MUSEOS

Joan Oliveras i Bagués: “En el patrocinio hay modas y hoy la gran perdedora es la cultura”

El presidente del MNAC considera que el museo necesita una ley propia que le permita ser más ágil para ser más competitivo

El presidente del MNAC, Joan Oliveras i Bagués, en una de las salas del museo, junto la pintura gótica 'Virgen de los Consellers', de Lluis Dalmau (1445).Albert Garcia (EL PAÍS)

El empresario y joyero Joan Oliveras i Bagués (Barcelona, 64 años) es desde enero presidente del Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), en sustitución del abogado Miquel Roca. Con las ideas claras desde el primer día llega al cargo con ganas de sumar y conseguir que el museo sea mejor.

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El empresario y joyero Joan Oliveras i Bagués (Barcelona, 64 años) es desde enero presidente del Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), en sustitución del abogado Miquel Roca. Con las ideas claras desde el primer día llega al cargo con ganas de sumar y conseguir que el museo sea mejor.

Pregunta. ¿Qué representa para usted presidir el MNAC?

Respuesta. Un reto muy importante en el que tengo que hacer compatible el sentido del honor con el de la humildad de considerarme eficiente en la trayectoria de esta institución que es referencia a nivel medieval.

P. ¿Cuál es el papel del presidente del patronato?

R. Presidir los órganos de gobierno del MNAC, el patronato y las comisiones ejecutivas y delegadas; en realidad, representarlo institucionalmente y dirigir los órganos de gobierno del consorcio formado por Generalitat, Ayuntamiento y Ministerio.

P. ¿Cómo ve esa tarea?

R. Todavía no se ha producido una convocatoria del patronato desde que soy presidente. Puede ser complejo al haber tres administraciones, pero mi misión es construir consensos favorables a la institución; eso será una de las principales dificultades, generar sinergias en esas administraciones que pueden diferir en sus percepciones de la política cultural museística.

P. ¿El modelo de consorcio sigue siendo válido?

R. El consorcio no es un obstáculo. El problema no está que la propiedad se comparta, si no en el modelo de gobierno y de toma de decisiones que permita la agilidad que un museo como este necesita para competir en la liga en la que compite. El marco jurídico del MNAC necesita una ley propia que le dote de los instrumentos de agilidad y toma de decisiones que facilite esta competitividad.

P. ¿Hay un modelo a seguir?

R. No hay modelo. Es una ley propia, hecha a medida. Cada museo de esta división tiene un modelo propio que la define. En la distancia, El Prado la tiene, que es de primera liga mundial y el MNAC, en un apartado concreto de su contenido también, con la ambición de mejorar y de aumentar.

P. ¿Qué es y qué tendría que ser el MNAC?

R. El MNAC es el museo nacional de arte de Cataluña y ha de ser el museo que tenga el discurso de la creatividad artística del país sin límites cronológicos. Tenemos un reto para darle visibilidad y proyección. Hemos de incrementar su presencia internacional, sin renunciar a extender otras colecciones, como el Modernismo, el Barroco y el Renacimiento, también el arte de postguerra y de los años cincuenta, pero con los activos actuales, no ha de renunciar a ser el museo de referencia en arte medieval.

Joan Oliveras, junto con el 'Sant Jordi y la princesa', una de las obras góticas más destacadas de la colección del MNAC, el museo que él preside.Albert Garcia (EL PAÍS)

P. ¿Cómo lo hará?

R. Necesitamos incrementar recursos, no desde la perspectiva de las administraciones públicas, sino estableciendo nuevos marcos de política de patrocino rompiendo con el habitual de que todos vamos a parar a los mismos repartidores que son limitados.

P. ¿Será una de sus labores?

R. Sí. Mientras no tengamos una ley que fije unas reglas de juego diferentes, crearemos, de la mano del director dos organismos fundamentales: un consejo de mecenazgo y patrocinio, para conseguir aportaciones de nuevos recursos y un consejo de reflexión estratégica, destinado a pensar el papel del museo en una sociedad nueva postrevolución digital y postpandémica que dibujan un mundo nuevo y difícil de interpretar para que los museos sigan siendo un lugar donde interrogar a la sociedad.

P. ¿Ha sido la pandemia una oportunidad?

R. Es el detonante de la urgencia. En un mundo con urgencias relativas, excepto el del cambio climático, se ha ido reflexionando con el tema del impacto digital con mucha calma y tranquilidad. Pero, de golpe, la pandemia ha acelerado estos procesos y nos permite avanzar en el sentido de que la desertización posible de los museos, quizá por este impacto de lo digital, llegaría sin que se previniera como actuar frente a estos problemas.

P. ¿15,9 millones de presupuesto son suficientes? ¿Cuál sería la cifra óptima?

R. El presupuesto es el que es, pero ha de aspirar a más. Tenemos muchos proyectos para visibilizar el museo y muchas cosas que hacer. No sé cuál sería la cifra óptima. No quiero hacer un titular fácil que no responda a un criterio serio. Hay que ser riguroso. Los presupuestos siempre son insuficientes para cualquier institución cultural y se han de cumplimentar con recursos privados.

P. ¿Qué piensa de los presupuestos que se destinan a cultura en Cataluña?

R. Si se llega a un 2% es pequeño [está en un 0,7%]; hay muchas necesidades culturales, no solo para los museos enfrentados a la supervivencia para dotar a la sociedad de instrumentos de acceso a la cultura.

