Rusia aumenta en un 50% el tránsito de sus buques de guerra por el Estrecho

La Armada cifra en “muchos centenares” las naves rusas que cruzan por Gibraltar como consecuencia de la guerra en Ucrania

Buques de guerra rusos en el puerto de Sebastopol (Crimea), en el mar Negro.ALEXEY PAVLISHAK (REUTERS)

La guerra en Ucrania resuena en el estrecho de Gibraltar. El número de buques de la Armada rusa que transitan por aguas cercanas a España es cada vez mayor. En lo que va de año, la presencia de buques de guerra y submarinos rusos que han pasado por el Estrecho ha aumentado en un 50% respecto a 2023, según fuentes del Ministerio de Defensa. “Por temas de seguridad”, sin embargo, esas mismas fuentes militares rechazan ofrecer números redondos, aunque un alto mando de la Armada sitúa en “muchos centenares” los buques de...

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La guerra en Ucrania resuena en el estrecho de Gibraltar. El número de buques de la Armada rusa que transitan por aguas cercanas a España es cada vez mayor. En lo que va de año, la presencia de buques de guerra y submarinos rusos que han pasado por el Estrecho ha aumentado en un 50% respecto a 2023, según fuentes del Ministerio de Defensa. “Por temas de seguridad”, sin embargo, esas mismas fuentes militares rechazan ofrecer números redondos, aunque un alto mando de la Armada sitúa en “muchos centenares” los buques del Ejército de Vladímir Putin que están transitando con armamento o material militar a bordo por aguas próximas a España en su ruta desde los puertos de Kaliningrado y San Petersburgo, en el mar Báltico, a la base naval de Tartus, en Siria, al otro extremo del Mediterráneo.

Desde que comenzó la invasión de Ucrania en febrero de 2022, la ruta marítima del Mar Negro se ha ido complicando cada vez más. Turquía, aliada de la OTAN, ha impuesto un férreo control en el estrecho del Bósforo, por el que no pueden pasar buques de guerra salvo excepciones, mientras que la flota rusa del Mar Negro se ha visto diezmada por los ataques ucranios. Así pues, Moscú ha virado su camino y está enviando sus submarinos y buques ―mercantes, pero cada vez más de carácter bélico― desde sus bases del Ártico o el Báltico, como Kaliningrado, un enclave encajado entre Polonia y Lituania, hasta Tartus (Siria), pasando por el estrecho de Gibraltar y cruzando todo el Mediterráneo. España ha notado ese aumento en el tráfico.

El ministerio dirigido por Margarita Robles, a través de su documento Panorama Estratégico 2024, constata que, debido a la guerra, el Kremlin ha trasladado la mayor parte de sus soldados y material bélico a Ucrania, aunque “sigue teniendo bases aéreas [Latakia] y navales [Tartus] permanentes en Siria, lo que da al país acceso directo al Mediterráneo”. Pero Putin necesita alcanzar sus puertos y bases en el Báltico para transportar armamento, hacer rotaciones de las dotaciones de los buques y submarinos ―militares a bordo―, llevar a cabo reparaciones, etcétera, según explica un analista que pide no ser citado. “Los buques [de guerra] los tienes que municionar y eso no se hace en muchos sitios”, continúa en alusión a las bases rusas en el Báltico. España, a través del estrecho de Gibraltar ―por donde cada año transitan unos 70.000 buques, según Salvamento Marítimo―, ha acusado ese ir y venir de barcos de la Armada de Putin. “Sí se ha notado respecto a años anteriores”, corrobora Alfredo Rodríguez, comandante del Vigía, un patrullero que siguió a dos buques de asalto rusos en su travesía hacia el Mediterráneo Oriental el pasado marzo.

La detección de buques de guerra rusos en aguas cercanas a España es “una consecuencia directa de la guerra en Ucrania”, explica un vicealmirante. Entre el 4 y el 11 de septiembre de este año, dos fragatas españolas (Blas de Lezo y Canarias) monitorizaron al submarino militar ruso Novorossiyk ―conocido por su gran sigilo―, que iba a su vez escoltado por dos buques auxiliares de la Armada de Putin, según advirtió el Estado Mayor de la Defensa el pasado jueves. Ese ha sido el último caso que Defensa ha hecho público.

La Blas de Lezo partió desde Ferrol (Galicia) para vigilar al submarino Novorossiyk hasta aguas portuguesas, cuya Armada cogió el relevo e hizo lo mismo hasta que los buques rusos volvieron a rodear España por Huelva. Allí, la fragata Canarias continuó con la vigilancia durante su tránsito por el golfo de Cádiz y el mar de Alborán. Finalmente, la Canarias completó su misión cuando transfirió la responsabilidad del seguimiento a un buque francés. “Se hace un seguimiento y vigilancia con absoluta profesionalidad (...), ejercen su derecho de paso inocente en su tránsito hacia el Mediterráneo, que lo hacen cada vez más”, comenta Paco García Flores, comandante de la Santa María, una fragata que en diciembre pasado siguió el trayecto de otro submarino ruso.

Estos seguimientos forman parte de las operaciones de Presencia, Vigilancia y Disuasión que el Mando de Operaciones, dependiente del Estado Mayor de la Defensa, lleva a cabo en aguas españolas. “Es algo habitual”, sostienen varios comandantes y vicealmirantes consultados. Pero donde sí ha habido una novedad, y así se lo han trasladado a la ministra Robles, es en la cantidad de buques de la Armada rusa navegando cerca de España. Ahora son más. Y además, apostilla el analista, en todo esto existe un punto de “proyección exterior” que el Kremlin quiere trasladar a la Alianza. En la lógica de Moscú, dice, “es necesario que a Rusia, como potencia, se le perciba. Que enseñe pabellón. Músculo [militar]”.

Barcos monitorizados

Son los buques de la Armada, como el Vigía, la Blas de Lezo, la Canarias o la Santa María, los que, junto a otros aliados de la OTAN, se encargan de asegurar y verificar que los rusos ejercen un “paso inocente”, es decir, el derecho de todos los buques de un paso rápido e ininterrumpido por el mar territorial bajo la condición de que no sea perjudicial para la paz, el buen orden o la seguridad del Estado ribereño. “Que los submarinos asciendan a la superficie y se les vea; que los buques no se desvíen, ni se paren, ni fondeen. Que siempre estén en movimiento”, explica Jaime Indalecio Lamas Tizón, comandante del Atalaya, otra fragata de vigilancia que en marzo de este año monitorizó el tránsito de dos buques de asalto anfibios y un petrolero ruso. “Se monitoriza a todos [los que no forman parte de la OTAN], pero los rusos son más llamativos”, apostilla.

En estas operaciones de Presencia, Vigilancia y Disuasión, coordinadas desde Cartagena (Murcia) a través del Mando de Operaciones Marítimo, participan los aliados de la OTAN que se van dando el relevo cuando los buques “que puedan ser sospechosos”, en palabras de García Flores, abandonan aguas de interés del Estado que en ese momento les está haciendo el seguimiento. Francia pasa el relevo a España, esta a Portugal y ellos, de nuevo, a España. Una vez se transita por el estrecho de Gibraltar y el mar de Alborán, la Armada vuelve a darle el testigo a Francia. Y viceversa. “Es lo normal”, coinciden todos los comandantes consultados. Sin embargo, “cuando se hacen cosas de estas al final uno pone a prueba la capacidad de respuesta [de la Alianza] ante riesgos y amenazas”, explica el experto. Y los buques de guerra rusos entran en esta definición.

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