Altavoces mudos y copas sin servir en las discotecas de Cataluña

El ocio nocturno acumula meses de cierre, pérdidas económicas y pocas perspectivas de futuro

Un empleado trabaja tras la barra de la discoteca Sutton de Barcelona, cerrada por la pandemia.MASSIMILIANO MINOCRI

Rafa Lledó abre las puertas de la discoteca Sutton, en la parte alta de Barcelona. Un pasillo lleva a una gran sala, donde dos barras de bar mantienen sus botellas intactas y los vasos amontonados bocabajos. Ni rastro de camareros, y aún menos de clientes. Aquí impera el silencio, el grito de la pandemia. Nada de fiestas en interiores ni de ocio nocturno. El sector acumula casi 18 meses sin abrir por la covid, más allá de las tres semanas de ver...

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Rafa Lledó abre las puertas de la discoteca Sutton, en la parte alta de Barcelona. Un pasillo lleva a una gran sala, donde dos barras de bar mantienen sus botellas intactas y los vasos amontonados bocabajos. Ni rastro de camareros, y aún menos de clientes. Aquí impera el silencio, el grito de la pandemia. Nada de fiestas en interiores ni de ocio nocturno. El sector acumula casi 18 meses sin abrir por la covid, más allá de las tres semanas de verano que acabaron abruptamente por la llegada de la quinta ola. “Lo peor es no saber cuándo terminará todo esto y podremos volver a trabajar”, lamenta Lledó, de 24 años, encargado de la sala.

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La situación de los trabajadores y empresarios vinculados al ocio nocturno es compleja. La naturaleza de las discotecas es antagónica a las medidas de seguridad para evitar los contagios: espacios cerrados, interacción social, contacto humano y consumo de alcohol, que todo lo confunde. Empleados y responsables son conscientes de ello, como también de las penurias que arrastran desde que la Generalitat cerró los negocios.

“Sabemos que con la pandemia las discotecas no serán como lo eran antes”, admite Robert Massanet, director de Sutton. “Pero necesitamos encontrar un punto medio. Debemos convivir con el virus de la mejor manera posible”, agrega. Mientras las persianas de la discoteca siguen bajadas, dice, cada mes paga unos 45.000 euros de gastos fijos. “La Generalitat nos ha dado ayudas, sí, pero ni mucho menos son suficientes para cubrir los gastos de todo este tiempo”, se queja. El responsable cifra en unos 250.000 euros las ayudas recibidas por parte de la administración autonómica.

Massanet reclama seguir el ejemplo de Madrid, donde el sector mantiene su actividad con horarios restringidos. “No puede ser que, con la misma pandemia, las decisiones sean distintas”, se queja. El futuro de la actividad es incierto: el último informe de la Generalitat entregado al Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) para argumentar el cierre del sector señala al ocio nocturno como parte responsable de la expansión del virus al inicio de la quinta ola. “La flexibilización de las restricciones del ocio nocturno fue una de las causas del aumento de la diseminación y contagio de la covid en esta quinta ola”, argumentó el Govern. El TSJC aceptó las alegaciones y las discotecas seguirán cerradas, pese a la presión de Barcelona, que busca una solución a las puertas de la Mercè. “Pues mira que el Ayuntamiento ha sido muy estricto todo este tiempo con nosotros” incide Massanet. “Hemos tenido que seguir pagando los impuestos municipales a pesar de no tener actividad”.

Sutton cuenta con entre 60 y 70 trabajadores. Todos siguen con un expediente de regulación temporal de empleo (ERTE) desde prácticamente el inicio de la pandemia y reciben entre 600 y 900 euros, aproximadamente. “Muchos compañeros que tienen familia han sufrido mucho”, explica Lledó. Algunos han decidido trabajar en otro sector para conseguir una nómina mayor que la que les garantizaba la prestación. Otros, aguantan como pueden.

Lledó es de estos últimos. Está a la espera de que la Generalitat flexibilice unas restricciones que considera excesivas. “¿Has visto lo llenos que iban los trenes que se dirigían a la playa este verano?”, pregunta. “Allí nadie podía guardar las distancias ni desinfectaba los espacios. Como tampoco ocurre en el metro”, compara. El joven empezó en Sutton hace cinco años como camarero. Ahora es el encargado de sala, pero ha aprovechado el parón para estudiar un grado superior de Administración y Finanzas. Sin expectativas laborales, ahora se ha inscrito en el grado universitario de Contabilidad y Finanzas. “Me gustaría algún día poder dedicarme a la asesoría”.

La pandemia también ha servido para comprobar la implicación de algunos empleados, según Massanet. La Generalitat reabrió el sector a finales de junio, y el director necesitó sacar del ERTE a algunos de sus empleados para cubrir las necesidades laborales con el aforo reducido. “Algunos estaban trabajando de otra cosa y no podían, pero otros me pedían que no les reclamara para seguir cobrando la prestación sin trabajar”, asegura. “Me sorprendió mucho, porque ves a gente acomodada, principalmente algunos jóvenes y es una actitud muy negativa para ellos y para la sociedad en general”.

Largas colas

El primer día de reapertura, las colas para entrar recorrían gran parte de la calle. “Abrimos antes y la gente también entró antes”, recuerda Lledó. “Fue una locura”, coincide Massanet, “la gente tenía muchas ganas de salir”. La seguridad del local intentó que los clientes mantuvieran las distancias, pero ante la dificultad de conseguirlo, la dirección decidió eliminar la pista de baile y habilitar mesas. “La gente se comporta al principio, pero cuando empieza a beber…”, explica Lledó, que admite que parte del sector no cumplió los requisitos sanitarios. “Algunos locales no lo hicieron bien cuando era el momento de que fuera bien”, ilustra. “Somos los primeros en condenar y lamentar estos comportamientos”. Sutton pasó de un aforo del 50%, el permitido, a un 25%. “Teníamos que garantizar la seguridad de la gente”, resume Massanet.

Lledó recoge algunos taburetes de la discoteca. Sus pasos se escuchan nítidos entre el silencio. A su lado los altavoces siguen mudos y los vasos, vacíos.

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