P. ¿Qué otros retos tienen en el museo?

R. Elementos colaterales que tienen que ver con su ubicación, accesibilidad y ampliación. La gestión de Montjuïc tiene que ver con el uso que los barceloneses dan a la montaña, porque siendo un magnífico jardín en mitad de Barcelona está abandonado y con menos usos que Collserola. Y no lo tiene, porque los barceloneses no sabemos para qué sirve y vamos a la montaña a hacer prácticas de conducir o a los actos que cada uno de los agentes, el MNAC, CaixaFórum, la Picornell y el cementerio hacen. La montaña está condenada, es producto de un momento en el que se vivía de espaldas al mar, por eso es paradigmático que las mejores vistas las tiene un cementerio. Hay que definir sus usos y llevarlos a cabo. No es un plan urbanístico que salga de un departamento, sino de un dialogo que viene de una experiencia que lleve a la montaña a ser utilizada por los barceloneses.

P. ¿Tiene solución?

R. Tenemos que esforzarnos para que los diferentes usos de la montaña estén coordinados, porque nos interferimos, todo el mundo va a lo suyo. He comenzado a hablar con los diferentes actores y el Ayuntamiento. Con Montjuïc pasa como con La Rambla; nadie está en contra de su reforma, pero tampoco nadie está decididamente a favor y no se considera prioritario para la ciudad.

P. ¿Hablar con la idea de retomar la llamada Montaña de los Museos?

R. Los proyectos faraónicos hoy no son viables. Entramos en una situación postpandémica de crisis social y económica profunda. Los recursos de futuro son limitados y el pais ha de tener claras las prioridades, que han de ser culturales pero compatibles con las sociales. No se trata tanto de que sean proyectos más o menos sobredimensionados, desde el punto de vista de las inversiones, sino que somos ciclotímicos y abandonamos los proyectos cuando entran en un cierto grado de conflicto o desacuerdo y, en cambio, lo que se ha de hace es insistir. El objetivo es afrontar los conflictos con la voluntad de construir consensos, y eso quiero decir compartir el objetivo que no ha de ser excluyente.

Joan Oliveras entre el sillón creado por Tàpies y la obra gótica de Dalmau que puede verse dentro de la exposición 'Intrusos' del MNAC, el museo que él preside.Albert Garcia (EL PAÍS)

P. ¿Cómo ve la relación entre cultura y economía?

R. La responsabilidad social de las empresas hoy es social y sanitaria. En el patrocinio hay modas y hoy la gran perdedora es la cultura. Hay que encontrar el mecanismo para reconectar empresa y cultura sin perjudicar los social y sanitario. Se han de generar recursos para mejorar la cuenta de resultados de las empresas que se planteen ayudarnos.

P. ¿Una contrapartida?

R. Estamos en un mundo de intercambios en el que el mecenas altruista ya casi no existe. Tenemos que convertirnos en instrumentos atractivos para los recursos privados, que se han de buscar fuera de nuestras fronteras en empresas alejadas del mundo del arte. Pero sin pervertir nuestra función ni nuestros contenidos, pero si ser capaces de tener departamentos de marketing internos para hacer trajes a medidas para los que tengan intención de hacer un intercambio con nosotros. Se conseguirá más por la vía del intercambio que pidiendo conciencia cultural a las empresas.

P. ¿La boda india que cerró el museo en 2013 se repetirá?

R. No entraré a valorar decisiones del pasado. Quizá hubiera tomado la misma decisión. Cerrar un museo público ha de ser por casos de fuerza mayor. Estamos obligados a hacer compatibles el uso, los ingresos y el interés general.

P. ¿Qué piensa de los museos que venden obras para poder seguir abiertos o no despedir al personal?

R. Es un planteamiento que puede hacer un museo privado, no uno público; no puede ser un mecanismo natural, se ha de evitar porque el objetivo del museo es la patrimonialización de un país y eso va en sentido contrario.

P. ¿Pesa sobre el museo el litigio por las pinturas de Sijena?

R. Pesa sobre toda la comunidad museística. Es un precedente tremendo, una gran trampa y una falsedad, que cuestiona la labor de preservación y salvaguarda del patrimonio de todos los museos. Estas obras existen por la labor que ellos han hecho y ahora se las quitan como si su adquisición fuera por un expolio y pone bajo un prisma de reclamación perversa las labores de futuro que puedan hacer estos museos. Obviamente estudiaremos todos los mecanismos que hagan falta para preservar la obra de arte.

P. ¿Y ante una decisión judicial que obligue a devolverlas?

R. No queda más remedio que reclamar por la vía judicial y finalmente la sentencia será la que será, pero estamos abriendo esta caja de tronos. Es una mala noticia, un precedente histórico a nivel internacional, de una reclamación de este tipo y específicamente como se ha producido de todo el caso de Sijena. Esta es la gran reflexión colectiva que se ha de hacer más allá del caso concreto.

P. ¿Hermitage en Barcelona, sí o no?

R. Sí, pero con condiciones. Todo lo que sea una oportunidad de incorporar nuevos elementos para la ciudad, es bueno. Pero se tendría que afrontar desde una perspectiva diferente, apostando porque el proyecto ayude a recuperar una pieza del patrimonio arquitectónico de la ciudad. Cuando comencé el tema yo, como presidente de los Amigos de la Rambla sugerí al acalde [Xavier Trias] que se ofreciera el edifico de Aduanas abajo en el puerto, infrautilizado. Encuentro a faltar una visión política en este tipo de oportunidad patrimonial.

P. ¿Su cargo es político?

R. ¿Quiere decir si es de partido? No lo ha de ser nunca. Iríamos mal si sometemos la gobernanza de las instituciones culturales a los ciclos electorales. La tranquilidad de estas instituciones tiene que ir más allá de las afinidades de partido. Entiendo que el objetivo es nombrar a la persona idónea. Yo me lo he tomado así.

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