Las últimas esperanzas para que la Interpol recupere los retablos de Arcenillas, el gran expolio en una iglesia de Zamora
Las valiosas piezas pictóricas medievales, robadas en 1993, permanecen desaparecidas con miedo a que hayan sido destruidas
Las conversaciones en Arcenillas (Zamora, 450 habitantes) aluden a menudo a técnicas pictóricas centenarias, a la policía internacional Interpol y a uno de los más grandes expolios sacros de los últimos años. En las tertulias aparecen el nombre de Erik el Belga, el príncipe de los ladrones de arte, también teorías sobre qué pasó en la noche del 22 al 23 de noviembre de 1993 y por qué desde entonces no se sabe nada de los cuatro retablos robados de este templo zamorano, donde se conservan y miman 11 originales más cuatro copias de las evaporadas. Enrique Rodríguez, de 38 años, recuerda la conmoción en el pueblo cuando descubrieron la ausencia. Él, experto en el valor de los retablos y su recorrido histórico, conoce de voces policiales la complejidad de recuperar este patrimonio arrebatado: o bien alguien lo guarda bajo siete llaves quién sabe dónde… o bien las piezas fueron destruidas ante la dificultad de colocarlas en el mercado dado su elevado prestigio. Arcenillas va creciendo en el mapa artístico zamorano, pero sigue sin saber nada de aquel robo, soñando con un posible hallazgo del tesoro, pero consciente de que cada día tachado aleja la esperanza de disfrutar de nuevo de su patrimonio.
Las tablas se encuentran detrás y en los laterales del altar, escenas de la vida de Jesucristo profusamente decoradas siguiendo los cánones del gótico hispanoflamenco, a la moda allá por 1490 cuando se cree que se pintaron estas obras. El autor, muy probablemente, el también salmantino Fernando Gallego. Los condicionales utilizados por Rodríguez revelan que de esos tiempos no hay tantas certezas como aproximaciones. Menos dudas caben sobre la importancia histórica y artística de este patrimonio: “Somos el pueblo de las tablas, es la suerte de un pueblo tan pequeño, unas obras de primer orden, lo mejor en la pintura de Zamora”. El calibre de las obras lo ensalza Tomás Gil, director del servicio de patrimonio artístico de la Diócesis de Salamanca y experto en Fernando Gallego: “Era un retablo muy completo, de los conjuntos más grandes que hizo”. Gil señala la influencia de Flandes, a través de las relaciones con Castilla, que llegó al taller del artista salmantino y notable en estilos particulares como en los ojos o las manos de los personajes. “Los retablos son de las obras más importantes de Zamora y de Salamanca, no ha habido otro referente como Gallego y los talleres con los que colaboraba”, afirma. Los supervivientes descansan en unos soportes dispuestos por la Diputación y solo con ayuda experta se detecta que hay un cuarteto ligeramente distinto a las genuinas. Estas se ubican en los laterales de la puerta hacia la sacristía, por donde nativos e investigadores piensan que los cacos accedieron al templo hace ya casi 32 años. “Eran un poco chapuceros y quienes venían venían a por todos, pero cogieron los más cercanos”, sospecha el también exalcalde y presidente de la asociación cultural Arcinielas.
Rodríguez explica que en el mundillo del arte religioso suelen valer más, y despertar más interés por vías legales o ilegales, fases del nacimiento de Cristo y no la muerte o el descendimiento, como son las robadas en Zamora. Tampoco sabe si los ladrones cumplían el encargo de algún coleccionista caprichoso y si estas adornan la casa de ese patrón, pero piensa que quizá hayan sido destruidas: “Es uno de los expolios más graves de la historia de España y del mundo más recientes”. Por eso, y al estar avisada la Interpol y las policías nacionales, quizá los criminales no lograran colocar el lote y prefirieran “deshacerse del cuerpo del delito”. “Cabe la posibilidad de que aparezcan”, sueña Rodríguez. Él mismo ha iniciado pesquisas al margen de las autoridades y acabó recurriendo a una eminencia en esto del saqueo artístico: René Alphonse van den Berghe, Erik el Belga, fallecido en 2020. Años antes de morir, un contacto entre este hombre de Arcenillas y el apandador sirvió para que este admitiera que no sabía nada sobre los retablos. En el mercado negro en el que él chapoteaba, y suministraba y se abastecía, no constaban. Extraño que superara el radar del mayor ladrón de arte del siglo XX.
La falta de noticias sigue perturbando en el pueblo, desarrolla Rodríguez, en su relato sobre cómo esos ricos retablos acabaron en un núcleo tan modesto. Todo se debe al viejo Obispado de Zamora, pues aquel conjunto cotizado en el siglo XV se instaló primeramente en la catedral zamorana, pero fueron cambiando los gustos artísticos y con la irrupción del Renacimiento de Pedro Berruguete y el posterior Barroco hizo que el Obispado quisiera renovarse. Era el siglo XVIII y la Iglesia se desprendió de la obra de Gallego. En 1710, aproximadamente, entre las aportaciones del pueblo y la hucha de la parroquia acordaron que el lote recalara en Arcenillas, donde hasta 1993 vivieron varias etapas. En 1820 fueron retiradas para desmontar el viejo artesonado de madera, del siglo XV, y las tablas se numeraron y guardaron en la parroquia. Se sabe que primero había 35 piezas pero en 1904, con un registro más fiable, se acreditó que quedaban 15 tras “dejarse arrebatar poco antes” una tabla más, la decimosexta. Las 15 se restauraron. “La Iglesia ha hecho muchas cosas mal pero el párroco Felipe Ferrero hizo hacia 1968 tres libros sobre las tablas y artículos en prensa para darles visibilidad”, celebra Rodríguez. El vecino ensalza a los lugareños, pues incluso en momentos duros económicamente nunca quisieron venderlas e incluso cuando se han tenido que sacar del templo acababan “en sus casas, igual en la cuadra”, pero siempre las devolvían.
Los años de este zamorano husmeando por los retablos desaparecidos lo han llevado a descubrir que alguno hay, muy probablemente, en más paraderos. Dos de ellos se hallan desde hace años en el museo de la catedral de Zamora y él mismo, con apenas 15 años, detectó que en el Museo de Bellas Artes de Asturias (Oviedo) había una pieza muy, muy similar. Investigó hasta que se certificó la autenticidad. En 2018 supieron que un particular guarda una tabla que fue declarada Bien de Interés Cultural para que no pudiera venderse o exportarse, “aunque no se puede asegurar que procediera del robo”. Hace poco un cura de Salamanca le mandó una simple foto tomada en la casa de una señora de 98 años. “¡Es de Arcenillas!”, exclamó Rodríguez, pero no tienen pruebas más allá del olfato. Otro reciente caso recaló en el Museo de Zamora tras comprarlo el Estado en una puja por 16.000 euros, una suma modesta en comparación con las millonadas que se mueven en patrimonios culturales. Enrique Rodríguez detalla cómo recuerda él la noche del 22 al 23 de noviembre de 1993: “Vivía en Zamora, pero me dijeron que [en Arcenillas] había gente llorando desconsolada por la calle”. Ahora, ojalá, algún día lloren porque se recupera el botín.