Temporeras en Huelva, empresarias en Marruecos: “Una mujer analfabeta puede ser emprendedora”
Trabajadoras marroquíes de los invernaderos de fresas crean cooperativas en su país gracias a un programa de formación impulsado por una empresa de Lepe, la Fundación Cepaim y la Diputación
Rhzala El Mazouki es una de las 11.500 marroquíes contratadas en origen para trabajar en la recogida de la fresa de Huelva. Lleva 16 años cruzando el Estrecho, pero esta ha sido la primera campaña en la que, cuando se agachaba junto a los lomos de frutos rojos bajo los invernaderos, no pensaba solo en que el esfuerzo se circunscribiría a poder acumular dinero suficiente para ayudar a mantener a su familia. Esta vez lo ha hecho con el firme propósito de destinar sus ahorros a ampliar el obrador de pan y dulces que ha empezado a regentar en el último año y a que su hija termine los estudios en h...
Rhzala El Mazouki es una de las 11.500 marroquíes contratadas en origen para trabajar en la recogida de la fresa de Huelva. Lleva 16 años cruzando el Estrecho, pero esta ha sido la primera campaña en la que, cuando se agachaba junto a los lomos de frutos rojos bajo los invernaderos, no pensaba solo en que el esfuerzo se circunscribiría a poder acumular dinero suficiente para ayudar a mantener a su familia. Esta vez lo ha hecho con el firme propósito de destinar sus ahorros a ampliar el obrador de pan y dulces que ha empezado a regentar en el último año y a que su hija termine los estudios en hostelería y pueda sumarse a su negocio.
El Mazouki empezó a soñar con abrir su propia panadería en su localidad de Sidi Kacem en 2024, cuando después de volver del tajo asistía a los talleres de emprendimiento que imparte la empresa para la que trabaja, Agromartin, en Lepe, en colaboración con la Fundación Cepaim y la Diputación de Huelva. Gracias a esta iniciativa, otras temporeras como ella han podido desarrollar distintos proyectos en forma de cooperativa, que no solo las empodera, sino que las hace referentes de sus comunidades.
“Queríamos ayudar a estas trabajadoras, que hacen un gran esfuerzo al dejar su país y su familia atrás para venirse con nosotros a recolectar la fruta y que podamos defender las campañas agrícolas. Queríamos darles herramientas para que con lo que ellas ganaban aquí también pudieran generar riqueza en sus lugares de origen y se nos ocurrió que la mejor manera era ayudarlas a emprender porque vimos que algunas nos manifestaban esas inquietudes”, explica Isabel Martín, responsable del Departamento de Administración de Agromartín, sobre los orígenes de la iniciativa que se puso en marcha en 2020 de la mano de Cepaim y con el apoyo económico de la Diputación de Huelva. “Ellas han formado parte de nuestra historia y nosotros queríamos formar parte de la suya”, abunda la empresaria.
El proceso comienza identificando a esas temporeras que muestran interés por montar un negocio. “Algunas dudan al principio, creen que con el huerto pequeñito o con las dos cabras que tienen en sus casas les es suficiente, pero luego comprueban que las cosas se pueden hacer de otra manera, que pueden ahorrar de aquí y que pueden invertir en algo que les ayuda y al final se dan cuenta de que son capaces de montar su propio negocio”, cuenta Fatiha Trichy, una de las formadoras que enseñan a sus compatriotas cómo convertirse en empresarias. “Tienen joyas en sus manos y es maravilloso poder comprobar que una mujer rural y analfabeta puede ser emprendedora”, cuenta emocionada.
