Jaume Cabré regresa a la novela con una fábula de jabalíes y falenas

‘Consumits pel foc’, que aparece a los 10 años del éxito de ‘Jo confesso’, sale con una tirada de 25.000 ejemplares y traducciones ya a nueve idiomas

El escritor Jaume Cabré, en una imagen de 2014.EFE

Las obsesiones o imágenes recurrentes en la vida de un escritor suelen acabar asomando en sus obras. Jaume Cabré, en su etapa de escultista a finales de los años 50, tenía el sobrenombre de “El jabalí ceñudo” y, a lo largo del tiempo, ese animal se le ha ido apareciendo incluso en la vida real, por los alrededores de Matadepera, donde reside. Uno de muy jovencito es ahora uno de los narradores clave de Consumits pel foc (Proa), la novela con la que, tras los relatos de ...

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Las obsesiones o imágenes recurrentes en la vida de un escritor suelen acabar asomando en sus obras. Jaume Cabré, en su etapa de escultista a finales de los años 50, tenía el sobrenombre de “El jabalí ceñudo” y, a lo largo del tiempo, ese animal se le ha ido apareciendo incluso en la vida real, por los alrededores de Matadepera, donde reside. Uno de muy jovencito es ahora uno de los narradores clave de Consumits pel foc (Proa), la novela con la que, tras los relatos de Quan arriba la penombra (2017), regresa al género a los 10 años de su celebrada Jo confesso (más de cien mil ejemplares vendidos; traducciones a 31 lenguas). Con aires de fábula, que refuerza la presencia notable de animales como falenas o lagartijas, a la voz del rayón se suma la desasosegante peripecia de Ismael, cultivado profesor de lengua y literatura, de infancia infeliz, que vive una situación límite agravada por una pérdida de memoria.

“Sabía que tenía un punto de disparate tener un personaje así y dudaba si seguir, pero un amigo israelí, Zvi Katz, me dijo: ‘¿Y qué? La literatura es libre’; y así consolidé al jabalí”, asegura el escritor, mostrando por videoconferencia desde su abigarrado pero ordenado despacho una foto con su amigo, del mismo modo que luego recupera una carpeta del grosor de un antiguo listín telefónico, con material escrito descartado. “El texto ha pasado por distintas redacciones; nunca he tenido la capacidad de imaginarme toda una novela en la cabeza; necesito probarlo y ver si funciona o no, si ese hilo es pobre o no; todo lo he testado cinco o seis veces”, asegura.

“Si no me los creo yo, el lector tampoco se los cree”, sostiene el autor de Les veus del Pamano sobre los personajes. “Si confías en ellos, son una ayuda y una caja de sorpresas: ¿serán capaces de hacer tal o cual cosa? Y eso lo aprendes mientas escribes; al final vi que el rayón podía convivir sin hacer sombra al protagonista oficial… Y es que el narrador siempre tiene las claves de los otros personajes”, instruye el antiguo profesor de lengua y literatura, único rasgo oficialmente autobiográfico en la obra que traspasa a su homólogo de papel, expulsado de una academia al escribir unos versos en catalán en la pizarra. “Me ocurrió en 1971”, recuerda.

Como le ocurre al Adrià de Jo confesso, que sólo puede llegar a la realidad a través del relato, del poder de la parábola, en Consumits pel foc su protagonista, que sufre amnesia y apenas sabe quién es, se reconoce en el mundo apenas citando un sinfín de personajes de ficción literaria que todo el mundo cree, por cierto, que provienen del cine: Madame Bovary, doctor Zhivago, Medea, el Hans Castorp de La montaña mágica de Thomas Mann… No en vano, él va diciendo a la gente: “Llamadme Ismael”, como hace el narrador de Moby Dick al inicio del libro. El jabalí, a su vez, se permite incluso reflexiones cercanas a la teoría de la relatividad, el espacio y el tiempo, que Cabré entresacó de la Breve historia del tiempo, del astrofísico Stephen Hawking.

En ese contexto, sin ser una novela con el grosor psicológico de las anteriores y estar más marcada por una sucesión de acciones y situaciones cosidas con una tenue trama de intriga criminal, Cabré desliza sutilmente mensajes, como la amnesia del personaje que quizá sea metáfora mayor de estos tiempos desmemoriados o el guiño de que en la ficción esté hoy, a lo mejor, la vida real. “Eso lo pensé mientras escribía, pero no era consciente de que mi intervención fuera tan explícita y directa; he explicado una historia y un ambiente, sin ninguna otra pretensión”, difumina el autor.

“Vivo sin presión alguna: tengo una edad y ninguna prisa para sacar libro porque arrepentirse de haber publicado algo es muy bestia; me pasó una vez con un cuento y dije que no me ocurriría más”, asegura el autor barcelonés, que este mes cumplirá 73 años siendo la voz de la narrativa catalana contemporánea más internacional, como muestran sus ya 100 traducciones en todo el mundo. Consumits pel foc, del que se han lanzado 25.000 ejemplares en catalán, cuenta ya con nueve traducciones contratadas, entre ellas el castellano (Destino), con 10.000 ejemplares.

La novela, que con sus apenas 180 páginas es de las más cortas del autor (“si dudaba y veía que no llevaba a ningún sitio, aunque me gustara, lo quitaba: es la primera vez que he depurado tan a lo bestia un texto”), desprende una atmósfera de regusto beckettiano entre la angustia y el absurdo, el puro sinsentido de vivir a tientas, un punto crepuscular y donde merodea la muerte. “Quien no tiene un relato coherente es sospechoso”, reflexiona Ismael, que, como todos y todo en la obra, se expresa con un estilo preciso, poco adornado. “Damos vueltas en la noche y seremos consumidos por el fuego”, se sentencia hacia el final del libro, recordando a las falenas. Cabré asegura que nunca escribirá sus memorias porque “ya estoy en el estilo”, dice. “Así es, pero no sé exactamente qué dice ahora el estilo de mí”, vuelve a difuminar, como buen fabulador.

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