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Los dos mundos de Sánchez: aplausos fuera, máxima presión dentro

La posición española sobre Gaza sale reforzada de Nueva York mientras en España los jueces, la oposición y algunos socios aprietan al Gobierno

Pedro Sánchez apenas da entrevistas en España. En el último año, solo ha concedido una a TVE, algo muy inusual en un líder europeo. Pero cuando viaja, sí suele aceptar solicitudes de distintas cadenas de televisón, especialmente de EE UU. Solo esta semana, en Nueva York, el presidente ha tenido tres entrevistas: Bloomberg, CNN y Abc, además de un encuentro con periodistas del New York Times. Hay una explicación sencilla para este fenómeno bastante atípico. Sánchez se mueve muy cómodo en la agenda internacional, que claramente le favorece. Sus posiciones, especialmente en la masacre de Gaza, ha...

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Pedro Sánchez apenas da entrevistas en España. En el último año, solo ha concedido una a TVE, algo muy inusual en un líder europeo. Pero cuando viaja, sí suele aceptar solicitudes de distintas cadenas de televisón, especialmente de EE UU. Solo esta semana, en Nueva York, el presidente ha tenido tres entrevistas: Bloomberg, CNN y Abc, además de un encuentro con periodistas del New York Times. Hay una explicación sencilla para este fenómeno bastante atípico. Sánchez se mueve muy cómodo en la agenda internacional, que claramente le favorece. Sus posiciones, especialmente en la masacre de Gaza, han ganado enteros en esta cumbre de la ONU. Varios países, entre ellos Francia, Reino Unido o Portugal, han hecho ahora lo que España hizo hace año y medio: reconocer a Palestina. Y además, en estas entrevistas preguntan mucho por economía, y los datos españoles son positivos, mucho mejores que los de otros socios europeos.

En ninguna de las tres entrevistas hubo una sola pregunta sobre la estabilidad política en España. Tampoco sobre las cuestiones judiciales que dominan la agenda de la oposición en España, como los casos de la mujer y el hermano del presidente. Sánchez hizo esas entrevistas en EE UU con los asuntos de su hermano y su mujer en todas las portadas en España y ninguno de los tres entrevistadores se los sacó. Tampoco ponen en duda su capacidad de agotar la legislatura. Es más, le preguntaron por la reelección en 2027, y confirmó que se va a volver a presentar.

Ni siquiera le preguntan por la estabilidad política en España, algo que sí sucedía en la anterior legislatura. Después de siete años en La Moncloa, y de comprobar que siempre acaba saliendo de todas las batallas, la prensa internacional e incluso los inversores con los que se reúne han dejado de preguntarle por la estabilidad política porque dan por hecho que terminará la legislatura.

Como mucho, una entrevistadora quiso saber si su posición a favor de la inmigración podría costarle las elecciones dada la ola antiinmigración que recorre Europa. Sánchez ha defendido en todos los foros en Nueva York, en una posición que refuerza su perfil de referente progresista, que España demuestra que la inmigración ―la regular, suele matizar― no es un problema, sino una gran ventaja, porque desde que llegó a La Moncloa han entrado dos millones de inmigrantes en España y el país ha crecido como nunca mientras bajaba el desempleo y subían los cotizantes que es la clave para poder pagar las pensiones.

Después de Nueva York, Sánchez pasó por Londres, donde fue aclamado como referente progresista en una reunión de líderes de esta forma de ver el mundo, y el martes volverá a viajar para un Consejo Europeo en Copenhague, con Gaza de nuevo como centro de todo, como en la cumbre de la ONU. De nuevo, y a pesar de que Sánchez ahora está más solo que nunca en una Europa dominada por gobiernos conservadores o ultraderechistas, el presidente se moverá cómodo en una agenda en la que él cree que acertó cuando fue por delante de los demás sobre Gaza y el tiempo le ha ido dando la razón.

Pero en medio de estos viajes, que cada vez más suponen un respiro político para el presidente, Sánchez volvió a España el fin de semana para encontrarse con la cruda realidad: el juez Peinado citó de nuevo a su mujer en un sábado por la tarde ―aunque ella decidió no acudir y enviar a su abogado al considerarlo un trámite al que no tiene obligación de asistir― y distintos grupos trataron de montar manifestaciones contra el presidente y su familia a la puerta de los juzgados.

El Gobierno insiste, en público y en privado, en que estos casos contra la mujer y el hermano del presidente no se sostienen y acabarán en absolución, y aseguran que está tan claro ya que Peinado hace política, como planteó el propio presidente en TVE, que ya no provocan más desgaste para el Ejecutivo sus actuaciones. Pero lo cierto es que la agenda española sigue muy pendiente de los avances del juez, y la oposición centra ahí toda su estrategia.

El Gobierno ve muy claro que la oposición intenta que no se hable de Gaza, donde el PP está muy incómodo con posiciones muy distintas entre Isabel Díaz Ayuso y Juanma Moreno, por ejemplo, y tampoco de economía, porque se acaban de revisar al alza las previsiones ―frente al estancamiento de sus socios europeos, España mejora las expectativas― y las agencias de calificación mejoran la nota de la deuda española por su fortaleza económica. Los datos del mercado laboral español siguen dando buenas noticias y Moody’s, Fitch y Standard and Poor’s han decidido subir la calificación española. “La oposición hará cualquier cosa para que no se hable de los datos, de lo que habla el resto del mundo, de Gaza, de la buena imagen de España en el mundo en este momento, pero la realidad es tozuda, y esta semana en Nueva York ha sido apabullante”, señala un miembro del Ejecutivo.

El problema para el Gobierno es que no es solo la oposición la que le pone las cosas difíciles, algo previsible, o los jueces, algo menos habitual, sino también sus propios socios. O al menos algunos de ellos. Mientras María Jesús Montero tiene ya el Presupuesto muy avanzado e incluso ha empezado contactos con grupos como el PNV para ver si puede llevarlos pronto al Consejo de Ministros, Junts y Podemos dan cada vez más síntomas de estar fuera de la mayoría.

Con Junts la cuestión de fondo, tal como lo ven en el Ejecutivo, es que la amnistía aún no se ha aplicado a Carles Puigdemont, y eso altera todo. Hasta que eso no suceda, y pueden quedar meses, todo será muy difícil.

Con Podemos hay mucho más desconcierto. Nadie acaba de entender en el Gobierno qué gana Podemos reventando la mayoría. “No somos capaces de entender su lógica. Si negocian, pueden lograr avances, hay mucho espacio, pero en el modo actual es imposible”, se desespera un ministro. La prueba de fuego vendrá en breve, con el decreto del embargo de armas a Israel. Podría tumbarlo cualquiera de los dos, Junts o Podemos, o ambos.

El Ejecutivo se prepara así para varias negociaciones casi imposibles, en especial la de Presupuestos. Pero ninguno de esos nubarrones, tampoco el judicial, parecen alterar a un Sánchez cada vez más convencido de que el momento de riesgo político mortal que vivió en junio con el caso Cerdán ha pasado y ahora la economía y la agenda internacional le empujan para recuperar parte del espacio perdido por el escándalo de corrupción de sus dos ex secretarios de organización.

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