Las guerrillas subterráneas del Congreso en la investidura fallida de Feijóo
El debate parlamentario deja malestares de Sumar con el PSOE, roces entre nacionalistas y al líder del PP convertido en el defensor de Podemos
La conflagración entre los dos grandes bloques en que se ha dividido la política española es intensa y estrepitosa. Y no deja mucho lugar para fijarse en las guerrillas que se agitan por debajo. El debate de investidura de Alberto Núñez Feijóo ha sido pródigo en estas pequeñas batallas, a veces entre teóricos aliados....
La conflagración entre los dos grandes bloques en que se ha dividido la política española es intensa y estrepitosa. Y no deja mucho lugar para fijarse en las guerrillas que se agitan por debajo. El debate de investidura de Alberto Núñez Feijóo ha sido pródigo en estas pequeñas batallas, a veces entre teóricos aliados. El líder del PP se solazó en atizar esas discordias ajenas. No siempre con buenos resultados.
Feijóo en el avispero vasco. Las últimas elecciones legislativas y locales han agudizado la competencia en Euskadi entre PNV y EH Bildu. Si hasta ahora ambas formaciones apenas se buscaban en los debates en el Congreso, esta vez el portavoz peneuvista, Aitor Esteban, acusó a la izquierda abertzale de mentir durante la última campaña por atribuirle unos supuestos acuerdos con el PP que se han revelado falsos. Feijóo, que durante semanas buscó en vano un acercamiento al PNV, trató de aprovechar la situación para tomarse la revancha. Primero, decidió replicar conjuntamente a las dos formaciones vascas, lo que enfureció al PNV, y luego se dedicó a aleccionarlo con el argumento de que sus pactos con Pedro Sánchez han alimentado a la coalición de Arnaldo Otegi. “El problema del PNV se llama Bildu”, sentenció. De tal manera enojó a los que pretendía como socios, que Esteban acabó certificando que se ha abierto un “abismo” con el PP y en particular con su líder: “No sabemos quién es Feijóo, pero sí sabemos que no es quien dice ser”.
Al rescate de Podemos. A Feijóo también le tocaron buenas dosis de su propia medicina. Durante los tres días del debate, casi no hubo orador que no intentase incomodarlo con alusiones a la situación interna del PP o a su pretendida rivalidad con la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso. Él jamás entró al trapo. Siguió a lo suyo y dedicando esa misma práctica a los demás, muy singularmente a Sumar. Feijóo se detuvo a leer uno a uno los nombres de la quincena de formaciones que integran la plataforma de Yolanda Díaz como un modo de intentar desacreditarla. Con gran énfasis hurgó una y otra vez en la llaga de las diferencias entre Podemos y la vicepresidenta segunda en funciones. Por momentos, el líder del PP ejerció de defensor del partido fundado por Pablo Iglesias. Amonestó en varias ocasiones a los dirigentes de Sumar y al “sanchismo” en su conjunto por no permitir que alguien de Podemos interviniese en el debate. A Sánchez lo acusó de desagradecido: “Sin Podemos, usted no hubiese sido nunca presidente”. Hasta llegó a exculpar a la ministra de Igualdad en funciones, Irene Montero, por la ley del solo sí es sí ―una de sus grandes armas arrojadizas contra el Gobierno― argumentando que es responsabilidad de todo el Ejecutivo.
Puente no gustó a Sumar. La aparición del socialista Óscar Puente con su acerada artillería contra Feijóo desconcertó a este e indignó a todos sus compañeros. Pero los populares no parecieron reparar en que las maneras del exalcalde de Valladolid también molestaron a sus socios de Sumar. Díaz, hasta entonces en confraternización festiva con Sánchez y otros socialistas, transmutó su gesto, no se sumó a los aplausos y poco después escribió en su cuenta de X: “El espectáculo es un lujo que solo se pueden permitir los privilegiados, los que no necesitan la política”. Minutos más tarde, desde la tribuna de oradores, su portavoz, Marta Lois, dijo que sentía “cierta vergüenza ajena por algunos tonos” que, según ella, solo contribuyen a que la política sea vista “como ruido y como problema”. Furioso con Puente, Feijóo no dio muestras, sin embargo, de haber captado el mensaje.
La eterna batalla catalana. La distancia entre los dos grupos independentistas catalanes resulta indisimulable en el Congreso. Raro es el gran debate en el que ERC y Junts no se obsequien alguna patadita por debajo de la mesa. Y esta no iba a ser la excepción. Por Esquerra, Gabriel Rufián se felicitó de que “ahora en Cataluña ya no se reparten carnés de pureza por negociar”. Por Junts, Míriam Nogueras marcaba diferencias: “No hemos estado años en la oposición para hacer lo mismo que se ha hecho hasta ahora y no ha dado ningún resultado positivo”.
Caricias de Abascal. Donde no hubo ni guerra, ni guerrilla, ni apenas disensiones de calado fue entre el PP y Vox. Santiago Abascal, tras llamar a Sánchez “el presidente más corrupto de la historia de España”, se despidió así de cariñoso con Feijóo: “Ya sé que usted no es como él. Usted tiene límites y se lo agradezco”.