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Cambiar tu forma de hablar porque lo pide tu jefe: España sigue discriminando por el acento

Francia es el único país europeo que tiene una regulación contra la glotofobia, el rechazo hacia las personas por su manera de expresarse

“Tengo que perder mi acento o perder mi trabajo aquí en España”, dice Lucía, colombiana de 26 años. La mujer, que emigró hace casi tres en busca de nuevas oportunidades, pide no revelar su identidad por miedo a represalias. Consiguió un empleo como auxiliar administrativa en una consultora en Valencia, pero sus jefes le han pedido “neutralizar” su acento paisa, típico de Medellín y otras regiones de Colombia. “Si me dicen que estoy haciendo algo mal lo acepto, pero no esperaba que me pidiesen en el trabajo cambiar parte de mi personalidad. Es triste”, cuenta. Lucía sesea, marca bien las consonantes y sube y baja el tono como si estuviera cantando. La glotofobia —la discriminación hacia una persona por su forma de hablar considerándola inferior por no usar la variedad “estándar” del idioma— sigue siendo un problema en España, donde ya viven 9,5 millones de personas nacidas en el extranjero, casi el 20% de la población.

Lucía levanta el teléfono para llamar a algunos clientes, pero al otro lado de la línea un hombre la interrumpe.

―Tu acento no es español, no te voy a dar ninguna información.

No es un caso aislado. Una de sus compañeras, nacida en el Caribe, finge el deje madrileño.

En octubre de 2018, el líder del partido La Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, se burló de una periodista por su acento. Este el único país de la Unión Europea que ha aprobado una ley específica para penalizar la glotofobia. En 2023, Unidas Podemos presentó en la Comisión de Cultura una proposición para poner en marcha una campaña contra la glotofobia, pero el proyecto ni siquiera llegó al pleno. El grupo propuso una campaña financiada con fondos públicos para acabar con la estigmatización del acento andaluz, un señalamiento que conoce bien la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y que se produce en distintos ámbitos, desde las redes sociales a la actividad política. La expresidenta de la Comunidad de Madrid Esperanza Aguirre imitó, a modo de burla, el acento andaluz de la número dos del PSOE. No ha sido la única vez. En 2018, durante un pleno en el Congreso, Montero preguntó a los del PP si iban a seguir permitiendo que los miembros de su partido insultaran a los andaluces.

Aunque la iniciativa de Unidas Podemos no estaba pensada para los extranjeros, evidencia que esta discriminación ha sido y sigue siendo una constante en España. A la politóloga María De Córdova, nacida en Lanzarote hace 27 años, una profesora de la universidad le dijo que debía “modular el acento canario”. Decidió tomar clases y en el proceso se dio cuenta de que su forma de hablar la identificaba como canaria. “Es parte de mi historia”, dice. Asegura que nunca ha perdido una oportunidad laboral, pero que le da pena que en España no se reconozca esta diversidad. La Carta de los Derechos Fundamentales de la UE consagra el derecho a la no discriminación, pero el acento no está tipificado.

La glotofobia en España es un tema que ha suscitado el interés académico. Algunos españoles, hablantes de castellano estándar o habitantes de comunidades ricas, llevan años levantando la ceja ante formas de hablar diferentes. Históricamente, profesionales canarios, andaluces y murcianos se han visto obligados de una u otra forma a modificar sus acentos a petición de sus jefes. Ahora le ocurre a los extranjeros, con el agravante de que esa discriminación es mucho más severa con ellos.

“Es una forma capitalista en la que la empresa subyuga y se ajusta a lo que quiere el cliente. Es un precio muy alto que debes pagar”, explica la directora de la Cátedra de refugiados y migrantes forzosos de la Universidad Pontificia Comillas, Cecilia Estrada. Esta experta mexicana detalla que la capacidad económica determina la forma en que se percibe y se trata a los migrantes. “Sin dinero, el migrante asume que no tiene ninguna capacidad de respuesta y que debe rendirse y acceder a lo que le pidan”, ilustra.

La forma de hablar ha sido un tema de conversación importante en casa de Laura Ballesteros. Ella, a diferencia de sus padres, habla con acento colombiano en casa y malagueño con su entorno desde que era una niña. “Yo creo que es más por vergüenza. No quiero llamar la atención, pero eso forma parte de mi personalidad. Quizá lo hice para protegerme, no lo sé”, cuenta la mujer de 28 años que emigró con sus padres a los tres años. Ballesteros, que trabaja como camarera y estudia ingeniería química, nunca fue consciente de ese cambio hasta que su padre se lo dijo.

Las personas bidialectales pueden comunicarse con fluidez en dos dialectos distintos de una misma lengua. María Sancho, doctora en Lingüística Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid, explica esto como una forma de adaptación según la necesidad. “El acento hispanoamericano en nuestro país, salvo el acento argentino, para algunos está vinculado a personas migrantes que están socialmente por debajo”, lamenta. La experta defiende que de manera generalizada existe la creencia de que el español correcto es el castellano.

Pero hablar un castellano estándar tampoco evita la discriminación si la apariencia física no encaja en el estereotipo de española. Victoria Zambrano, aunque nació en Madrid, prefiere decir que es de Ecuador como sus padres. “Mi cara no les cuadra con mi acento”, afirma la madrileña de 20 años. En su trabajo como camarera le preguntan con mucha frecuencia de dónde es, cómo ha hecho para hablar un castellano perfecto, por qué es morena. “Imaginan que un español tiene que ser blanco, con ojos claros, de pelo rubio o castaño claro”, dice. Siente que no encaja como española, algo que le ha generado una crisis de identidad.

Una persona no es plenamente consciente de su acento hasta que experimenta alguna situación que la confronta, según el sociólogo especializado en migraciones y diversidad en la consultora Cidalia, Jesús Migallón. La discriminación es evidente en distintos sectores. “El acento te define. Puede que a alguien le parezca muy bonito, pero decida no contratarte, no venderte algo o no rentarte un piso porque no quiere tener relación con determinado grupo social. Depende de sus prejuicios”, argumenta. De acuerdo con el académico, la televisión y los medios de comunicación perpetúan los estereotipos: “Espacios como la radio reafirman estas ideas porque no tienen una diversidad de acentos que normalicen que todos los profesionales, independientemente de su origen, tienen la capacidad para ocupar ese lugar”.

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