Las clases se imparten por la tarde, cuando terminan de trabajar en los invernaderos. Son dos días a la semana y el horario varía en función de la dificultad de lo que estén abordando, pero, sobre todo, de su cansancio y el calor. “Las sesiones tienen que ser dinámicas y muy prácticas, basadas en la vida real para que puedan captar bien y entender lo que se les está impartiendo”, cuenta Trichy. “Reflexionamos sobre cómo planificar el tiempo, saber priorizar, hacer un presupuesto, cómo comunicarse con el entorno para poder obtener más recursos…”
Con estos consejos como base, El Mazouki abrió su panadería en su localidad de Sidi Kacem, en el norte de Marruecos; Saida El Houti ha consolidado su pequeña explotación ganadera en Sidi Redouane, donde da trabajo a su marido; y Jamaa El Majdoubi se ha convertido en una artesana de alfombras en Tiflet. Estos son tres proyectos, todos en forma de cooperativa, que se han consolidado este último año gracias al programa de emprendimiento. “El comprobar que su esfuerzo da frutos no solo las empodera, sino que permite que sean referentes para su comunidad y sus propias familias”, señala Elena Hernández, presidenta de Cepaim España.
En esta campaña se han sumado otros cinco proyectos que han empezado a desarrollarse en cuanto las temporeras detrás de esas ideas han regresado a sus hogares en Marruecos. “De los planes de negocio que elaboran las trabajadoras seleccionamos aquellos que consideramos que son más factibles, que pueden ponerse en marcha en las ciudades en las que residen, y por eso contamos allí con una consultora marroquí que acompaña el proyecto sobre el terreno y les brinda asesoramiento”, cuenta Hernández. Este curso han participado 24 temporeras y de los 11 proyectos que han presentado se han seleccionado cinco como los que tienen una mayor viabilidad de prosperar. “Se han presentado propuestas de crianza de gallinas, panaderías, taller de alfombra y costura. Explotaciones ganaderas o cuscús artesanal”, enumera Hernández. La mayoría, salvo dos que son urbanos, están diseñados para su desarrollo en entornos rurales.
Las temporeras marroquíes forman parte de ese lado sombrío que rodea al sector del fruto rojo onubense, capaz de generar casi 1.300 millones de euros en exportaciones, liderando la venta de fresa al exterior en España, pero que no se desprende del estigma de la explotación laboral, con la terca presencia de los asentamientos chabolistas que siguen sin desaparecer. Las mujeres contratadas en origen, pese a las aparentes garantías en las condiciones laborales, son uno de los colectivos más vulnerables de la campaña de la fresa: distanciadas físicamente de los núcleos de población -porque las viviendas suelen estar cerca de los invernaderos- y constreñidas por las barreras culturales y el idioma, su aislamiento da lugar a abusos e incumplimiento de sus contratos, tal y como denuncia la organización Jornaleras en Lucha en sus memorias anuales.
Las 24 mujeres que este año han aprendido un poquito más sobre los entresijos empresariales y se han dado cuenta de que pueden poner en marcha los proyectos que siempre habían imaginado tienen entre 50 y 25 años de edad, la mayoría están casadas, pero también hay viudas y divorciadas. “Esta iniciativa demuestra la otra cara, capacita a la persona, les permite que cuando regresen a sus hogares puedan transformar sus vidas y que sean referentes en sus países para otras mujeres”, afirma Carmen Díaz, diputada de Bienestar Social de la Diputación de Huelva. Su interés ahora está en poder ayudar económicamente a las temporeras que ya han empezado a consolidar sus cooperativas. “Queremos dar un pasito más, aportarles recursos económicos, para que puedan comprar una cabeza de ganado si es lo que necesitan , o un horno para la pastelería y que puedan expandirse”, señala.
El Mazouki ha conseguido ampliar la panadería e incluir la repostería en su negocio. Quiere comprar más maquinaria y mudarse a un local más grande para ampliar la producción e incorporar otros servicios como la hostelería. Por eso espera que su hija termine sus estudios. Como Saida y Jamaa, ha regresado este año también a Huelva para hacer crecer sus nuevos sueños empresariales con lo que ganan en los invernaderos. “El hecho de que sean cooperativas les permite poder volver a la campaña de la fresa mientras otras se turnan en el trabajo, aunque lo que se pretende es que no dependan siempre de que tengan que venir aquí, sino que puedan seguir construyendo su proyecto de vida”, apunta Díaz.