España se queda sin congelador: las heladas disminuyen un 30% desde los años sesenta
El caso más destacado es Navacerrada, donde en los años sesenta había 154 días de helada al año, mientras en la década más reciente apenas hay 114
El congelador de España se está apagando a causa del calentamiento global. Según un análisis del meteorólogo Roberto Granda publicado en Eltiempo.es, los días con heladas, en los que las mínimas igualan o descienden de cero grados, se han desplomado en la década actual un 30% de media y hasta un 40% en los casos más extremos respecto a la década de 1961 ...
El congelador de España se está apagando a causa del calentamiento global. Según un análisis del meteorólogo Roberto Granda publicado en Eltiempo.es, los días con heladas, en los que las mínimas igualan o descienden de cero grados, se han desplomado en la década actual un 30% de media y hasta un 40% en los casos más extremos respecto a la década de 1961 a 1970. Se trata de “una pésima noticia, ya que el frío es necesario”, recalca a este diario el experto. El descenso de las temperaturas gélidas tiene múltiples consecuencias adversas, que van desde “un aumento de las plagas a una menor producción agrícola”. Desde la década de los sesenta, “el mayor descenso de las heladas se da en zonas cercanas al sistema Ibérico y en puntos del interior” y, según Granda, lo grave es que la caída es “cada vez más acusada”, como muestra la comparativa entre 1971-1980 y la década más reciente.
A la hora de hacer su análisis, Granda ha calculado el número medio de días de helada por año registrados en el sistema OpenData de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) y luego por década para el periodo entre 1960 y 2022, descartando las estaciones con lagunas en las series de datos, las que han cambiado de ubicación y las que no tienen heladas, por ejemplo las ubicadas en zonas costeras del sur como Cádiz, Almería y Huelva. Así, el estudio abarca unos 40 observatorios y no contempla Cáceres, Ciudad Real y Ávila, Segovia, Teruel ni Lleida, pero sí que están Molina de Aragón (Guadalajara) y Daroca (Zaragoza), dos de los polos del triángulo del frío español.
Con estos datos en la mano, ha comparado las décadas de 1961 a 1970 y de 1971 a 1980 frente a la más reciente, de 2013 a 2022. En ambos casos, aunque hay diferencias, ya que los años setenta fueron más fríos, se observa una cruda realidad: cada vez hiela menos en casi todo el país, con reducciones de entre un 30% y 40%. El experto recuerda que las heladas pueden ser fenómenos muy locales, por lo que “es posible que en otras zonas, especialmente del interior y rurales, no haya descenso, pero la tendencia general parece clara”.
Para empezar, en la década de 1961-1970 “el descenso más acusado se da en la mitad norte, áreas del interior y entornos del sistema Ibérico y Central”. Una buena estación para ejemplificar este descenso es la del puerto de Navacerrada, en Madrid, situada a 1.900 metros de altura y ajena al llamado efecto de la isla de calor urbano, que añade de forma artificial entre 1,5° y 2° a las mínimas. “Las anomalías respecto a la media 1991-2020 son altas en los años sesenta y setenta y negativas en años recientes: ahora hiela menos”, constata Granda. Así, en los sesenta había 154 días de helada al año, mientras en la década actual hay solo 114, un 25% de reducción.
Además de Navacerrada, otro caso paradigmático es Tortosa (Tarragona), cuya estación se encuentra fuera de la localidad y en alto. En los sesenta había cinco días de helada y en la última década tan solo una, un descenso del 80%. En Cuenca, han pasado de 77 a 41, un 39% menos.
Adelantándose a las críticas de los negacionistas del cambio climático, Granda admite que “en muchas zonas los valores son más neutrales, con descensos más suaves o nulos” y que hay “incluso algunas zonas donde se ha producido un incremento”, como ocurre por ejemplo en la estación del aeropuerto de Salamanca, en la de la base aérea de Granada o en Torrejón (Madrid). “Podrían parecer errores, pero son zonas muy favorables a las heladas a causa de los procesos de inversión térmica ―fenómeno por el cual la temperatura del aire sube en vez de descender al incrementarse la altura―, a los que se suma el incremento de la estabilidad atmosférica registrado en décadas recientes, que favorece la pérdida de energía nocturna”, explica el meteorólogo.
Pero, al comparar la década 1971-1980 con la 2013-2022, la caída son aún mayor. “Una vez más, los descensos más acusados se dan en el norte y en zonas del interior, entre las que destaca Ciudad Real, con un descenso de 41 días de helada al año”, explica el meteorólogo de Eltiempo.es. De nuevo, hay también subidas, concentradas en zonas del sur y que Granda explica también por el aumento de la estabilidad, a falta de un estudio climático en profundidad.
Y qué tiene de malo que no hiele, se preguntarán los amantes del calor. No es una cuestión baladí, ya que “el frío es bueno y necesario” para todos los ámbitos de la vida. Las heladas “ayudan a controlar poblaciones de insectos que son susceptibles de ser plaga, tanto las que afectan a los humanos como al ganado y a los cultivos, por ejemplo los mosquitos, que hay zonas en las que ya están presentes todo el año, y las garrapatas, que están más activas cuanto menos frío hace”, recuerda Granda. El frío “es un limitante natural de la procesionaria”, que está en expansión en toda España y los roedores tienen más camadas cuando más calor hace.
Además, también tiene implicaciones en la producción agrícola y en la flora: “Muchos cultivos ―como los frutales, los frutos secos y los rojos― necesitan horas de frío y algunos, incluso, se benefician de temperaturas bajo cero ―como las fresas―”. Los cultivos “necesitan que haga el tiempo que toca en cada época, si no se descontrolan y vemos viñedos echando hoja en octubre, cuando tendrían que estar tirándola”, subraya el meteorólogo.
La causa de esta drástica reducción de las heladas, aunque haría falta realizar un estudio de atribución, “está casi seguro ligada a la tendencia general la incremento de las temperaturas”. Como indica el experto, al aumentar las temperaturas, ya no solo en superficie, sino en capas superiores de la atmósfera, hay consecuencias directas sobre superficie. “El incremento de temperaturas supera el grado en muchas zonas de España, y eso, en el día a día, se traduce en cambios en máximas y en mínimas”, concluye.