salir de fiesta en Barcelona: entre el botellón y el reguetón

La primera noche con ampliación horaria de las discotecas no cambia los hábitos de los jóvenes, que acumulan meses de encuentros en la vía pública

Un grupo de jóvenes toman copas en una de las terrazas de una discoteca de pie de playa de Barcelona, en la primera noche con ampliación horaria hasta las tres de la madrugada.Albert Garcia (EL PAÍS)

Del botellón al reguetón van 100 metros. Son los que separan la playa del Somorrostro, en la Barceloneta, y las discotecas del paseo marítimo, donde coexisten los dos mundos del ocio nocturno barcelonés. Beber sobre la arena incumpliendo las ordenanzas municipales o en una sala de baile sin poder bailar y a 10 euros la copa, esta es la cuestión. Que rima con restricción.

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Del botellón al reguetón van 100 metros. Son los que separan la playa del Somorrostro, en la Barceloneta, y las discotecas del paseo marítimo, donde coexisten los dos mundos del ocio nocturno barcelonés. Beber sobre la arena incumpliendo las ordenanzas municipales o en una sala de baile sin poder bailar y a 10 euros la copa, esta es la cuestión. Que rima con restricción.

No parece sencillo ser joven en época de pandemia. Y en Cataluña, aún más, porque el ocio nocturno sigue limitado a los espacios exteriores y el baile sigue prohibido, a pesar de que la Generalitat de Cataluña propone pequeños avances para el sector de la noche. De momento, los horarios de las discotecas se amplían hasta las tres de la madrugada en espacios exteriores desde este jueves, lo que a fin de cuentas sigue limitando la oferta lúdica: según cálculos de las patronales del ocio nocturno, únicamente un 5% de los establecimientos puede abrir cumpliendo las normativas.

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El problema de las restricciones es que han cambiado tanto en los últimos meses que incluso los más interesados las desconocen. Ricard, Ousman y Osama tienen 20 años, han llegado hace unas horas desde Mataró y Canet de Mar -”¡la que se lio en el Canet Rock!”-, donde viven, y caminan por la arena pasada la medianoche con un cubata de plástico cada uno en la mano. “¿En serio que ahora las discotecas abren hasta las tres?”, se preguntan. Siguen poco la actualidad, dicen, y van a lo suyo, que es salir tanto como les permita su economía. Ricard trabaja en la hostelería, Osama estudia jardinería y Ousman se quedó sin plaza de formación profesional. “Ayer ya estuvimos aquí y toda la playa estaba mucho más llena de gente”. Esta noche se observan pocos grupos cerca del mar. El trío considera que la ampliación del horario de las discotecas ha vaciado la arena de botellones, aunque ellos mismos dudan de su tesis. “Si no abren los interiores, y no se puede bailar, la gente irá igualmente a la calle a beber”.

A pesar de que la apertura es mínima, el ambiente se anima. A partir de la una de la madrugada se producen las primeras colas para entrar en las discotecas. Y con la muchedumbre y el ir y venir de copas, pasa lo que pasaba antes de la covid: la gente necesita acercarse para hablar, las pieles se rozan y las distancias caen. Cada noche es primavera a la tercera copa.

Los camareros se esfuerzan en recordar a los clientes que la mascarilla es obligatoria y solo puede bajarse para consumir. Pero con un cubata en la mano, la coartada es indestructible. Tampoco parece fácil evitar el baile, también prohibido. El ritmo de la música no ayuda y las caderas van solas. Existe, sin embargo, una sensación generalizada de control en la mayoría de las salas.

“No vendrá mucha más gente que otros días”, asegura un portero de una discoteca

Los porteros de dos discotecas admiten que la ampliación horaria no ha congregado a más clientes. “Estarán más rato, pero no vendrá mucha más gente que en otras noches” concluyen. Y los trabajadores, explican, son los mismos que en las últimas noches, aunque estarán en el local hasta el cierre. “Esta ampliación es un parche. Hasta que no abran los interiores no podremos recuperar la actividad normal”, insisten. La Federación Catalana de Asociaciones de Restauración y musicales (Fecasarm) y la Federació Catalana de Locales de Ocio Nocturno (Fecalon) reivindican “volver al horario normal de cierre”. De otro modo, añaden, “no se podrá combatir los graves problemas de altercados públicos que se están dando en Cataluña”. El Ayuntamiento de Barcelona presiona desde hace semanas para reabrir también los espacios interiores, y el Departamento de Salud admite que su reapertura no queda lejos, e insiste en explorar el uso del certificado de vacunación. Uno de los responsables de una de las salas asegura que el horario de de actividad actual sirve “para cubrir gastos y poco más”.

La salida se produce progresivamente y el paseo marítimo se llena de taxibicis y de vendedores ambulantes. Tres chicas suecas salen de uno de los locales y compran tres cervezas por 4,5 euros. “Ahora seguiremos un rato más, que este fin de semana volvemos a casa y hay que aprovechar”. Y caminan hacia la playa, a 100 metros, donde ya no llega el reguetón. Empieza su propio botellón.


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